Nutrición
Sentir hambre alarga la vida
Por ahora se ha detectado solo en moscas de la fruta, pero los autores del estudio señalan que también estaría presente en humanos.
Numerosos estudios han vinculado la dieta con una esperanza de vida mayor. Ya sea la mediterránea o la hipocalórica, muchas parecen ofrecer beneficios a la hora de aumentar los años de vida. De hecho durante mucho tiempo se creyó que limitar la cantidad de alimentos consumidos puede promover un envejecimiento saludable en una amplia gama de animales, incluidos los humanos. Lo que hasta ahora no se sabía que el simple y sencillo sentimiento de tener hambre alarga la vida. Al menos es así en moscas de la fruta.
El problema de la restricción de alimentos es que algunos estudios previos habían demostrado que incluso el olor de los alimentos pueden revertir los efectos beneficiosos de la restricción dietética, incluso sin consumirlos. Precisamente fue esta contradicción lo que llevó a Kristy Weaver y a Scott Pletcher de la Universidad de Michigan a examinar si los cambios en el cerebro que provocan el impulso de buscar comida podrían estar detrás de una vida más larga. Y la respuesta, publicada en Science, es que sí.
“Lo que hicimos fue separar los beneficios que aporta una dieta restrictiva en la que los investigadores han trabajado durante muchos años para decir que no son necesarias estas restricciones – explica Pletcher –. La percepción de que no hay suficiente comida es suficiente”.
Para llegar a esta conclusión Weaver y Pletcher indujeron la sensación de hambre en las moscas de varias formas. El primero fue alterar la cantidad de aminoácidos de cadena ramificada, o BCAA, en un refrigerio y luego permitir que las moscas se alimentaran libremente con un buffet de levadura o azúcar. Las moscas alimentadas con el refrigerio bajo en BCAA consumieron más levadura que azúcar en el buffet que las moscas alimentadas con el refrigerio alto en BCAA. Este tipo de preferencia por la levadura sobre el azúcar es un indicador del hambre basada en la necesidad.
Los investigadores notaron que este comportamiento no se debió al contenido calórico de la merienda baja en BCAA; de hecho, estas moscas consumían más comida y más calorías totales. Cuando las moscas comieron una dieta baja en BCAA de por vida, también vivieron significativamente más que las moscas alimentadas con dietas altas en BCAA.
Para observar el hambre además de la composición de la dieta, utilizaron una técnica única, activando las neuronas asociadas con el impulso del hambre en las moscas mediante la exposición a la luz roja, utilizando una técnica llamada optogenética (las neuronas se activan ante un estímulo lumínico). Estas moscas consumieron el doble de alimento que las moscas que no estuvieron expuestas al estímulo. Las moscas activadas con luz roja también vivieron significativamente más que las moscas utilizadas como control.
“Creemos que hemos creado un tipo de hambre insaciable en las moscas – añade Weaver– . Y al hacerlo, las moscas vivieron más tiempo”. Además, el equipo pudo cartografiar la mecánica molecular del hambre en las neuronas involucradas e identificar aquellas que respondían a la presencia o ausencia de un aminoácido específico en la dieta. Estos cambios pueden afectar la cantidad de genes específicos que se expresan en el cerebro de las moscas y, en consecuencia, su comportamiento de alimentación y envejecimiento.
Los autores señalan que se debe tener precaución antes de aplicar los hallazgos a las personas, pero "hay muchas razones para esperar que los mecanismos descubiertos puedan modular los impulsos de hambre en otras especies”. El siguiente paso es examinar cómo el impulso de comer por placer, presente tanto en las moscas como en las personas, también puede estar relacionado con la esperanza de vida.
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