Entrevista

Cristóbal Aguado (AVA): "Los agricultores valencianos estamos casi en un punto de no retorno y luego lloraremos"

Las restricciones de Bruselas, la falta de relevo generacional y el cambio climático que trajo la dana lideran sus preocupaciones

Cristóbal Aguado en la entrevista en su despacho el pasado miércoles
Cristóbal Aguado en la entrevista en su despacho el pasado miércolesDavid Soler CrespoLa Razón

Cuenta ya con 74 años y 28 de ellos los ha pasado encabezando la lucha agraria como presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), pero todavía le queda cuerda para un último mandato cuatro años más. En su voz se nota la energía de un joven reivindicativo, de convicciones arraigadas y amor hacia una tierra, la valenciana, que está «casi en un punto de no retorno» por las restricciones desde Bruselas, la falta de relevo generacional y el cambio climático que trajo el 29 de octubre una «dana extraordinaria» que no es la primera: «Los agricultores a lo largo de los últimos 30 años hemos tenido un montón de danas».

¿Siete meses después de la dana, qué principales retos hay para la agricultura?

Siguen habiendo muchos hándicaps que no se garantizan con las órdenes del Gobierno. Muchos agricultores no van a verse compensados por los daños y hay campos que han desaparecido enteros: vallas, tierra, árboles, toda la producción... y no van a recibir la compensación adecuada.

Un problema grave lo tienen aquellos agricultores con campos lindantes con cauces que van a pasar a ser de Dominio Público Hidráulico, es decir, parte del río que se ha ensanchado. ¿Qué van a hacer?

Esto del DPH es una tragedia. Si quisiéramos decir que hasta dónde llegó el agua es zona inundable, pues oye, todos los pueblos, unas 80.000 hectáreas, tendría que ser DPH. Ahora se centran en los campos que lindan con cauces, que hay que recuperar o convertir en DPH, pero eso sí, pagando lo que corresponda para que esos agricultores puedan comprar tierra en otro sitio y seguir siendo agricultores.

Otro gran problema son las cañas que estaban en barrancos y ahora se enraizan en campos, dificultando los cultivos. ¿Se protege a una especie invasora más que al cultivo?

Algo hemos hecho mal, está muy claro. Un agricultor va a cortar una caña para hacer unos tomateras y lo denuncian. Un agricultor va a hacer un margen de obra y coge cuatro capazos de grava de los arrastres que salen de los barrancos y lo denuncian. Ahora ya tenemos montones de de gravas en muchos barrancos que cercan el paso natural de evacuación y cañaverales que se han multiplicado de una forma alarmante que nadie quema ni limpia para que se regenere en verde, de forma que, si no es una cosa extraordinaria como esta dana, por lo menos mantenga el talud estable ante lluvias.

¿Echó de menos la agilidad posterior de las administraciones?

Durante la dana hubo agricultores que salvaron a personas sacándolas por los balcones con las palas de los tractores. Todos nos volcamos, pero necesitábamos ante la dimensión tan enorme, pues mucha más cercanía. Nos hubiera gustado que las administraciones hubieran reaccionado muy rápidamente.

¿Cree usted que se podría haber evitado la catástrofe?

Hay que pensar por qué hemos tenido tanto daño en esta Dana. Fue una lluvia súper extraordinaria, pero hubiéramos podido minimizar ese daño. Llevamos más de 20 años en AVA reivindicando embalses para almacenar agua en situaciones extraordinarias, porque no todos los años llueve y de cuándo, en cuándo tenemos sequías cíclicas. Por tanto, cuando cae el agua hay que almacenarla, Pero también hay que hacer barrancos más grandes y mantenerlos limpios y hablar con los ingenieros de caminos para que de verdad como expertos estudien esas grandes carreteras que hemos hecho en alto: antes todo era llano y los campos laminaban el agua en bajo nivel, pero ahora las hacen en altura y nos meten tres metros de agua en los campos que no se soportan.

Usted lleva más de treinta años al frente de la defensa agraria: ¿han cambiado las reindivicaciones?

Seguimos teniendo más o menos similares reivindicaciones porque desde siempre la lucha en una organización agraria reivindicativa de empresarios agrarios es un precio justo por nuestras cosechas, que se nos pague adecuadamente, que no se firmen acuerdos con países certeros que signifiquen un dumping social y económico, y eso ha sido la constante.

Hace treinta años a lo mejor la salida laboral hacia el campo era más atractiva, pero hoy pocos cogen las tierras aunque tengan sus familiares. ¿Es una preocupación del sector?

