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Aquel concierto pobre e incompleto que inició la Movida

Enrique Urquijo durante el concierto de homenaje a Canito, batería de Tos, en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid
Enrique Urquijo durante el concierto de homenaje a Canito, batería de Tos, en la Escuela de Ingenieros de Caminos de MadridLa Razón

A los que vivimos aquella época en la línea de choque nos resulta sorprendente levantarnos un día y descubrir que han pasado cuarenta años (casi medio siglo) de aquellos sucesos. En primer lugar, nos sorprende ya el simple hecho de seguir levantándonos cada día y, en segundo lugar, nos sorprende la distancia temporal, cuando nuestra sensación subjetiva viene a ser como si todo hubiera pasado hace doce o trece años. El concierto durante el cual, en febrero de 1980, se reunieron varios grupos jóvenes en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid ha pasado a la Historia como el momento en que la Movida irrumpió en el panorama. Pero sería falaz pensar que aquello fue una puesta de largo premeditada o una presentación en sociedad. Nada más lejos de la realidad. Fue una iniciativa de gente muy joven en la que se dio la casualidad de que coincidió un gran número de las personalidades de talento que luego reecontraríamos cíclicamente en muchos de los guisos de años posteriores. En aquel momento, lo que se intentaba hacer era un homenaje improvisado al batería que acababa de fallecer de un grupo muy joven que luego se llamaría Los Secretos. Para el homenaje fueron a tocar, lógicamente, amigos de su misma edad que apenas sabían música pero que tenían unas complicidades estéticas y de actitud totalmente diferentes a las generaciones anteriores. Lógicamente fue un concierto de sonido pobre, incompleto, más vital y simbólico que otra cosa. Pero se dieron varias de esas coincidencias que hacen ascender una casualidad a la categoría de mito. En primer lugar, estaba en la organización un joven David Novaes que bastantes años después terminaría llevando su propia sala en la capital y dirigiendo la asociación de locales de música en vivo a nivel estatal. En segundo, se presentaron ahí unos reporteros de un programa de TVE que se llamaba «Popgrama» y rodaron todo el evento para ofrecer un amplio resumen, una semana después, por la segunda cadena del ente público. Como entonces solo había dos de televisión y muy pocos programas, todos los adolescentes inquietos de la época esperábamos como agua de mayo el martes a última hora de la tarde para ver aquel periodismo musical que nos traía siempre las últimas noticias de lo que se estaba haciendo en la música pop de todo el mundo. Cuando aquel martes vimos en la pantalla a Mario Tenia y Los Solitarios, a Alaska y los Pegamoides, a Paraiso o a Nacha Pop los chavales de todas las capitales de España, que seguíamos la nueva ola de Londres con interés, nos dimos cuenta de que había gente como nosotros en muchos pueblos del país. Nos sentimos menos solos y, todos, en cuanto pudimos, corrimos a Madrid para intentar formar parte de aquella pequeña juerga. El resto es Historia; una historia difícil, complicada y laberíntica pero que se acabó ganando. Y el país ganó con ello.