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Sue Lyon, marcada a fuego por Lolita

La actriz que dio vida a la niña lasciva del cine, falleció el jueves a los 73 años. Un papel que definió su carrera, y su existencia, marcada por cuatro matrimonios, y del que no pudo desprenderse jamás.

Sue Lyon se convirtió en la imagen de todas las Lolitas con esta foto del filme de Stanley Kubrick
Sue Lyon se convirtió en la imagen de todas las Lolitas con esta foto del filme de Stanley Kubricklarazon

La actriz Sue Lyon fue «la ninfa perfecta» para encarnar la «Lolita» de la novela de Vladimir Nabokov en el cine, elegida por el director Stanley Kubrick con el visto bueno, precisamente, del novelista. Por temor a que la censura le acusara de pedofilia, Kubrick aumentó a catorce años la edad del personaje de la novela, de doce años.

Sue Lyon tenía quince cuando comenzó el rodaje y dieciséis cuando terminó. No le permitieron acudir al estreno mundial y cuando leyó la novela no se enteró de nada. Pretender que no se sabía entonces que tanto la novela como la película trataban con laxitud la pederastia es un tanto ingenuo. En Estados Unidos se toleraba más que en Europa. El cantante Jerry Lee Lewis se casó en Kansas, donde se autorizaban los matrimonios con menores, con su prima de trece años Myra Brown. Fue al llegar a Gran Bretaña cuando la Prensa lo acusó de pederasta y su gira, con su mujer embarazada, se acabó, como su carrera.

Escenas comprometidas

Kubrick hizo lo imposible para que la relación entre el pederasta Humbert Humbert y Lolita no pareciera lo que sugería. De acuerdo con la censura, rebajó al máximo las escenas comprometidas de la novela, que había causado estupor al publicarse en 1955. Kubrick compró los derechos de la novela y junto a Nabokov pensaron en la Lolita perfecta. La primera fue Brigitte Bardot, pero el escritor prefería a Catherine Demongeot, la niña de «Zazie dans le métro» (1960). En un casting de ochocientas niñas se rechazaron tanto a Sandra Dee como a Hayley Mills y Tuesday Weld. A Kubrick, que había visto a Sue Lyon en un capítulo de la teleserie «Letter to Loretta» (1953), le convencieron sus pechos, muy grandes para sus trece años de edad. Sin duda, Sue Lyon consiguió personificar a la Lolita que describió Nabokov en su libro y convertirla en un fetiche del amor a las nífulas, tan de moda en los años 50.

Docenas de adolescentes perversas y voluptuosas se convirtieron al momento en mitos eróticos juveniles. Incluso, Simone de Beauvoir escribió de «BB» que su erotismo no era mágico, sino agresivo. «Brigitte Bardot es el ejemplar más perfeccionado de estas ambiguas ninfas. Tiene el tipo de dignidad espontánea; algo de la gravedad de la niñez». A «BB» la imitaron Marina Vlady, Mylenne Demongeut, Pacal Petite y François Arnoul y en América Caroll Baker causó una gran escándalo con «Baby Doll» (1956), de Elia Kazan, con guión de Tennessee Williams, en la que aparecía en una cuna chupándose el dedo con lascivia. «Times Magazine» lo calificó como «el filme norteamericano más sucio exhibido legalmente».

Pero fue la imagen de Sue Lyon en bikini la que convirtió a Lolita en el objeto más deseado del pederasta, magnificada por el cartel del fotógrafo Bert Stern, en el que la joven luce gafas en forma de corazón y chupa una piruleta. Es aquí donde el mito se hace carne de escándalo. Desde entonces el nombre de Lolita se asocia a la precocidad sexual de las preadolescentes. Su vida fue desequilibrada no solo por su gran triunfo a los quince años, sino porque era una maniaco-depresiva medicada desde la adolescencia.

