Un viaje a los orígenes de Belako: el único chico de Tolosa que escucha “post punk” y un taller de siderurgia
Lander Zalakain, batería de Belako, cuenta para una campaña de Estrella Galicia su bagaje sonoro y el de la banda un grupo de pueblo que ama el rock y la música clásica
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A veces los principios, los recuerdos y la educación se producen por una influencia difusa. Pero otras veces el ecosistema es tan fuerte que casi parece que uno está predestinado a hacer lo que hace. Ese bien podría ser el caso de Lander Zalakain (Tolosa, 1993), batería de Belako, uno de los mejores grupos del panorama estatal, que creció rodeado de estímulos musicales hasta que por azares del destino conoció a sus compañeros en la banda, que también tiene su propia historia. Una campaña de Estrella Galicia se acerca a los orígenes de Belako y nos invita a charlar al respecto con Zalakain.
-¿Su familia era muy musical?
-Mucho. Por lado de mi madre estoy rodeado de músicos, es una cosa muy loca. Es en parte tradición de mi “aitona”, de mi abuelo, que él ha cantado toda la vida en coros muy diversos, desde lo gregoriano a lo moderno. Y todos mis tíos, primos, todos tocan instrumentos en orquestas o son profesores de conservatorio... todos muy unidos a la música clásica y en mí se refleja un amor por la música muy grande en su sentido más amplio. Con mi madre fui a mil conciertos de clásica a escuchar cosas increíbles y, no te voy a mentir, también tostones infumables de cinco horas de Wagner para un chaval adolescente. Y luego mi padre, que es profesor de inglés y cumple una función muy importante, porque él no es músico, pero él me acercó a The Cure, Joy Division, Echo & The Bunnymen, The Chameleons, grupos del postpunk inglés, hasta Radiohead, y etcétera. Porque los Belako hablamos de la música moderna pero a las cuatro nos gusta la clásica.
-Belako no suena a una cosa ni a otra.
-La verdad es que una obsesión que tenemos es no hacer algo por hacerlo, sino mezclar estilos y que cada cosa tenga su sitio. La melodía o el ruido. Por nuestros padres hemos escuchado de todo en todo momento y sin escuchar una tendencia, sino la música que es buena sea de cuando sea.
-Me preguntaba también por el folclor propio de Euskadi. No se si ha tenido influencia en vosotros.
-La música está muy presente en la sociedad desde hace siglos y en Euskadi ha habido desde un movimiento folclórico muy grande con instrumentos propios como el “txistu” y la “txalaparta” que son vitales en las fiestas que hemos vivido. Nosotros somos de pueblo. Josu y Lore son de Mungía y Cris es la de Bilbao, y yo soy el de Tolosa y no puedo ser más de pueblo. Así que cada vez que vienen las agrupaciones o las bandas a los pueblos, eso lo hemos vivido. Hay una melodía característica de aquí, una especie de sonido propio y eso lo hemos visto y mamado desde siempre. Eso se queda presente en nuestro ADN cultural. Y luego el choque de muchas cosas, porque el “rock radikal vasco” también nos marcó. No creo que haya una influencia directa musical, pero desde luego sí en cuanto a actitud o en el inconsciente porque la cultura local es muy fuerte y ningún lugar debería perderla.
-Hubo un día fundacional de Belako.
-Estaban Josu, Cris y Lore, y nació la intención de crear un grupo. Dieron un par de conciertos antes de llegar yo, que fue a principios de 2012, cuando empezábamos a hacer las canciones propias. Ganamos la final del concurso de maquetas de la radio vasca ese año y dimos el paso a hacer canciones propias. Ahí empezamos a hacer música.
-¿Cómo fue ese principio?
-Josu y Cris estaban en la universidad de Bellas Artes y por un amigo en común me comentó que había un grupo y que necesitaban a alguien y yo me acuerdo de llamarle por teléfono a Josu. Y esa primera conversación, que éramos unos “desgraciaos”, pues empezamos a hablar de grupos y resulta que nos molaban los mismos, y yo no estaba acostumbrado. Tenía 17 años y nadie en Tolosa los conocía. Y cuando fui con ellos a Mungía, todo aquello tenía una esencia de prueba, de ver cómo tocaba el chaval de Tolosa, pero recuerdo que en realidad estuvimos toda la tarde hablando de música y flipando de los grupos en común que teníamos. Las cuatro estudiamos en su día en escuelas de música e hicimos un intento por la vía tradicional y todos lo abandonamos pero lo reconocemos.
-En la pieza de Origins se habla de dos escenarios decisivos, uno rural y los bares.
-Yo a veces me pregunto si habremos alcanzado el sonido nuestro, pero desde luego, las bases nacen en Belako, que es un barrio a las afueras de Mungía. Y ese sonido con el bajo y las baterías en la cara, que es característico del post-punk, nació allí. Ese rollo amplio de reverb y la voz potente surge cuando nos juntábamos en una casita que tienen Josu y Lore y que tiene al lado el taller de metalurgia de su “aitita”, de su abuelo, que es un taller de los años 50 y en el que hay maquinaria que no te sé decir qué es, pero que son grandes y potentes, y sin duda que el hecho de ensayar ahí en ese pabellón, con esa carga física sin duda que lo ha marcado. Un sonido un poco “garagero”, un poco ochentero, un poco raro y esa fue nuestra cuna. Ahí empezamos y estuvimos años sin ir, por otros locales. Y hace un añito hemos vuelto a los orígenes.
-Y los bares...
-Somos gente que nos gusta socializar y que las reuniones que hacemos en el grupo, porque hay autogestión siempre, pues las decisiones y reuniones somos más de los bares, que hay varios por allí, donde tomábamos las decisiones. Es una forma de hacer piña porque empiezas hablando de cosas serias y a veces las cosas se desmadran. Hacemos familia y que no sea todo tomar decisiones empresariales que no molan tanto. La base, el grupo, es ese, estar juntos.