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«El cochecito», sin censuras y como nuevo

Sesenta años después de su estreno, se recupera la versión restaurada y sin cortes de la película de Marco Ferreri

Pepe ISbert en el papel de don Anselmo larazonFILMS 59

Mientras le escoltaban por la nacional, don Anselmo (Pepe Isbert) preguntaba a una pareja de guardia civiles si le dejarían tener el cochecito en la cárcel. Le habían echado en cara que «esas cosas se hacen a los catorce años y no a los setenta», pero nunca resolvieron sus dudas, así que no supimos a ciencia cierta (sí lo intuimos) adónde se lo llevaban. El «fin» se interpuso entre la historia y el espectador, y ahí cada uno es libre de interpretar lo que buenamente quiera. Pero eso ya es cosa del pasado, de 1960, concretamente. Aquel final endulzado por el régimen y su censura pasa al olvido en la versión remozada –que no deja de ser la original– de «El cochecito», de Marco Ferreri. Recupera ahora Filmin (el 28 de febrero) el primer final que escribió Rafael Azcona y que ya pudo verse en el pasado Festival de Sevilla. Sobre ello reflexionaba José Manuel Pérez Lozano en el primer número de la revista «Cinestudio» en mayo del 1961. Advertía de los efectos contrarios a la voluntad del censor: «La versión original terminaba de modo distinto. Don Anselmo huye tras envenenar a los suyos. Ahora se le obliga a llamar por teléfono para que el arrepentimiento quede bien claro. ¿Es así mejor? ¿No es cierto que entonces el acto criminal de don Anselmo no obedece a un proceso demencial –con lo que la responsabilidad moral queda modificada–, sino a una venganza moralmente culpable? Este final creo que hace del loco don Anselmo un verdadero asesino». Era el desquite de un señor incomprendido por los suyos, incapaces de entender sus caprichos. «Se le ha metido en la cabeza comprarse un coche de paralítico», se sorprendían. Con Isbert a la cabeza, la cinta presenta a un anciano que, pese a gozar de una salud de hierro, se empeña en conseguir un vehículo con motor para discapacitados para no ser menos que sus amigos y, para vencer la oposición de su familia, el protagonista traspasará todos los límites imaginables. Este título supone, junto a «El pisito» (1958), el inicio de la colaboración entre Ferreri y Azcona, dando origen a dos joyas del cine español. Dos rarezas en época de Dictadura por sus tintes neorrealistas y su valentía al presentar una sociedad española alejada de la imagen complaciente que el régimen quería ofrecer del país.

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