Estreno

«Combustión»: Jugar con fuego a 200 km/h

Dirección y guión: Daniel Calparsoro. Intérpretes: Alex González, Adriana Ugarte, Alberto Amman, María Castro. España, 2013. Duración: 104 minutos. Thriller.

«Combustión»
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Dicen que Daniel Calparsoro ha cambiado mucho desde aquel devastador y brutal «Salto al vacío» con el que debutara en 1995, pero, a excepción de esa hipotética madurez, de esos miedos odiosos, de esa experiencia para bien o para mal que te da la vida y te da sobre todo el transcurrir de los años, en su caso, no tanto. Bueno, lógico, si obviamos que ahora probablemente mire más por los euros invertidos, que ya sabemos de qué va la historia. Los dramas urbanos de pintadas callejeras marcados por los deseos que mueven y dominan a sus personajes (de amar, de sexo, de poder, de cambiar, de huir hacia otro futuro ahora mismo y para siempre) siguen marcando los intereses del cineasta vasco. Ejemplo: esta «Combustión» en la que juegan con fuego y llegan a quemarse hasta el tuétano los protagonistas del filme, un peligroso y potente trío formado por Navas, ladrón con altas miras amante de la velocidad, el dinero ajeno y las carreras ilegales; Ari, la atractiva novia-gancho del anterior que de pronto entiende que ha estado equivocada, y Mikel, un ex piloto de dudoso pasado y tableta de chocolate negro a punto de casarse con la rica propietaria de una joyería que la pareja intenta destripar. Pobre e ingenua chica ésta, de qué manera castigan su devoción por él. La cámara de Calparsoro se mueve de nuevo elegantemente entre coches de alta gama, entre los trapos manchados de grasa de un taller-tapadera, entre escenas de sexo que hacen saltar chispas, entre traiciones intuidas y apuestas exageradas que pueden costarte el pellejo, entre las dudas de dos ambiguos tipos (a veces, quizá ,demasiado, y pienso básicamente en el extraño Mikel) que se admiran tanto como se odian al borde del precipicio mientras el guión sufre algunos interesantes giros en un «thriller» de buena factura técnica con la (loable, que hablamos de una industria) pretensión de rentabilizar en taquilla la química que envuelve a sus actores, muy guiados por el director. Pues que arda hasta los cimientos.