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Estreno
Crítica de 'El dragón de oro': La tragedia, puerta con puerta ★★☆☆☆
Ganadora en 2010 del prestigioso premio germano Mülheim Dramatikerpreis, ha llegado a Madrid, en una propuesta de la compañía gallega Sarabela, esta curiosa obra de Roland Schimmelpfenning

Autoría: Roland Schimmelpfenning. Dramaturgia y dirección: Ánxeles Cuña Bóveda. Reparto: Fina Calleja, Fernando Dacosta, Sabela Gago, Fernando González y Fran Lareu. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 28 de septiembre.
Ganadora en 2010 del prestigioso premio germano Mülheim Dramatikerpreis, ha llegado a Madrid, en una propuesta de la compañía gallega Sarabela, esta curiosa obra titulada ‘El dragón de oro’ que lleva la firma de Roland Schimmelpfenning, uno de los autores alemanas más aclamados en la actualidad dentro de su país y de mayor proyección fuera de él.
La obra cuenta la vida corriente y aparentemente anodina que transcurre en algunas de las viviendas de un edificio en cuyo local comercial hay un restaurante de comida rápida oriental llamado ‘El dragón de oro’. Aunque creo que no se menciona el lugar concreto donde transcurre la acción, no cabe duda de que es una ciudad europea; una ciudad, por tanto, del privilegiado primer mundo. Una noche, en la cocina del restaurante, un joven chino, casi un niño, empieza a sufrir un horrible dolor de muelas. Ante la imposibilidad de llevarlo al dentista, ya que no tiene dinero ni papeles, sus compañeros optan por sacarle la muela con unas tenazas, con la mala fortuna de provocarle una fatal hemorragia que acabará con su vida. Este desgraciado accidente se convertirá en un fabuloso disparadero en manos de Schimmelpfenning para mostrar con encomiable distanciamiento e ingeniosa eficacia, compactado todo en un mismo plano visual de pavoroso contraste, el injusto, banal y contradictorio mundo que habitamos. Con solo unos tabiques de separación, conviven en ese mundo lo trágico, lo sórdido, lo patético y lo frívolo.
Desde el punto de vista conceptual, la obra es potente; y la conmiserada fotografía que hace de nuestra realidad es sincera y reveladora. Ahora bien, todo está supeditado a una narratividad insoslayable que desbarata cualquier posibilidad escénica. La historia podría haber dado buenos frutos literarios en forma de relato breve, pero no de obra dramática. Los personajes como tales son meros bocetos que se mueven al son que dicta la descripción, no la interacción. La acción es mínima, si la hay; y la emoción poética, que sí existe en ese plano general narrativo, brilla por su ausencia en la concreción que exige el escenario. No sé hasta qué punto la dramaturgia y la puesta en escena están condicionadas por el autor en su texto original, o hasta qué punto es la compañía Sarabela, dirigida por Ánxeles Cuña Bóveda, la que ha apostado por recrearse, a falta de acción, en dibujitos formales que tienen menos gracia de la que pretenden y que hacen bastante latoso el desarrollo. Sea como fuere, escogido por quien corresponda, el lenguaje de la propuesta no hace sino reiterar y ralentizar lo poco que, escénicamente, da de sí el asunto.
- Lo mejor: La eficacia del autor para contrastar, en un plano alejado y general, lo trágico y lo banal.
- Lo peor: El tratamiento de la historia, propio de la literatura narrativa, ofrece pocas posibilidades teatrales.
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