Literatura
Bebi Fernández: “La esclavitud sexual es un problema enraizado en la sociedad”
La escritora valenciana publica “Reina”, segunda parte de “Memorias de una salvaje”
La escritora valenciana Bebi Fernández denuncia que la trata de mujeres para ser explotadas sexualmente es un problema “enraizado en la sociedad” y apela a la población a responder ante esta situación: “Pasamos todos los días por clubes de alterne donde puede haber esclavas sexuales y no nos importa”.
Así lo lamenta en una entrevista con motivo de la publicación este jueves de “Reina” (Editorial Planeta), segunda y última parte de “Memorias de una salvaje”, de la que lleva vendidos desde 2018 más de 85.000 ejemplares, y tras haberse convertido en un fenómeno virtual y un referente del feminismo en las redes sociales.
Nacida en 1992, esta crimonóloga especializada en violencia de género, intervención criminológica y delincuencia organizada desvela en estas novelas, “con un poso de realidad muy duro”, la forma de actuar de las mafias dedicadas a la trata de mujeres para ser explotadas sexualmente.
Bebi Fernández asegura que “le daba miedo” enfrentarse a la continuación de “Memorias de una salvaje” porque seguir con una historia así, “tan dura y tan real”, era “dura de escribir” para ella como escritora, pero también “dura de asimilar para el futuro lector”.
“Yo tenía perfectamente en la cabeza cuál era el final de esta historia. Me lo pensé mucho -el escribirla- y decidí no hacerlo, pero luego, vino 2020 y dije: igual este es el momento”, y señala que la inspiración le llegó “cuando comenzó la pandemia propiamente dicha”.
Ahí fue cuando su mecha se encendió. En esas circunstancias tan excepcionales fue cuando empezó a escribir y vomitó la novela entera, pues, como ella misma destaca: “Yo no escribo, vomito”. “Es como si mi cabeza me gritara lo que ya está escrito en ella”.
Una novela necesaria
Una vez escrita, considera que esta parte final “era muy necesaria”, y señala que “Reina” se centra “mucho más en el thriller y la acción”, y en concreto, en esa acción “que todo el mundo estaba esperando que por fin de una vez sucediera”.
“Es como una cuenta atrás antes de que explote la bomba”, asegura Bebi Fernández, quien destaca que en su primera novela ha hecho descubrir al lector cuáles son las estructuras y la forma de ejercer la violencia de estas organizaciones criminales, y ahora va a hablar de los orígenes de esas actitudes.
Considera que esto pone al lector en un aprieto emocional muy grande, ya que va a hablarle “del germen, de cuál ha sido el caldo de cultivo” de los que en sus novelas son conocidos como “los hombres de hielo”.
“Sabemos quiénes son y sabemos que se encuentran entre nosotros y que nuestras ciudades tienen mujeres que están siendo explotadas y esclavizadas sexualmente con la connivencia de mucha gente y gracias a la tolerancia de todos”, denuncia.
Apelación al lector
El final de la novela es una interpelación directa al lector, al que considera actor necesario para acabar con este tipo de prácticas, “un problema que tenemos tan enraizado dentro de nuestra propia estructura social”, que miramos pero no lo vemos. “Pasamos todos los días por clubes de alterne donde puede haber esclavas sexuales y no nos importa”, denuncia.
Para Bebi Fernández, debería ser la sociedad la que responda ante esto. “Las sociedades tienen los delincuentes que merecen y yo no quiero una sociedad que se merezca este tipo de delincuentes, eso lo tengo clarísimo”, afirma.
Asegura, además, que la novela plantea al lector “un dilema no sólo moral, sino psicológico e íntimo” porque la protagonista “lucha contra ella misma todo el rato, no solo contra otros, sino contra ella misma, contra lo que es”.
“No es una historia entre buenos y malos, es una historia de monstruos y de en lo que uno debe convertirse a veces para luchar contra ellos”, destaca, y advierte: “Cuando uno mira largo tiempo un abismo, el abismo también mira dentro de él. Eso es lo que le va a pasar al lector”.
Heroína generacional
Considerada como una “heroína generacional”, esta escritora, que usa un pseudónimo por cuestiones de seguridad, aspira con sus novelas a cambiar conciencias y cree que lo ha logrado con la primera, pues la frase que más le remiten sus lectores es: “Me has cambiado mi forma de ver las cosas”.
Confía en que ese cambio se amplíe con esta segunda parte y está segura de que dará sus frutos en el futuro, aunque ella esté ya “criando malvas o prímulas”.
Aunque no le gustan las etiquetas porque “le pican en la nuca”, cree que la de “heroína generacional” es “preciosa”, pero advierte de que “no es una persona que se convierta en las etiquetas que le ponen”, sino “una chica que escribe”, que así vive y así va a morir.
Es consciente de la responsabilidad que conlleva tener un altavoz como el que ofrecen las redes sociales, cuyos seguidores se cuentan por cientos de miles, pero eso cambiará su forma de expresarse, donde dice lo que piensa y muestra un humor “muy ácido” que, a veces, “escuece a cierta parte de la sociedad”.
“Mis formas son muy genuinas y creo que son las que hacen que mi discurso cale más”, asegura.
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