Historia
La Riada de octubre de 1957, las lluvias que marcaron el futuro de toda la ciudad de València
“Nunca supe de dónde pudieron fijar la cuerda para sacarme de casa a mí y mis dos hermanos pequeños”, cuenta un testigo de la catástrofe
Hace 65 años, tal día como hoy también había alerta de lluvias. No la llamaban gota fría, ni DANA y no se podía seguir en directo a través de las redes sociales, pero llovió mucho. Las consecuencias de la Riada de 1957 fueron devastadoras, aunque tampoco se sabe con exactitud. Se estima que hubo entre 80 y 100 muertos y más de 1.700 personas se quedaron sin vivienda. Fue una tragedia que determinó el futuro del diseño de València.
«Serían alrededor de la una de la madrugada del día 13 de octubre cuando mi padre me despertó. Lo recuerdo perfectamente. Me dijo: ‘Levántate que viene riada’”. Es el principio de un relato de un vecino de València que fue testigo de lo que ocurrió esos días en la ciudad.
Adolfo Martí vivía con su padres y sus tres hermanos en el número 16 de Llano de Zaidía, frente al puente de San José. Un ramal de la acequia de Moncada, actualmente soterrada y procedente de Beniferri y Benimàmet, ya se había desbordado. «Entraba en la ciudad por Tendetes y circulaba paralela al Llano de Zaidía».
«La calle tenía un nivel un metro más bajo que el actual y era un torrente. El río venía muy crecido, pero todavía no se había desbordado. Desde mi casa en el primer piso podía ver una gran panorámica. Por momentos, el Turia creció y empezó a desbordarse. Al poco rato podía tocar el agua desde el balcón de mi casa».
Adolfo, que tenía entonces 12 años, recuerda como si lo estuviese viendo en este momento cómo pasaba de «todo» por la calle. «Animales muertos, caballerías, vehículos, muebles... Todo lo arrastraba la tumultuosa corriente. Al otro lado del cauce, por la calle Blanquerías un tranvía avanzaba lentamente empujado por la corriente de agua».
El rescate
Subieron al piso de sus vecinos de arriba y desde allí pudieron ver cómo el agua anegaba también el puente de San José. Así pasaron la noche.Comenzó a amanecer y el nivel empezó a decrecer. Todavía no sabe cómo un grupo de cuatro vecinos pudo llegar hasta la puerta. «Había más de un metro de agua y en movimiento torrencial. Nos dijeron que abandonásemos la casa, pues la de la esquina contigua, ya se la había llevado el agua. Era muy peligroso». Los vecinos comenzaron el arriesgado rescate.
«Empezaron conmigo, cuando llegaba la segunda riada, como pasó en la de 1949. Entre dos hombres ataron una enorme soga al tragaluz de la puerta con picaporte que daba acceso a la escalera y la llevaron hasta el puente de San José. No sé ni dónde la pudieron fijar. Me pusieron en medio de ellos y cogidos pudimos desplazarnos hasta el puente. Después cogieron a mi hermano, que tenía cinco años y a mi hermana de dos. La corriente era cada vez más fuerte, milagrosamente no se la llevó el agua».
El río crecía
No hubo tiempo para más. El agua iba con tanta fuerza por el cauce desbordado del río que los tres hermanos se quedaron solos en mitad del puente de San José, una infraestructura por la que también saltó el río. «El agua estaba a punto de volver a anegarlo porque llegaba la segunda riada, más fuerte que la primera».
Aún no sabe cómo, pero llegaron a casa de unos tíos que vivían en la calle Caballeros. «Recorrimos la calles con el barro hasta las rodilla, yo llevaba a mi hermana pequeña subida al cordero». Allí pasamos la noche y al día siguiente se encontraron con sus padres.
El final feliz de esta historia contrasta con la gravísima situación en la que quedó la ciudad. «No se sabe el número de personas que murieron. Desde el puente de San José al de Campanar había un asentamiento de chabolas que fueron arrastradas al mar por esta riada de 1957, igual que ya había pasado en la de 1949. No tengo conciencia de que se contabilizaran las personas que murieron. Sus moradores eran en ese tiempo como fantasmas».
Los análisis realizados concluyen que nunca se podrá saber lo que llovió realmente. Se hacen símiles que comparan el caudal que el Turia vertió con el del río Nilo. La solución para que no se repitiese la catástrofe fue construir un nuevo cauce, desviarlo de la ciudad, aunque a día de hoy, todavía queda por ejecutar la presa de Vilamarxant, una obra complementaria al denominado Plan Sur.
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