Paleobiología
Un caparazón podría salvarte del súper depredador del Cámbrico
El depredador, denominado Anomalocaris canadiensis probablemente era un nadador ágil que cazaría activamente a otras presas sin caparazón
El Cámbrico supuso una explosión en la diversificación de la vida pluricelular. En aquel momento, la evolución estaba haciendo de las suyas probando lo que funcionaba y lo que no, por lo que aparecieron millones de formas de vida muy distintas. Entre estas formas de vida encontramos algunas tan conocidas como los trilobites, cuyos fósiles han llegado por millones hasta nuestros días gracias a su duro caparazón. Sin embargo, los mares de aquel entonces también escondían criaturas terribles, como los Anomalocaris canadiensis. Estos seres contaban con ojos primitivos con los que cazar a sus presas, aletas con las que moverse ágilmente y un tamaño de 56 cm, que los convertía en verdaderos gigantes para su época. La dieta de estos depredadores siempre ha sido objeto de debate, pero un equipo internacional del Museo Americano de Ciencias Naturales de Nueva York parece haber dado con nuevas pistas al respecto.
Tan extraño que nadie lo comprendía
A finales del siglo XIX y principios del XX comenzaron a encontrarse una gran cantidad de restos extraños en diferentes partes del mundo. Cada uno de estos restos fue asignado a una especie distinta, y no es de extrañar. Parte del cuerpo de los Anomalocaris puede confundirse con una gamba (de ahí su nombre, que en latín significa “gamba extraña”), sin embargo, su boca fue confundida con una medusa, y el resto de sus apéndices también se asignaron a otros animales. No fue hasta finales de los años 20 del siglo pasado que se propuso que todas estas partes podrían formar un todo, aunque este “todo” en un principio no fue el Anomalocaris, si no otra especie. Finalmente, 50 años más tarde, se describió al temible artrópodo cámbrico y por fin se le asignó el nombre definitivo.
Una vez reconstruido el Anomalocaris, ahora faltaba comprender su nicho en el ecosistema. Por su morfología y tamaño se supuso que se alimentaría de otros animales, pero en la explosión cámbrica tenía un menú muy extenso en el que elegir. En un principio, muchas de las marcas que presentaban algunos fósiles de trilobites se le atribuyeron al Anomalocaris, que podría haber disfrutado de verdaderas “paleomariscadas”. Los coprolitos (excrementos fosilizados) de la época con restos de trilobites parecían confirmarlo, pero todavía quedaba una duda: ¿cómo podría este animal atravesar el duro caparazón de los trilobites?
La verdadera paleodieta
La respuesta la ofrece un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B que, tras una extensa revisión del registro fósil, no ha encontrado evidencia de que el Anomalocaris pudiese comerse un trilobites. Según nos cuenta Russell Bicknell, investigador postdoctoral de la División de Paleontología del Museo Americano de Historia Natural: "Algo no me cuadraba, porque los trilobites tienen un exoesqueleto muy fuerte, que esencialmente hacen de roca, mientras que este animal habría sido sobre todo blando y esponjoso".
Debido a esta inquietud, el Dr. Bicknell contactó con expertos en biomecánica y modelado de movimientos. Con los datos que tenían y utilizando como base escorpiones y algunas arañas modernas, trataron de comprender cómo podría cazar un animal con un cuerpo tan extraño como el Anomalocaris. Al observar su hidrodinámica (cómo fluía el agua a su alrededor) observaron que este súper depredador debía ser muy rápido y ágil, por lo que podría cazar a sus presas persiguiéndolas y atrapándolas.
Trilobites, el “tipo duro”
Los investigadores también observaron qué sucedería si el cuerpo del Anomalocaris se chocaba a diferentes velocidades con el duro caparazón de un trilobites para intentar cazarlo. Los resultados muestran un claro vencedor: el trilobites. Los apéndices del súper depredador eran bastante frágiles y, además, su boca estaba formada por un tejido bastante más blando que el duro caparazón del trilobites. Por tanto, en esta antigua batalla por la supervivencia, la tenaz resistencia “trilobitiana” podía con la fiereza y agilidad del Anomalocaris.
Las futuras investigaciones de los sedimentos podrían dar con más restos de presas del Anomalocaris o, quizá, podrían dar con el animal que tratada de morder a los trilobites. Aunque respecto a esto, todo apunta a que podrían ser otras especies de trilobites más grandes. El estudio es una muestra más de las complejas relaciones que existieron en los ecosistemas del Cámbrico, una época extraordinariamente antigua en la que la vida floreció se diversificó y se especializó.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Estudios recientes aseguran que los trilobites no eran la forma dominante en el Cámbrico. Muchos otros artrópodos con recubrimientos de quitina vivieron en este periodo, pero no se fosilizaron porque este material es mucho menos resistente.
Referencias (MLA):
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