Para Sue Lyon, Lolita era un personaje neurótico y patético por el desmesurado egoísmo. Su estrellato también fue breve. Grabó «Yah Yah Lolita», un twist con la música del filme en el que únicamente decía «yah, yah». Mientras que su vida, que discurrió de plató en plató y de marido en marido, era un completo desastre emocional y físico. Sufrió, además, un accidente de tráfico que la postró en una silla de ruedas durante dos años. En 1971, se casó con un jugador de fútbol negro, con el consiguiente escándalo. Su carrera como actriz tocaba a su fin. Sus mejores papeles fueron «La noche de la iguana» (1964), de John Huston, y «Siete mujeres» (1966), de John Ford, en su etapa final de Hollywood.

A punto de ser Bonnie

Estuvo a punto de que Warren Beatty la seleccionara para la cinta «Bonnie y Clyde», pero el actor al final prefirió a Faye Dunaway. Ante ese rechazo, Sue Lyon decidió huir con su marido a España donde rodó «Cuatro cabalgaron» (1970) y una de ciencia ficción de Eloy de la Iglesia: «Una gota de sangre para morir amando» (1973). Su adiós al cine lo hizo con un filme menor, hoy casi olvidado, «Aligator: La bestia bajo el asfalto» (1980). La carrera de esta fue corta y, en realidad, muy poco importante. La típica estrella fugaz de Hollywood marcada por un papel de por vida. Y también por su precocidad y la desgracia. Se casó por tercera vez con un presidiario, Gary «Cotton» Adamson, que cumplía condena por robo y asesinato en la prisión de Colorado, trabajando en Denver como camarera hasta que se divorciaron cuando Gary volvió a prisión acusado de robo. La intérprete declaró al final que su destrucción como persona provino de su participación en «Lolita» y llegó a declarar que «esa película me expuso a tentaciones a las que ninguna niña de esa edad debía ser sometida».

«Pecado mío, alma mía»

«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta», decía el inicio del que fue el texto más complejo de escribir para Vladimir Nabokov, hasta el punto de querer lanzarlo al fuego. Cuando vio la luz se le acusó de insinuar actitudes pornográficas, lascivas, pederastas, y hasta sería prohibido por el ministro francés del Interior. Pero junto con aquellos ataques, el autor ruso acuñó un concepto nuevo y universal mediante las palabras «lolita» y «nínfula»; además, con «Lolita», Nabokov traslada a la literatura trayectos en coche por la América profunda de moteles y carreteras interminables, como después el cine explotará hasta la saciedad, después de haber hecho un viaje para acudir a la Universidad de Stanford, cuando ya tenía confirmado en el Wellesley College de Massachussets un puesto de «escritor residente», todo lo cual le hará descubrir la América de las montañas, los ríos y los desiertos. Este es justamente el escenario que presentará el texto tras su prólogo apócrifo, que firma un psicólogo, antes de que tome la voz narrativa Humbert Humbert, seudónimo de un cuarentón fascinado por Dolores Haze, su futura hijastra, el cual confiesa haber matado al novio de ésta. En una nota de la edición de 1956, Nabokov apuntaba los orígenes de la trama: «El primer débil latido de “Lolita” vibró en mí a fines de 1939 o principios de 1940, en París». Escribe entonces un cuento donde está condensado el argumento, pero a sus amigos no les gusta y acaba destruyéndolo, aunque a finales de la década acabe retomándolo, una vez establecido en Estados Unidos tras pasar por Londres, Berlín y París.
Esta historia de pederastia, infidelidad y violencia doméstica sería escrita parcialmente en ruso, francés e inglés, las lenguas que aprendió desde bebé hasta que esta última se impuso, y pudo haberse inspirado –lo explicó Sarah Weinman en «The Real Lolita: the Kidnapping of Sally Horner» (2018)– en un secuestro que sufrió una niña en Camden, Nueva Jersey. Ocurrió pocos días después de que cumpliera once años, en junio de 1948, a manos de un pederasta llamado Frank La Salle; de hecho, el antihéroe nabokoviano sería condenado a treinta y cinco años por violación, la misma sentencia que había recibido La Salle.
Toni MONTESINOS