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El punto en el que Lola Flores y Camarón se unen con... los fenicios

Las obras para recuperar la mítica taberna flamenca de la Cueva del Pájaro Azul han sacado a la luz un yacimiento arqueológico del puerto de Gadir
Román RíosEFE
La Razón

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Hasta ahora, el nombre de la Cueva del Pájaro Azul obligaba a recordar a aquellas noches flamencas en las que, entre otros, Lola Flores y Camarón hicieron de las suyas allá por el Cádiz de los 60 y los 70. Una taberna que había surgido de la ampliación de Bodegas San Juan. Con el negocio agigantándose, su propietario, Manuel Fedriani, decidió dar un paso más y sumar el local de al lado, con la sorpresa de que cuando fue a reformar el local se topó con un subterráneo con el que no contaba. Allí comenzaría a forjarse la leyenda de un lugar con duende.
Pero debe ser que las reformas le sientan bien al lugar, o, por lo menos, que vienen cargadas de sorpresas, pues de nuevo el sótano de la Cueva del Pájaro Azul, esta vez abordado con la intención de reconstruir esta vieja cantina, ha deparado otro descubrimiento. Los restos de un muro perteneciente al puerto de la época fenicia. «Ha sido una gran sorpresa para todos y da a este lugar un enorme valor porque nos permite conocer una de las estructuras más importantes de la ciudad de Gadir, como su puerto y restos de lo que pudo ser un dique o un astillero», explica a Efe el director del proyecto, Germán Garbarino.
El hallazgo se ha producido en el número 39 de la calle San Juan de Cádiz, junto a la Catedral gaditana, en medio de las obras para recuperar la histórica taberna flamenca dentro de un proyecto promovido por el Ayuntamiento de Cádiz para rehabilitar integralmente la Cueva del Pájaro Azul, espacio con protección etnográfica y que se espera reabrir (en unos meses) como establecimiento de hostelería y espectáculos culturales, explica Garbarino: «La idea es recuperar la esencia de aquella taberna en esa cueva que tantos momentos especiales vivió, que reunió a los más grandes, aunque luego degeneró también como un establecimiento de mala reputación».
La obra comenzó, pero la sorpresa fue cuando apareció un muro del puerto de Gadir y una serie de estructuras portuarias excavadas en la propia roca ostionera de la de Kotinusa, la más alargada de las dos islas que conformaba la ciudad fenicia y en la que se encontraba la zona religiosa y portuaria.
La estructura encontrada tiene 1′80 metros de alto y una longitud de 5,60 de largo, con cuatro hileras de sillares, ha sido estudiada por los arqueólogos Juan Miguel Pajuelo y Francisco Javier Ramírez, que la sitúan como uno de los cantiles del puerto de Gadir en el siglo IV y III a.C. Además, se han encontrado rellenos de colmatación posteriores, del siglo III y II antes de Cristo, coetáneo del final de las segundas guerras púnicas que enfrentaron a Cartago con Roma, que dieron paso a la conversión de la ciudad en Gades.
Los restos fenicios son, históricamente, los más valiosos, aunque la excavación aporta también piezas romanas e islámicas, además de pozos de marea y lucernarios posteriores, junto a evidencias del funcionamiento de la cueva en épocas más recientes.