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¿Por qué los jóvenes se están olvidando del Holocausto?

Adolescentes estadounidenses y europeos no saben lo que fue, mientras los expertos denuncian la banalización de la palabra y el reciente crecimiento del antisemitismo

Once millones de muertos, seis de ellos judíos, y docenas de documentales, series y películas que todavía recuerdan el genocidio cometido durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la memoria del Holocausto y de las miles de víctimas que por su religión, etnia o ideas políticas fueron asesinadas en los campos de exterminio o durante las purgas cometidas por los nazis comienza a debilitarse entre las nuevas generaciones. Varias encuestas revelan que muchos jóvenes europeos y estadounidenses tienen dificultades para explicar qué fue o desconocen sin más uno de los hechos capitales del siglo XX. Un olvido que coincide con la desaparición de los supervivientes de los campos de concentración. Adorno resumió la envergadura del suceso en una frase: «Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie». Hoy, uno de cada tres europeos son incapaces de contestar a la pregunta «¿qué es el Holocausto?».

Alejandro Baer, historiador y autor de «Holocausto: recuerdo y representación», explica que existe «una tendencia general: el conocimiento histórico entre los jóvenes es deficiente. Son varios factores –la tecnología, el escaso prestigio de las humanidades...–, pero también influye que la Europa unida y plural que se construyó de las cenizas de la guerra mundial y el Holocausto se está resquebrajando. El repliegue nacionalista y populista pone las prioridades en otro lado y hace que muchos dejen de ver el significado de este acontecimiento. Fue el pensador judío Walter Benjamin quien dijo que toda imagen del pasado que no sea reconocida por el presente como algo que le concierne está amenazada de desaparecer. No se trata de que los alumnos sean expertos en historia del siglo XX, sino de que el conocimiento histórico contribuya a su formación cívica y a los valores».

Patricia Weisz, hija de Violeta Friedman, superviviente de Auschwitz-Birkenau, refrenda esta opinión: «Hay una franja de edad entre los jóvenes que no se ha culturalizado lo suficiente con respecto al Holocausto. La ignorancia es lo que está llevando a nuevos brotes de antisemitismo y de fobias». Pero ella va más allá y asegura: «No es solo las fotos inadecuadas que ciertas personas se sacan en los campos de exterminio. Lo que me llama la atención es la banalización del Holocausto, una de las grandes tragedias de la humanidad. Se ha llegado a utilizar esta palabra para la portada de una revista de coches».

En esta línea de reflexión se mantiene Francesc Gracia Alonso, catedrático de la Universidad de Barcelona, quien subraya que «el problema es plural y no hace referencia únicamente al Holocausto. Se están banalizando todos los genocidios desde siglo XIX hasta hoy. Están cayendo en el olvido el armenio, el de Burundi, los Balcanes y otros lugares a pesar de las políticas de enjuiciamiento del tribunal internacional de La Haya. Y no es solo el hecho del olvido de la Shoa, sino que incluye también a los otros deportados por razones raciales, como los gitanos, o los antifascistas alemanes y republicanos españoles. Es un problema transnacional que afecta a toda Europa».

Estos datos sorprenden por la multitud de iniciativas que existen por mantener vivo su recuerdo, como la exposición dedicada a Auschwitz en el Centro de Exposiciones Arte Canal que se presentó en 2018. «La sociedad de lo inmediato contribuye a una pérdida sobre qué es relevante. Hay que aprender a discriminar contenidos de calidad y aquello que construye un discurso que hace más responsable a la ciudadanía. Antes o después, esta materia tendrá que enseñarse porque los jóvenes están perdidos», afirma David Alegre, del departamento de Historia de la Universidad de Gerona. Para Patricia Weisz, «hay aún mucho desconocimiento en los colegios españoles. Los estudiantes se quedan impresionados al conocer la realidad».

Y comenta un factor: «Existe un rebrote de antisemitismo a nivel mundial. Cuando coinciden la incultura y la ignorancia, surge. Mi madre era una activista concienciada y al contar sus experiencias y lo que había sufrido ayudó a los alumnos a darse cuenta de lo que fue el Holocausto y el sufrimiento que causó. El impacto del Holocausto es un suceso sin precentes en la historia de la Humanidad. Una de las catástrofes más aterradoras diseñada por el hombre». Baer insiste en este punto: «Las encuestas subrayan la incapacidad de los jóvenes de identificar hechos históricos importantes, como el número de víctimas o nombrar, por ejemplo, algún campo de concentración nazi. Sin duda, conocer los hechos es importante, aunque no es lo central de la educación sobre el Holocausto. Lo son las consecuencias actitudinales y de formación cívica. Hay otro estudio –añade– cuyos resultados se publicaron recientemente que señala que los estudiantes que recibieron educación sobre este tema en EE.UU. no solo sabían más sobre los acontecimientos del genocidio judío perpetrado por el régimen nazi, sino que también eran más tolerantes hacia personas de diferente origen, religión u orientación sexual. Es interesante también que los estudiantes que recibieron esta formación tenía mayor predisposición a intervenir en una situación de maltrato o abuso de poder».

Igualmente, Francesc Gracia remarca la importancia de la formación: «En el caso europeo, es grave. En Estados Unidos, los contenidos de los libros de Historia no se deciden solo a nivel estatal, pueden variar en los condados y municipios. Por eso, según las áreas, existe un mayor o menor conocimiento de esta problemática. Esto tiene relación con componentes sociales e ideológicos. La destrucción de estatuas con personajes relacionados con la confederación o la presencia española es consecuencia de una falta de conocimiento. Si no enseñamos dentro de las escuelas y la universidad qué es el Holocausto no podemos pretender que trascienda su significado a la población. Las personas que lo conocieron están desapareciendo y su banalización es el resultado de una mala información».

Para David Alegre está claro que se está cayendo en «una banalización interesada» debido al impacto de «las redes sociales y la devaluación de las humanidades, que aportan un discurso propio y crean marcos de referencia para construirnos y conocernos». Pero apunta otras causas actuales, como el auge de los nacionalismos y una reacción paradójica: «Si uno va a Alemania, con una política sobre la memoria que incide mucho en su pasado y la culpa, lo que aprecias es una hipersaturación del discurso memorialístico. Esto provoca que algunos reaccionen y aseguren que ellos también sufrieron bombardeos, violaciones, y que sus ciudades fueron arrasadas. Lo que se intenta es destruir esa memoria por el llamado discurso de la equiparación».

Francesc Gracia recuerda que «el antisemitismo continúa latente en las sociedades europeas, como lo demuestran los ataques a las sinagogas y determinadas actitudes». Considera que la falta interés de los jóvenes hacia el Holocausto «es grave. No podemos dejar que caiga en el olvido lo que unos generaciones de europeos han hecho con los ciudadanos de sus países y otros, y que hubo unas personas que consideraron que las vidas humanas podían exterminarse sin implicaciones de valores morales». Y advierte de que parte de la culpa reside en el mal uso de las redes: «Estamos adoctrinando a la sociedad de que cualquier cosa es válida si está en una pantalla y que siempre podemos reírnos del otro y de imágenes que lo van a humillar toda la vida. Esta es la hidra que incubamos. Hay que ponerle coto. Y no es falta de libertad de expresión, es reflexionar sobre qué valores queremos tener en nuestra sociedad».

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