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Crítica de “El diablo entre las piernas”: Como la gangrena ★★★☆☆

Alejandro Suárez da vida a "El viejo" en "El diablo entre las piernas"
Alejandro Suárez da vida a "El viejo" en "El diablo entre las piernas"ImdbImdb

Dirección: Arturo Ripstein. Guión: Paz Alicia Garciadiego. Intérpretes: Silvia Pasquel, Alejandro Suárez, Greta Cervantes. México, 2019. Duración: 147 minutos. Drama.

A vueltas con el melodrama mexicano, de rompe y rasga y perfil incómodo, Arturo Ripstein vuelve a sus habitaciones raídas y sus espejos rotos por la mitad, a ese olor a rancio y a humedad que desprenden sus camas y sus viejos armarios. Ni un rastro de concesión popular a las penas y tormentos de sus personajes: mientras los literarios diálogos de Paz Alicia Garciadiego se despliegan entre los pliegues sórdidos de un matrimonio podrido por el tiempo y el odio, por los celos y el deseo insatisfecho, Ripstein aúna sexo y vejez, esa pareja de baile que nadie quiere ver abrazarse.

En ese blanco y negro tanático que parece haberse convertido en marca de fábrica estética de la última etapa de su filmografía -desde su admirable versión de “Madame Bovary”, “Las razones del corazón”, hasta la mugrienta “La calle de la amargura”-, “El diablo entre las piernas” ratifica el nihilismo de una obra áspera y antipática, que, más buñueliana que nunca, machaca los huesos de una relación avejentada, donde el fetichismo y la calentura encuentran en la decrepitud de la carne, la impotencia de la edad y la rabia acumulada una razón de ser y perpetuarse, aun a costa del insulto y la humillación mutua.

Así las cosas, los personajes de Ripstein, acunados por planos largos y parlamentos circulares, están anclados en un tiempo fuera del tiempo, al margen de cualquier juicio moral contra el abuso, el maltrato y el sexismo. No pasa gran cosa en esta película enferma, lenta como la gangrena: su interés, que a veces se repliega con excesiva delectación en sus miserias, dependerá de la resistencia que tenga la mirada del espectador frente al horror del mundo, ese que entiende el odio como la pasión más preciada.

Lo mejor

La fisicidad de los espacios, que se huelen y se tocan con una mezcla de grima y fascinación.

Lo peor

Acaso el recital de miserias se revuelca demasiado en su propio estiércol.