Opinión | A través del espejo
Lo que se lleva la DANA: 200 (y más) vidas perfectas
Es imposible mirar hoy el cielo de Valencia y no sentir un profundo dolor, la historia se repite
He oído tantas veces el relato de cómo mi padre sobrevivió a la riada de octubre de 1957 que forma parte de la historia de mi vida. Mi abuelo Vicente fue a su cama y le dijo: «Levántate que viene riada». El río Turia, ahora desviado, comenzó a crecer, y había que pasar al otro lado para sobrevivir.
Mi padre tenía doce años y se asomó al balcón de su casa, desde donde podía tocar el agua con la mano, y vio pasar animales muertos, caballerías, vehículos, muebles, incluso un tranvía empujado por la corriente.
Con la ayuda de unos vecinos y sujetándose de una cuerda logró pasar junto a su hermano de cinco años y su hermana de dos al otro lado del río para ponerse a salvo.
67 años después Valencia no se ha inundado. Han quedado afectadas tres pedanías, pero el «cap i casal» ha quedado a salvo porque la tragedia obligó a construir un nuevo cauce que este pasado martes desaguó hasta 2.000 metros cúbicos por segundo.
67 años más tarde hay infraestructuras proyectadas para proteger a los municipios afectados que nunca se hicieron. Y eso que hace ahora 42 años que la «pantanà» de Tous volvió a dejar devastados a los valencianos.
Es imposible mirar hoy al cielo de Valencia sin sentir un profundo dolor y rabia. La historia no debería haberse repetido. 200 personas y (muchas más) ya no están. Faltan 200 (y muchas más) vidas perfectas porque, hasta ese día, todo era perfecto. Daba igual que quien quedó atrapado en su coche no tuviese trabajo, o que quien murió en su garaje estuviese enfermo. Todo era perfecto porque había vida.
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