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Cine
Duelo argentino: volver para aprender a irse con los labios azules
En "Los domingos mueren más personas" el cineasta argentino explora la gestión de la pérdida desde la ternura y lo patético

"Qué caro es morirse", reflexiona Dora en una escena verbalizando uno de los pensamientos tal vez más universalmente compartidos del último siglo. El cine acercó puntualmente al destinatario de esta afirmación a la idea de lo inmortal y empezó a ponerse detrás de una cámara para precisamente tener una herramienta con la que poder encapsular el tiempo regalado de las personas que quería y estaban vivas pero un día iban a dejar de estarlo. Como su padre. El cineasta, productor, guionista y también actor argentino Iar Said canaliza su relación con la muerte y con el recuerdo de la de su progenitor para configurar una suerte de retrato familiar íntimo, y en ocasiones hasta almodovariano, atravesado por la ironía, la ternura, el patetismo y la apatía en su segundo y personalísimo largo: "Los domingos mueren más personas".
Reconocía el director durante la entrevista que mantuvimos durante su participación en la pasada edición del Festival de San Sebastián que "en mi película anterior ("Flora no es un canto a la vida") hablaba sobre una tía abuela mía de 90 años que reúne a la familia para organizar su propia muerte y en cierto modo lo utilicé como una excusa para sentir que no termina la vida con la muerte, como que continúa en algún lado. En ese sentido, sobre todo a raíz de la muerte de mi padre, me cambió un poco la perspectiva, como que pasó a convertirse en algo cercano y dulce, lindo; yo cuando pienso en mi película me lleva a un mundo nuevo, me convierte en director y en conocedor directo de cosas de mi vida que pueden parecerse mucho a las de los otros".´
"Me gusta mostrar lo imperfecto, las miserias, el dolor, reírme de eso, siempre acompañando el recorrido del corazón de los personajes imperfectos, de todos los que fallan en algún momento"
Cuando reescribió la cinta, su padre estaba vivo, "pero sentía que era incapaz de ponerle nombre a una sensación que estaba atravesando, estaba angustiadísimo pero tenía que seguir, no entendía cómo podía explicar esa situación y creo que en la película lo que necesita el personaje de David era medio esto, justo lo que me estaba pasando a mí, por es una persona que no entra en ningún lado, que no sabe bien dónde está parado, que no puede con su vida y que sigue por inercia aunque por adentro esté atravesando miles de fantasmas y anhelos. En ese sentido no es una historia real, pero sí hay algo que es real, como la transcripción del duelo y del estado anímico que está atravesando y bueno y posibles conversaciones medio inventadas con mi familia que no tuve en su momento, pero cosas que yo me imagino que mi madre me hubiese dicho o mi tía me hubiese dicho o la propia mirada mía sobre esa situación que ellas estaban atravesando también".
El corazón de personajes imperfectos
Tal es el nivel de traslación de afectos propios que se advierte en esta nueva propuesta, que es el propio Said quien la protagoniza interpretando a un joven judío de clase media homosexual con pánico a los aviones y poca o ninguna responsabilidad afectiva que va encadenando encuentros sexuales desapasionados y poco vinculantes sin ningún tipo de motivación ni propósito, vuelve de Europa a Buenos Aires temporalmente por el reciente fallecimiento de su tío.
Y en ese transitar fallidamente evitativo por los rincones de una vida pasada que abandonó justo cuando estaba a punto de empezar a agitarse para perseguir el idolatrado sueño europeo, en esa vuelta familiar a la raíz de una identidad pasada que ya no se traduce necesariamente en la personalidad ni en las necesidades presentes, David, escoltado por la triada de mujeres que le ha criado desde su madre hasta sus tías, se entera de que la primera ha decidido desconectar el respirador de su padre, lo único que lo mantiene vivo desde hace años, y se niega a visitarle para no tener que enfrentarse al dolor de verle desaparecer.
"Me gusta contar las historias cercanas que no están contadas, o que no están contadas como a mí me gustaría que lo estuvieran. En ese sentido, creo que mi película muestra el mundo LGTBIQ+ no hegemónico, y siento que para mí las películas con contenido queer se convirtieron en algo casi como desfiles de moda, poco profundas y muy superficiales en lo estético, y a mí –prosigue– me gusta mostrar lo imperfecto, las miserias, el dolor, reírme de eso, siempre acompañando el recorrido del corazón de los personajes imperfectos, de todos los que fallan en algún momento", subraya cálido el director en forma de despedida, reivindicando una forma distinta y más apegada a una complejidad vital menos cómoda y festiva de contar las historias en donde se ven involucradas personas del colectivo con roles principales. Porque la disidencia a veces también duele sin florituras narrativas ni dramatismos exacerbados, es normal, cotidiana, terriblemente prosaica y es fea, rutinaria, costumbrista. Incluso deshidratada.
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