Cada vez la situación ha ido empeorando. En este momento tenemos la media de edad más alta y la menor incorporación de jóvenes de nuestra historia, algo que nos preocupa. Para trabajar en el campo los jóvenes tienen que tener una garantía de continuidad, bien sea en precios, en seguros de renta y en estabilización de producción. Muchas familias ya no tienen continuidad generacional porque los hijos han visto que la calidad de vida en una gran empresa industrial o en administración es mayor, con una mayor seguridad, aire acondicionado y vacaciones cuando tocan, cuando aprieta el calor. De alguna manera, los políticos tienen que saber que la población que sufre incomodidades, que tiene mucho de vocación y que además es la que genera el alimento que necesitamos todos los días, tiene que tener un reconocimiento especial y un trato exquisito. Hoy no está y las consecuencias están a la vista.

En el campo vemos cada vez más personas inmigrantes ante la falta de personas españolas por el declive demográfico. ¿Es un nigeriano el futuro del campo valenciano?

Hoy hay un problema de mano de obra que no es solo en el sector agrario, es en la mayoría de sectores industriales de nuestra área económica, y esto implica un análisis en profundidad. Están viniendo muchos inmigrantes y es verdad, son necesarios, pero es vital que la inmigración esté regulada, que tengan una formación, si es posible hasta en su propio país o en alguna zona intermedia, y que se incorpore gente a distintos sectores con contratos para trabajar. Hoy en día tenemos un problema para encontrar hasta gente inmigrante para trabajar en el campo, gente cualificada que sepa porque puede parecer una cosa sencilla, pero no es lo mismo cortar ramas que podar, formar el árbol, hacer el cultivo productivo y que produzca más calidad.

Usted incide mucho en el rol de Europa: ¿qué papel ha jugado e esa depreciación del sector?

Entramos en 1986 en la Unión Europea y tuvimos 10 años de periodo transitorio, pero después dimos por perdida la preferencia comunitaria. Eso nos puso a la agricultura mediterránea y de frutas y hortalizas a los pies de los caballos, porque los acuerdos que iba firmando la Unión Europea no guardaban una reciprocidad. Europa nos está negando el futuro porque prima más la industria de transformación que la agricultura productiva. Estamos casi en un punto de no retorno. O Europa cambia su política y empieza a defender una política verde donde los agricultores son los protagonistas o pagará las consecuencias de una política errática y equivocada.

¿Es la tecnología una de las soluciones para mantener la productividad con menos personal?

Las tecnologías, la mecanización y lo que viene de inteligencia artificial de cara al futuro está haciendo que haya muchísima menos gente y al mismo tiempo seamos capaces de mantener el nivel productivo. la agricultura del futuro es una agricultura con mucha tecnología, pero con agua. Si no hay agua, las cosechas no son estables, la gente no tiene estabilidad y por tanto abandona las tierras.

El cambio climático ha traído nuevos cultivos como el aguacate. ¿Es este el futuro, optar por nuevas frutas que no son autóctonas?

La crisis política de Europa que hemos padecido con los cítricos ha hecho que muchos agricultores que quieren seguir estando en el campo estén buscando alternativas, y una de ellas que ha crecido de forma notable, es el aguacate. Valencia tiene rincones muy especiales donde esa climatología se da. Es más, aunque estemos al límite, a veces eso te da un plus de calidad. Hemos patentado una marca de calidad del aguacate de la Comunidad Valenciana y estamos buscando nuevos cultivos que pudieran adaptarse.

Las bodegas han sabido atraer el enoturismo, ¿es una vía extensible a otros productos para diversificar ingresos?

Los agricultores hemos aprendido que una buena promoción, una buena presentación, una buena calidad, es sinónimo de demanda y de consumo. Hoy hay fincas de cítricos y fincas de algún tipo experimental donde tenemos miles de visitas al año, incluso de niños de colegios que vienen para que les hagamos explicaciones sobre la dieta mediterránea. Eso tenemos que incentivarlo.

La población valora las naranjas y mandarinas valencianas, pero luego le cuesta ir al mercado y comprarla. ¿Por qué?

Si prohibimos juntar campos, hacer fuego localizado y construir infraestructuras para mejorar la capacidad productiva, la diferencia de precios que se genera es tan alta que vienen las grandes superficies de producción totalmente mecanizadas y venden a un precio tan bajo que el consumidor dice, pues yo compro ahí porque la diferencia es muy grande.

Tampoco se consume preparada, ¿nos vendemos mal?

Es difícil encontrar naranja preparada en un restaurante. Hay veces que pides fruta y parece que los ofendas. Esa es la asignatura pendiente que tenemos, los valencianos somos demasiado «meninfots», no cuidamos lo nuestro.

¿Qué mensaje final envía?

Que se den cuenta en Europa de que la burocracia nos asfixia, con estas medidas se van a quedar sin agricultores y cuando se llegue al punto de no retorno total, entonces lloraremos el depender de fuera. Es un riesgo extraordinario que los políticos no están midiendo.