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Crítica de “Swallow”: Tragar lo intragable ★★★☆☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección y guión: Carlo Mirabella-Davis. Intérpretes: Haley Bennett, Austin Stowell, Denis O’Hare, Elizabeth Marvel. Estados Unidos, 2019. Duración: 94 minutos. Drama. En Movistar +, a partir del 9 de febrero.
Encerrada en la cárcel de cristal de una enorme casa de Los Angeles, Carol White (Julianne Moore) empezaba a enfermar sin remisión. Con la voz aflautada, tan perfecta como una muñeca de porcelana, se declaraba alérgica al siglo XX. Para Carol, respirar era un acto mortal. Es obvio que para concebir “Swallow”, su debut en el largo, Carlo Mirabella-Davis ha visto la extraordinaria “Safe”, de Todd Haynes, más de una vez. Es posible que la espléndida Haley Bennett haya tomado como modelo la interpretación de Moore, porque su ama de casa, sola en una pecera vacía, también está perdida en su docilidad, en una anestesia doméstica y sumisa que, de repente, encuentra en un extravagante desorden alimenticio -la compulsión por tragar todo aquello que no es comestible- una parcela de libertad, un acto de resistencia que arranca cuando recibe la noticia de que está embarazada.
Mirabella-Davis no es en exceso sutil cuando ha de definir el aislamiento al que está sometido su heroína -la falsa cordialidad de su marido, la agresiva indiferencia de sus suegros, la opulencia millonaria de una muerte en vida- pero la eficacia de su estrategia dramática es notable. Cuando Hunter se traga el primero de una larga lista de objetos -una canica; más tarde, una chincheta y una pila- el impacto en el espectador es evidente: su comportamiento es, al mismo tiempo, chocante y ridículo, y de inmediato nos sitúa en un espacio sin anclajes morales. Mirabella-Davis se recrea con perturbadora delectación en la soledad de su protagonista, hasta que su rebelión oral se convierte en un arma para combatir la presión del patriarcado que la somete hasta alienarla. Menos convincente resulta la motivación psicoanalítica de su parafilia, que tiene menos que ver con lo sexual que con su conflictivo árbol genealógico. Y aunque el giro de guion final nos reserva una escena memorable, el que esto suscribe habría preferido que ese acto de tragar lo intragable fuera menos lógico, se entregara al dominio de lo prohibido sin tener que dar explicaciones a nadie.

Lo mejor

La escena de la pila pone contra las cuerdas la confortabilidad del espectador

Lo peor

La explicación psicoanalítica del desorden de Hunter no es convincente