
Ciencia
El hallazgo que derriba el último feudo humano: la prueba definitiva de que no somos los únicos seres racionales
No es solo instinto, es raciocinio. Un estudio revela que los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, son capaces de evaluar la fiabilidad de la información y cambiar de parecer, una habilidad que considerábamos patrimonio exclusivo de la humanidad

La capacidad para el pensamiento racional, esa cualidad que durante tanto tiempo hemos considerado un feudo exclusivo del ser humano, parece desmoronarse a la luz de nuevas evidencias científicas. Un reciente estudio ha puesto de manifiesto que los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos, son capaces de cambiar de opinión cuando se enfrentan a pruebas que contradicen sus creencias iniciales, un rasgo de flexibilidad mental que hasta ahora se creía único de nuestra especie.
Para llegar a esta conclusión, un equipo de investigadores diseñó cinco ingeniosos experimentos. En ellos, varios chimpancés debían localizar un trozo de manzana escondido en una de varias cajas, basando su decisión en la información que se les proporcionaba. Lo verdaderamente revelador no fue su capacidad para encontrar el premio, sino el complejo proceso mental que demostraron. Los primates fueron capaces de ponderar y comparar distintos tipos de evidencia, distinguiendo entre pistas más sólidas y otras más débiles para tomar la mejor decisión posible en cada momento.
Asimismo, la sofisticación de su razonamiento quedó patente cuando los científicos introdujeron un giro en la prueba, tal y como informa ScienceAlert. Al presentarles una evidencia más contundente que la inicial, o al descubrir que la primera pista era directamente falsa, los chimpancés no dudaron en corregir su elección original. Este comportamiento sugiere que no actúan movidos únicamente por el instinto o el último estímulo recibido, sino que evalúan activamente la fiabilidad de la información que manejan.
Un antepasado común con capacidad de razonar
De hecho, los primates demostraron una notable habilidad para diferenciar entre datos nuevos y aquellos que resultaban redundantes, prefiriendo siempre la información fresca y relevante para actualizar sus conclusiones. Este matiz es fundamental, ya que indica una comprensión implícita del valor y la pertinencia de las pruebas que se les presentan, una capacidad de análisis que se asemeja mucho a los procesos lógicos que utilizamos los humanos en nuestro día a día para tomar decisiones informadas.
En definitiva, estos hallazgos apuntan a que los cimientos de la racionalidad no son una construcción puramente humana, sino que podrían tener su origen en un ancestro común que compartimos con otros primates. La habilidad para evaluar pruebas, sopesar la incertidumbre y adaptar las creencias en consecuencia sería, por tanto, un vestigio evolutivo mucho más antiguo y extendido de lo que la ciencia había supuesto hasta la fecha, lo que nos obliga a reconsiderar qué significa exactamente ser racional.
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