Astrogeología
La NASA descubre por qué la Luna siempre nos muestra la misma cara. Y el secreto está en su interior
El avance sería la respuesta a uno de los mayores enigmas de la ciencia planetaria: cómo se formó el sistema Tierra-Luna.
Mientras su cara visible nos muestra cicatrices de antiguos mares de lava, el lado oculto de la Luna esconde un misterio geológico que desafía todo lo que creíamos saber sobre nuestro satélite. Un estudio publicado en Nature Geoscience acaba de revelar que el interior lunar es asimétrico de manera radical, un descubrimiento que está redefiniendo la futura exploración espacial.
La investigación, liderada por científicos que analizaron datos de la misión GRAIL de la NASA combinados con información sísmica de las misiones Apolo, revela que la Luna tiene una personalidad dividida. La corteza del lado oculto es significativamente más gruesa que la del lado visible, y existe una enorme anomalía de masa en el manto lunar, concentrada principalmente en el hemisferio sur del lado oculto.
Para entenderlo, imagina una esfera de espuma con un peso de plomo pegado en un lado: siempre girará mostrando el lado más liviano: así funciona la Luna con nosotros. Esta asimetría no es solo una curiosidad científica, es la clave para entender por qué la Luna siempre nos muestra la misma cara y, posiblemente, la respuesta a uno de los mayores enigmas de la ciencia planetaria: cómo se formó el sistema Tierra-Luna.
¿Por qué es tan importante estudiar el lado oculto? La respuesta está en su pureza geológica. A diferencia del lado visible, el hemisferio oculto no tiene mares de lava que cubran su superficie, lo que le permite preservar el registro más antiguo del sistema solar. Sus cráteres son como páginas abiertas de la historia de bombardeos cósmicos, contando una historia que en la Tierra ha sido borrada por la erosión y la actividad tectónica.
Pero el verdadero tesoro científico podría estar bajo la superficie. La teoría predominante sobre la formación de la Luna (el impacto gigante con un planeta llamado Theia) encuentra en estas anomalías su prueba potencial más sólida. Los científicos especulan que las masas anómalas podrían ser los restos del planeta Theia incrustados en el manto lunar, ofreciéndonos la oportunidad única de estudiar material de otro planeta sin salir de nuestro sistema solar.
Estos descubrimientos están transformando los planes de exploración lunar. La carrera ya no es solo para plantar banderas, sino para desentrañar secretos geológicos profundos. De este modo, el Polo Sur lunar se ha convertido en el centro de atención, y no solo por su hielo de agua.
La enorme anomalía de masa del lado oculto ejerce una influencia gravitatoria que hace de él una "frontera geológica" única. Aquí, las rocas pueden contener fragmentos del manto profundo o incluso materiales del responsable del impacto que formó la Cuenca Aitken, el mayor cráter de impacto del sistema solar, accesibles en superficie gracias a antiguos impactos.
Misiones como Artemis III de la NASA ya no solo buscan agua, sino que se han convertido en expediciones geológicas de alto nivel. La prioridad es recoger muestras de lugares donde el subsuelo anómalo está más cerca de la superficie, esencialmente obteniendo "muestras profundas" sin necesidad de perforar kilómetros.
La forma de estudiar la Luna también está evolucionando. Los sismómetros de las misiones Apolo fueron un primer paso, pero la nueva generación de instrumentos será mucho más sofisticada. Proyectos como el Farside Seismic Suite de la NASA buscan instalar sensores tanto en el lado visible como en el oculto, creando una red sísmica global.
El objetivo es ambicioso: al tener sismómetros a ambos lados, los científicos podrán “radiografiar” la anomalía masiva, observando cómo las ondas sísmicas de los “martemotos” lunares se distorsionan al pasar a través de esta estructura única. Será el equivalente a pasar de escuchar golpes en la pared a realizar una tomografía computarizada completa de la Luna.
China, con sus misiones Chang'e, ya ha demostrado el valor científico del lado oculto. Ahora, otras agencias espaciales preparan sus propias incursiones. La instalación de un radiotelescopio en el lado oculto -protegido permanentemente de las interferencias de radio terrestres- permitiría observar las primeras estrellas y galaxias del universo sin el “ruido” humano.
Pero esta ambición requiere soluciones ingeniosas. Necesitaremos satélites de retransmisión para comunicarnos con el lado oculto, como el satélite Queqiao de China, y posiblemente bases semipermanentes robotizadas para operar estos laboratorios de última generación.
Así, lejos de ser una esfera homogénea y aburrida, la Luna se revela como un mundo complejo con una personalidad dividida: un lado sociable que nos muestra su mejor cara, y otro reservado que guarda los secretos más profundos de su violento nacimiento. Cada nueva misión al lado oculto no hace más que confirmar que, en ciencia, lo que no vemos suele ser mucho más interesante que lo visible.
Los planes para volver a la Luna ya no se tratan solo de repetir las hazañas de Apolo. El descubrimiento de su "corazón descentrado" ha transformado la Luna de una simple parada técnica en el camino a Marte en un destino científico de primer orden. La próxima década de exploración lunar estará dominada por una cacería geológica: seguir las pistas gravitatorias y sísmicas para desenterrar, por fin, los secretos mejor guardados de nuestro compañero cósmico.