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Un baile en la verbena de la vida adulta

Lucía Alemany retrata en «La inocencia», su personal ópera prima, las dificultades de un periodo vital tan confuso y estimulante como la adolescencia

La debutante Carmen Arrufat protagoniza el bautismo cinematográfico de Lucía Alemany, "La inocencia"
La debutante Carmen Arrufat protagoniza el bautismo cinematográfico de Lucía Alemany, "La inocencia"SOPHIE KOEHLER

En las calles del municipio valenciano de Traiguera la lubricidad adolescente, el descubrimiento del deseo y la prisa por encontrarse se funden con la algarabía de las verbenas de pueblo y el sonido de los «peces de hielo» de los cubatas que preludian la llegada atropellada del verano. Lis todavía no tiene edad ni necesidad de ocuparse de los problemas sintomáticos de la edad adulta pero la vida tiene reservado un futuro para ella lo suficientemente inesperado como para que la madurez tenga que convertirse en un ejercicio de obligado cumplimiento. En «La inocencia», la ópera prima de la cineasta Lucía Alemany, la rebeldía y el capricho se confunden hasta parecer la misma cosa.

Tras su paso por la 67ª edición del Festival de San Sebastián, esta joven heredera del espíritu naturalista de la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) disecciona las contradicciones de una etapa de transición complicada como la adolescencia y profundiza en el drama familiar sin deleitarse en el cariz melodramático de la pena: «Desde que tenía 18 años quería dirigir. Me fui a estudiar Comunicación Audiovisual a Vic. Después de acabar mi etapa en la ESCAC ya había dirigido el corto final y hubo un momento en el que sentí que la inspiración ya no me fluía. No había conseguido trabajo, la publicidad no me gustaba...era todo muy complicado y pensé que no iba a estar toda mi vida luchando por algo que no sabía si iba a conseguir», comenta Alemany sobre sus comienzos. El grado de implicación personal de la directora con el personaje de Lis, a quien da vida la debutante Carmen Arrufat, es reveladoramente intenso, tal y como reconoce la propia Alemany: «En realidad casi la totalidad de mi espíritu se ha quedado en esta película. Durante tres años seguidos he puesto en su creación todo lo que tenía. Paciencia, errores, vísceras. Todo».

La vocación circense de la protagonista pronto se convierte en el origen de una frustración pero también en el motor de su felicidad y en la única oportunidad esperanzadora para escapar de una realidad asfixiante propiciada por la figura paterna (Sergi López): «En el momento en el que tienes que elegir tu futuro con 18 años te das cuenta de que en el sistema educativo algo falla. Tendría que haber más libertad. Lis no sabe lo que quiere pero conoce lo que le gusta. De hecho resulta curioso, porque una de las cualidades que buscaba cuando empezamos a tantear gente para el papel es justo la que no cumplía Carmen. El perfil deportista. Pretendía que Lis estuviera un poco más fibrada, de modo que se sometió a un entrenamiento. Sin embargo, había algo en sus gestos, en esa cara de inocencia, en esa mirada, en esa naturalidad de los gestitos que se le escapaban sin darse cuenta que enseguida sentí que era ella».

En línea con ese realismo explícito, oportuno y cadencioso de las producciones catalanas recientes encabezadas por directores como Carlos Marcet, Carla Simón o Marta Lallana e Ivet Castelo, en «La inocencia» el verano y las tradiciones vuelven a convertirse en origen de una búsqueda vital incipiente y la familia en el elemento capaz de vertebrar todo el esqueleto de los sentimientos que despierta esa búsqueda. Alemany señala a este respecto: «Si consiguiéramos que la familia tratase a los hijos con un amor incondicional y absoluto y un respeto basado en la escucha sería mucho más sencillo todo. El ejemplo que ven en casa las nuevas generaciones condiciona la manera que tienen de quererse y de saber querer actual».