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Literatura

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Nélida Piñón: “Una identidad estrecha es indigencia”

Publica «Una furtiva lágrima», un libro de reflexiones que comenzó creyendo que moría.

La escritora brasileña, Premio Príncipe de Asturias, ayer, en Madrid
La escritora brasileña, Premio Príncipe de Asturias, ayer, en Madridlarazon

Es la gran voz en femenino de la literatura Hispanoamericana. Académica y Príncipe de Asturias, Nélida Piñón (Río de Janeiro, 1934) delata en su apellido sus orígenes españoles. Gallegos, en realidad. Por eso, primero pregunta ella por Cataluña. «Tengo la cabeza pensando en ello. Me preocupa todo de España y eso también claro. Yo viví allí algunos años. Me parece muy triste». Su nueva obra, «Una furtiva lágrima» (Alfaguara), es una especie de diario íntimo, de collage compuesto por ensayos breves por los que se filtran la identidad, la memoria, los recuerdos. ¿Es todo lo mismo? «Yo reconozco mis orígenes, porque, sin ellos, no podría amar como amo mi país, Brasil. Pero todo lo siento y lo pienso sin la menor desesperación», dice la escritora, que recuerda que su familia «era la única de Brasil que comía pulpo», señala entre risas. «Pero también miraban a mi familia por el acento. Eso podría haberme vuelto más radical pero fue lo contrario: me abrieron las puertas del mundo».

«Para mí la identidad tiene mucho de experiencia y también de ficción. Si aprendí algo de Francia, me siento francesa. Así que soy griega clásica también. Y por tanto, la identidad es algo que te cuentas a ti mismo», asegura. Es una pena que haya quien la vea en términos muy estrechos. «Eso es indigencia pura», zanja. Antes de escribir este volumen, la autora tuvo una experiencia poderosa. «Me dijeron que me iba a morir en tres o seis meses. Me dieron un diagnóstico de cáncer de páncreas, pero estaba completamente equivocado. Me administraron quimio y todo, pero yo no se lo conté a nadie. Mantenía mi actividad, cocinaba, estaba con mis perritos y mi familia. Pero concebí el libro como un testamento», revela la autora, que finalmente tuvo que confiarle la verdad (aunque no era la verdad) a alguien. «Invité a tres buenos amigos a un restaurante caro, para que no me montaran una escena. Uno de ellos me dijo que no aceptaba la idea de mi muerte y que me llevaba a EE UU a un tratamiento. Le contesté que de ninguna manera. Que me quedaba en casa». El libro tenía, claro, algo de ese impulso. «Yo siempre escribo, pero esta experiencia tan profunda... te voy a decir, fue maravillosa. Todo lo que hay dentro de ese proceso son grandes emociones, y yo soy una mujer que ha vivido su vida sin concesiones. Ahora mismo tengo problemas de visión pero escribo así de cerca (se aproxima el teléfono a tres dedos de los ojos) pero con una furia tremenda. Además, como no puedo retroceder para leer, solo avanzo. Siempre tuve esa determinación explosiva y ahora más que nunca».