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El arte que apostó por el futuro de Bilbao

El Museo Guggenheim muestra, desde mañana hasta 29 de agosto, en «Bilbao y la pintura», a los artistas y la obra que se desarrolló en esta ciudad en el siglo XIX
Erika Ede

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Toda pintura responde a una realidad. Durante el siglo XIX, sobre todo en el fin de siècle, Bilbao eclosiona. Su desarrollo urbanístico y económico que tuvo su propia extensión en el arte, que reflejó ese auge y daba noticia de una modernidad que venía de más allá. Las empresas crecieron y las principales instituciones vivieron un momento de apogeo y estas coincidencias hicieron que se contrataran a una serie de artistas para que realizar una serie de encargos, algunos de gran tamaño. Muchos de estos creadores provenían de París y conocían la modernidad del impresionismo, esa revolución del color y las formas, que se extendía por Europa y que ellos trajeron aquí. «Existe en ellos un espíritu de vanguardia, de apuesta por el futuro, igual que sucede en el comercio, la industria siderúrgica, en el paso de los barcos de madera a los de metal», comenta Kosme de Barañano, comisario de «Bilbao y la pintura», la muestra que el Museo Guggenheim dedica a esta ciudad. Un recorrido a través de una selección de pinturas que muestran los cambios que van dándose de manera paralela en el arte y la sociedad. «Todas las exposiciones están dotadas de una razón y un sentido -prosigue Kosme de Barañano-. La razón era mostrar la pintura que se desarrolla en esta ciudad en el siglo XIX y el sentido ver cómo se reflejan esas transformaciones y cómo lo reflejan los cuadros, que también son documentos debido a esa doble capacidad de memoria y conocimiento que reside en la pintura. De alguna manera lo que se intenta es enseñar la historia de bilbao que viene del 1800 y que trae esa gente que hace pintura en este lugar».
A través de tres salas, se pueden ver obras de Adolfo Guiard, Manuel Losada, José Arrue, Aurelio Arteta, Gustavo de Maeztu o José María de Ucelay, entre otros. A través de sus lienzos, que están divididos en tres salas ordenadas temáticamente, se pueden observar estos cambios. En la primera se retrata la expansión hacia el mar desde el puerto, como «Amanece» de Zuluoga, y la floreciente burguesía ilustrada; en la siguiente, se repara en la prolongación interna, en la montaña, que supone una paleta de colores bien diferente de los lienzos que tocan el mar, uno de los temas esenciales, como se ve en «El marino vasco Shanti Andía, el Temerario», de Ramón Zubiaurre, o «El tríptico Lírica y religión» de Gustavo de Maeztu. En la última se aborda el folklore y sus simbolismos, que es una pintura de raíz costumbrista. «Se trata de dar una proyección de una ciudad que es muy pequeña, que tiene escasamente 17.000 habitantes en 1800 y pasa a 80.000 y que se convierte en un centro industrial. Muchas de estas obras son encargos de esos mismos compañeros que los artistas han tenido a su lado en los pupitres y que al crecer se han convertido en hombres de negocios que forman parte de las diferentes sociedades bilbaínas de la cultura, el ocio, como el club náutico de vela o la Sociedad Filarmónica, y les encargan obras que entrarán a formar parte de instituciones privadas. Es una iniciativa que parte de la ciudadanía, que las instituciones públicas y que se dirigen a gente que es joven y que en el momento que pintan», explica Kosme de Barañano. La muestra, patrocinada por Iberdrola, cuenta con 27 cuadros de 14 artistas. Son piezas, la mayoría de ellos, de grandes dimensiones. Para el comisario, una de las claves recae en que estos óleos «son obras muy amplias en las cuales han tenido que trabajar los artistas durante meses y que dan cuenta de su maestría. Las piezas reflejan, no notarialmente, sino de otra manera, las distintas evoluciones que se dan y el salto industrial hacia el futuro. Y lo hacen unos creadores que fundamentalmente vienen de Francia y que importan el impresionismo».