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Crítica de cine

Crítica de “Nunca, casi nunca, a veces, siempre”: El viaje de las olvidadas ★★★★✩

Un fotograma de la cinta de Eliza Hittman
Un fotograma de la cinta de Eliza HittmanImdbImdb

Dirección y guión: Eliza Hittman. Guión: M. Sulík y Marek Lescák. Intérpretes: Sidney Flanigan, Talia Ryder, Théodore Pellerin. USA-Gran Bretaña, 2020. Duración: 101 minutos. Drama.

“Nunca, casi nunca, a veces, siempre” no es solo una película sobre el aborto, como “Rosetta” no era solo una película sobre el paro o la pobreza en la Europa del bienestar. Por mucho que sea el motor narrativo principal, el aborto nunca se revela como un dilema para Autumn (extraordinaria Sidney Flanigan), que, a los diecisiete años, tiene muy claro que quiere perder a su hijo, a veces de formas en las que solo lo haría una adolescente que ha aprendido a tener conciencia de su cuerpo de golpe.

Eliza Hittman aborda el tema sin falsos didactismos: sabemos las opciones que tiene su protagonista porque entendemos su proceso mental sin que prácticamente abra la boca, solo por sus acciones, de modo que sus distintas visitas médicas son a la vez información que dibuja un estado de la cuestión en el sistema sanitario norteamericano y retrata la zozobra de una menor que tiene que viajar de Pennsylvania a Nueva York, acompañada de su mejor, tal vez su única amiga, su prima Tracy, sin un dólar encima, porque allí puede tomar la decisión por sí misma.

La escena central del filme, un escalofriante interrogatorio del que se deriva el título, demuestra hasta qué punto Eliza Hittman (recuperen “Beach Rats”, su anterior cinta) confía más en los rostros que en los cuerpos. Así como los Dardenne funcionan como brújula moral de su acercamiento al mal llamado cine social, el estilo frontal de la película, adusta y silenciosa como su protagonista, se abraza a los rostros de las dos chicas con pasión cassavetiana, gracias a la excelente fotografía en 16 milímetros de Hélène Louvart, que filma Nueva York con el espíritu del “indie” más desnudo, el del “Keane” de Lodge Kerrigan o el de “Sue, perdida en Manhattan”, de Amos Kollek.

Decíamos que “Nunca, casi nunca, a veces, siempre” no era solo una película sobre el aborto. Claro, es también una película sobre la soledad, sobre la determinación, sobre la América de los olvidados, sobre la formación de la identidad en un entorno hostil y, por supuesto, sobre una hermosa amistad femenina, que logrará mantenerse en pie contra viento y marea.

Lo mejor: Con premios en Sundance y Berlín, es una de las películas “indies” más estimulantes estrenadas este año

Lo peor:El personaje de Théodore Pellerin lucha por ubicarse en la relación de las dos chicas