Animales

¿Por qué hablan los loros y no los chimpancés?

Los chimpancés son más inteligentes y están más cerca de nosotros en términos evolutivos, pero son incapaces de hablar

Psitácido
Psitácido alvaroas8a0 Pixabay

No somos el único animal que habla. Según la RAE, hablar es, estrictamente, emitir palabras, y eso no significa que tengamos que entenderlas. Según ese criterio, los loros y los cuervos son los dos grandes ejemplos de habla en el mundo animal. Porque si nos referimos a palabras, la definición está clara, son unidad lingüística humanas que separadas por pausas o espacios. Eso excluye las vocalizaciones de otros animales que, aunque se comunican mediante sonidos complejos, como los perritos de las praderas o los delfines, no podemos llamar a estas voces “palabras”, aunque se repitan con un significado constante. Los psitácidos y los córvidos, en general (las familias a las que pertenecen respectivamente loros y cuervos), tienen una especial facilidad para imitar sonidos humanos y, en algunos casos, parece que llegan a comprender de forma rudimentaria la relación entre estos sonidos y su significado.

Está claro que loros y cuervos son animales especialmente inteligentes, pero no son los más avispados. Pensemos en los grandes simios: gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes. Son nuestros parientes más cercanos, hace apenas 4 millones de años que nos separamos definitivamente de los chimpancés. Sería lógico que animales anatómicamente tan cercanos a nosotros y con un intelecto superior al de loros y cuervos fueran más capaces de imitar nuestros sonidos de lo que realmente lo son. Su limitación vocal es tal que los experimentos sobre lenguaje en grandes simios han prescindido de la palabra hablada para centrarse en la lengua de signos. ¿A qué se debe esta limitación?

¿Una cuestión de cerebro?

¿Es posible que la limitación se encuentre en el cerebro de los grandes simios? Cabe la posibilidad que, por poco tiempo evolutivo que nos separe, desde el último ancestro común con los chimpancés nuestro cerebro haya cambiado una serie de características necesarias para desarrollar el habla. Sería perfectamente plausible, pero tras estudios detallados de neuroanatomía comparada y de otras disciplinas relacionadas, la mayor parte de hipótesis apuntan a que no hay grandes diferencias neurolingüística entre nuestro cerebro y el de un gran simio y que el motivo por el que no han desarrollado el habla es mucho más trivial: no pueden vocalizar. Los seres humanos nos caracterizamos por tener un control especialmente preciso sobre los músculos implicados en la fonación, en el habla.

En principio, ellos tienen estructuras similares a las nuestras potencialmente capaces de decodificar el lenguaje y producirlo. De hecho, se ven implicadas en el uso de la lengua de signos. No sabemos si serían capaces de soportar un lenguaje hablado del mismo modo, pero todo nos hace pensar que sí y que, por lo tanto, tenemos que enfocar nuestros esfuerzos en comprender las limitaciones que tiene su aparato fonatorio. Porque, si comparamos nuestra laringe con la del resto de mamíferos, veremos que la nuestra ocupa una posición más baja. Tenemos un generoso espacio por encima de ella que nos permite modular la voz y hacer audibles los tonos que producen nuestras cuerdas vocales cuando vibran.

La palabra adecuada

Los bebés humanos, de hecho, también tienen la laringe bastante elevada, lo cual les permite respirar mientras maman, pero complica la vocalización. A los dos años, su laringe habrá descendido, haciendo posible la fonación. Pero esto no es todo, porque junto con este cambio anatómico se produjo una mutación en nuestro ADN que pudo marcar la diferencia con otros grandes simios. El gen FoxP2 se expresa, entre otros sitios, en el sistema nervioso central, y si muta, sus portadores pueden mostrar problemas a la hora de encontrar las palabras para expresarse, convirtiéndolo en un sospechoso perfecto. De hecho, aunque el gen FoxP2 se ha mantenido más o menos constante durante la evolución de los vertebrados, nosotros somos una excepción. Este ha mutado desde que nos separamos de los chimpancés, nuestros parientes más cercanos.

Por desgracia, no parece que FoxP2 haya sido determinante en la evolución de la vocalización para animales no humanos, pero sí sabemos que el aparato fonatorio de las aves es clave para que cuervos y loros sean capaces de imitar a la perfección nuestras voces. Así que, después de todo, es una cuestión más anatómica que cerebral. Evidentemente, no está exenta de cierta inteligencia, pero tampoco demasiada. Podríamos pensar, entonces, que la verdadera clave es una comunión entre ambas capacidades, suficiente inteligencia como para comprender que el lenguaje humano es una forma de comunicación que podemos imitar y, por supuesto, la garganta adecuada para imitarlo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Cuando se habla de lenguaje en animales es difícil encontrar consenso en las definiciones. Si nos ponemos laxos, incluso los gatos parecen querer comunicarse con los humanos de una forma especial, imitando nuestra habla con sus maullidos que, según han revelado algunos estudios, dependen incluso del idioma en que hablen sus dueños. En cualquier caso, convendremos en que esto no es hablar, aunque lo intenten, y que tampoco es lenguaje. Porque no es lo mismo comunicación que lenguaje. El lenguaje es nuestra capacidad cognitiva para producir y comprender una lengua, que sería un código de signos concreto con unas reglas propias (sintaxis) y una correlación entre palabras y significados (semántica).

REFERENCIAS (MLA):

  • Tecumseh Fitch W. and Reby David 2001The descended larynx is not uniquely humanProc. R. Soc. Lond. B.2681669–1675 http://doi.org/10.1098/rspb.2001.1704
  • Ghazanfar, Asif A., y Drew Rendall. “Evolution of human vocal production.” Current Biology, vol. 18, no. 11, 3 de junio de 2008, pp. PR457-R460, doi:10.1016/j.cub.2008.03.030.