Historia
¿Sabías que la primera ciudad que tuvo agua potable en Europa está en España?
Fue a principios del siglo XIX cuando se planteó la posibilidad de crear por primera vez una instalación de filtros de agua que pudiera usarse para todo un grupo de población
Fue a principios del siglo XIX cuando se planteó la posibilidad de crear por primera vez una instalación de filtros de agua que pudiera usarse para todo un grupo de población. Las principales ciudades europeas como Londres o París llevaban la delantera. A principios del siglo XIX, las ideas que la Ilustración había extendido por todo el Viejo Continente habían transformado las sociedades del momento, que ahora parecía que avanzaban guiadas por la luz de la ciencia y el conocimiento, dejando atrás, o al menos en un segundo plano, el papel de la religión en el campo del conocimiento. Gracias a las mejoras tecnológicas se comprendió que, en las grandes concentraciones de población, las medidas higiénicas eran fundamentales para prevenir enfermedades. Por ello, empezaron a proliferar sistemas de canalización de aguas sucias e incluso las primeras plantas potabilizadoras de la historia.
El agua fue uno de los servicios donde se hicieron las actuaciones más pioneras porque era un recurso clave. Si se tenía el control, se podía evitar la expansión de enfermedades que se transmiten a través de ella. Pronto se hizo real la posibilidad de convertir en potable grandes cantidades de agua destinadas a un grupo cada vez mayor de población gracias a la construcción de plantas potabilizadoras.
Pero, ¿cuál fue la primera ciudad en Europa en instalar una de estas potabilizadoras? El hecho de que Valencia fuera una ciudad pionera se explica por diversos factores. En primer lugar, por el crecimiento de la población urbana que, debido a la industrialización de las ciudades, abandonó el trabajo del campo para instalarse en cerca de Valencia en busca de mejores condiciones de vida. El incremento del número de habitantes empeoró las condiciones higiénicas que los precarios recursos de la ciudad podían ofrecer. Por otro lado, la situación geográfica de Valencia no contribuía a una buena calidad del agua. Su cercanía al mar y la llanura del terreno complicaban la canalización y empeoraban la calidad del agua.
Estas condiciones habían abonado el terreno para la proliferación de enfermedades altamente contagiosas como la fiebre amarilla o el cólera, que habían causado estragos entre la población.
En este contexto apareció la figura clave de Mariano Liñán, un canónigo de gran convencimiento ilustrado y dispuesto a contribuir a la mejora de los servicios públicos en Valencia, su querida ciudad natal. Puso particular empeño en todo lo relacionado con el higienismo, denunciando la insalubridad del agua y proponiendo las respectivas mejoras. Lamentablemente, murió en 1846 antes de ver empezado el proyecto. Sin embargo, dejó escrito que su herencia, una cantidad de 28.000 duros de la época, debía destinarse a la construcción de una planta potabilizadora que suministrase agua a los ciudadanos de Valencia. Este es el auténtico germen de La Presa, la potabilizadora de Manises.
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