Prehistoria

Hallan 11 niños y adultos descuartizados y canibalizados en Atapuerca

El evento de canibalismo tuvo lugar hace unos 5.000 años y no parece debido al hambre

Restos humanos encontrados en Atapuerca, en la cueva El Mirador. Presentan marcas de actividad humana y de haber sido quemados y cocidos.
Restos humanos encontrados en Atapuerca, en la cueva El Mirador. Presentan marcas de actividad humana y de haber sido quemados y cocidos.IPHES-CERCAAtapuerca

Decía John Steinbeck en su obra La perla que, "¿Qué he de temer sino el hambre?". El genio de Steinbeck logra condensar la tragedia de la vida en una frase. El hambre se presenta como una espada de Damocles, pendiendo sobre cada conciencia que ha habitado la Tierra. Y, tal vez por eso, el hambre es una de las principales claves a través de las que interpretamos la realidad. Atapuerca acaba de encontrar restos de 11 individuos que fueron devorados hace más de 5000 años y, nuestro primer impulso es pensar en la necesidad, pero estaríamos equivocados. El estudio, que acaba de ser publicado en Scientific Reports apunta en otra dirección y no solo descarta el hambre, sino la intención de asimilar las virtudes del canibalizado.

Según indica Francesc Marginedas en la nota de prensa: “Esto no era una tradición funeraria ni una respuesta a una hambruna extrema. Las pruebas apuntan a un episodio violento, dada la rapidez con la que se desarrolló, posiblemente resultado de un conflicto entre comunidades agrícolas vecinas”. Un episodio sangriento donde los vencedores no solo pretendían arrebatarles la vida a los perdedores quería desvanecerles de la existencia misma, devorando sus restos, consumiendo sus cuerpos para convertirlos en desperdicios irreconocibles. O, al menos, eso especulan los expertos basándose en algunas pruebas sólidas.

600 huesos

El descubrimiento sucedió, en realidad, hace varios meses en la cueva El Mirador, del yacimiento de Atapuerca (Burgos). Sin embargo, la investigación ha sido publicada hoy en la revista Scientific Reports, confirmando lo que ya habían comunicado sus autores, pero, ahora, con el abal científico de estar en una revista indexada y, por lo tanto, de haber sido revisado por expertos independientes al estudio. En él, explican que, de los 600 huesos encontrados por los investigadores, 239 presentaban marcas de origen humano. Dicho de otro modo: lesiones que no se podían explicar por enfermedades, caídas o animales.

A partir de ellos, pudieron recomponer 11 cuerpos que identificaron, en parte, como niños que, según el carbono-14 vivieron hace 5.709 o 5.573 años. Pero, ocurriera cuando ocurriera, los indicios apuntan a que todos ellos fallecieron con, como mucho, unos pocos días de diferencia. Y esto es clave, porque no fue un consumo progresivo ni repetido en el tiempo, sino un evento aparentemente puntual y que, por lo tanto, no parece encajar con el patrón esperable a una hambruna. De hecho, tras analizar la madera y el polen encontrado en el estrato, los expertos pudieron deducir que, aunque el clima se estaba volviendo más árido por aquel entonces, el clima todavía permitía un próspero desarrollo de la ganadería y la agricultura.

Quemados y cocidos

Pero hay más, porque de los 239 fragmentos con marcas humanas, 222 mostraban superficies tostadas, ennegrecidas por la acción directa del fuego. Sin embargo, los investigadores advierten que, al menos, parte del oscurecimiento podría deberse a la quema de estiércol que los pastores quemaban para limpiar la cueva. Por lo que, en principio, no fueron víctimas de una barbacoa. Ahora bien, aparte de estos indicios de llamas, algunos huesos mostraban una apariencia quebradiza y una superficie pulida, indicadores de haber sido sometidos a altas temperaturas durante un largo periodo de tiempo.

Estas características podrían ser consecuencia de una cocción. Y, por supuesto, en algunos de esos trozos también se detectaron dentelladas humanas, muescas de mordiscos cuya distribución y profundidad revelan que los comensales arrancaron la carne y partieron algunos huesos con las manos para acceder al tuétano. La suma de quemaduras, cocción y masticado configura un patrón de aprovechamiento exhaustivo, muy distinto a los rituales de respeto o a las prácticas de carnívoros no humanos. Un descarte que, sumado al estudio del polen y la madera, deja la hipótesis del que, aquellos antepasados burgaleses, buscaban eliminar todo resto de sus rivales como punto final a la sangrienta contienda.

Así pues, aunque aceptando cierto componente especulativo, podemos concluir que no estamos ante un gesto ritual de respeto ni ante una práctica alimenticia. En ese sentido, aquel episodio de Atapuerca debe entenderse como una extensión directa de la violencia entre comunidades vecinas, un acto en el que el suplicio y la digestión del cuerpo rival formaron parte del mismo propósito de dominación.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Un estudio publicado también en Scientific Reports en 2017, calculó que 100 g de carne humana aportan menos calorías que la mayoría de los animales de caza habituales (osos, mamuts, castores o marmotas) y solo superan a especies como caballos, liebres o ciertos cérvidos, de modo que nutrirse de humanos resultaría energéticamente poco rentable: por ejemplo, los 30 individuos hallados en Caune l’Argo no habrían dado para más de diez días de alimento en un grupo de 25 sapiens, lo que refuerza la idea de que el canibalismo no respondía normalmente a una necesidad vital ni aportaba ventajas nutricionales significativas.

REFERENCIAS (MLA):

  • Saladié, Palmira, et al. “Evidence of Neolithic Cannibalism among Farming Communities at El Mirador Cave, Sierra de Atapuerca, Spain.” Scientific Reports, vol. 15, article no. 26648, 7 Aug. 2025. Open access.