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Astronomía

El James Webb revela la crónica de la muerte de nuestro Sol: un violento adelanto de nuestro destino

La Nebulosa de la Araña Roja, un espectacular estertor cósmico, desvela sus secretos gracias al James Webb, cuya visión apunta a una estrella oculta que esculpe su silueta, un posible adelanto del destino que aguarda a nuestro propio Sol

Renderización de una representación artística del telescopio espacial James Webb. (Northrop Grumman/NASA via AP, File) larazonAP

El destino final de nuestro Sistema Solar podría estar ya escrito en las estrellas, y el telescopio espacial James Webb nos está ofreciendo un sobrecogedor adelanto. Al apuntar su potente mirada infrarroja hacia la Nebulosa de la Araña Roja, los científicos no solo han capturado una imagen de una belleza extraordinaria, sino también una crónica detallada de la muerte de una estrella muy parecida a nuestro Sol, permitiéndonos asomarnos a lo que ocurrirá en nuestro vecindario cósmico dentro de miles de millones de años. Este telescopio no deja de desafiar nuestro entendimiento del cosmos, como demuestra el reciente hallazgo sobre cómo los planetas sin sol pueden crear sus propias lunas.

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De hecho, este objeto, conocido técnicamente como NGC 6537, no es más que el espectacular epitafio cósmico de un sol que, al agotar su combustible, ha expulsado sus capas gaseosas más externas. Este proceso, que dura apenas unas decenas de miles de años —un suspiro en la escala astronómica—, da lugar a una de las estructuras más complejas y fascinantes que podemos observar, un lienzo que muestra los últimos estertores de una estrella. Estos eventos celestes son ventanas al pasado y futuro del universo, de manera similar a cómo los científicos rastrean el origen de objetos interestelares para descifrar la historia de la galaxia.

Sin embargo, su peculiar simetría doble, que le confiere un aspecto similar al de un reloj de arena, ha sido durante décadas un verdadero rompecabezas para los astrónomos, tal y como han publicado en ScienceAlert. La pregunta que ha desconcertado a la comunidad científica es qué fuerza es capaz de esculpir con tanta precisión el gas y el polvo que emanan de la estrella moribunda, creando esa forma tan característica y enigmática.

La estrella oculta que moldea el caos

En este sentido, las nuevas observaciones del Webb han venido a reforzar la hipótesis más sólida hasta la fecha: la existencia de una estrella compañera que permanecía oculta en el corazón de la nebulosa. La poderosa influencia gravitatoria de este segundo astro sería la responsable de canalizar y dar forma a los flujos de material, confirmando que un sistema binario se esconde tras la aparente simetría del caos.

Asimismo, la nitidez sin precedentes de las imágenes ha permitido por primera vez medir la extensión total de los enormes lóbulos de gas que le dan su apodo arácnido. Estas gigantescas «patas», compuestas principalmente de hidrógeno molecular, se extienden a lo largo de tres años luz cada una, una distancia descomunal que evidencia la magnitud de la explosión final de la estrella.

Por otro lado, desde el centro del sistema emergen también violentos chorros de hierro ionizado que se desplazan a velocidades altísimas. Al colisionar brutalmente con el material circundante, estos chorros contribuyen a generar la intrincada estructura que vemos hoy, un espectáculo de una complejidad abrumadora. Cada detalle capturado por el telescopio se convierte así en una pieza fundamental para comprender los procesos que, en un futuro lejano, protagonizará nuestra propia estrella.