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Mendoza y ese diablo que todo artista lleva dentro

El Círculo de Bellas Artes estrena «Si alguien me hubiera dicho»
David Ruano FootgrafiaLA RAZON

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Todo comenzó con un ramillete de canciones de amor que Patricia Jacas había escrito y compuesto, con ellas acudió a Eduardo Mendoza y este fue el germen de la vuelta al teatro del Premio Cervantes 2016. «Le pedí que me ayudara a hacer un guión alrededor de ellas. Él aprovechó un proyecto que ya tenía en marcha con algunas ideas, que adaptó a mi propuesta y podemos decir que me hizo un traje a medida. Así nació –explica Jacas– “Si alguien me hubiera dicho”. Aparte de un lujo para mí, un regalo impresionante por el que me siento muy agradecida». Dirigida por Martina Cabanas, su estreno absoluto será en la sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, los días 23 y 24 de abril. La pieza es un monólogo que interpreta esta actriz de formación autodidacta que comenzó a actuar en 2016, «cuando volví a tener tiempo y comprobar que mi vocación de toda la vida no se había marchitado –afirma–. Desde entonces, Jacas ha encadenado varios monólogos seguidos. «Si alguien me hubiera dicho», es el cuarto que interpreta.
«La pieza es una de esas historias de esfuerzo y superación tejida a golpe de escenario, pero no de esos con glamur y alfombra roja», afirma Jacas. Una cantante de medio pelo y en decadencia, que tuvo su momento de «esplendor», vuelve a los escenarios años después de su última actuación. Acompañada de su guitarrista de siempre, ensayan las canciones del espectáculo en el cuartucho de un polideportivo que podría ser el de cualquier pueblo español. «Mientras, van hablando de lo divino y de lo humano, de la soledad, del éxito y del fracaso, de la vida, de los hijos, del paso del tiempo... se cuela un invitado especial, un diablo. La cantante cuenta al músico sus múltiples encuentros con ese diablo que, según Eduardo Mendoza, todos los artistas llevan dentro, que los hace dudar y tomar decisiones, acertadas o equivocadas. Un diablo que, aunque no aparece físicamente, tiene un peso específico muy notable en la obra –explica Jacas–. No como un “pepito grillo” ni como voz de la conciencia, más bien es un diablo cojuelo, un poco sinvergüenza».
En su opinión, «la gracia de la obra está en el lenguaje de Mendoza, tan característico, y en su peculiar sentido del humor, marca de la casa. Es imposible que en un texto suyo no aparezca ese humor fino, blanco, elegante, irónico... –afirma Jacas–, y lo ha conseguido con este personaje resignado y un poco infeliz; tierno, pero a la vez con mala baba; un poco histriónico, pero que sabe recogerse cuando la cosa se pone seria, con una parte pícara y otra déspota, que a veces ríe y a veces se enfada, que piensa en voz alta... es una especie de recital de estados de ánimo, de talantes y actitudes –afirma–, algo tan poliédrico, que interpretarlo para una actriz como yo es el sueño de su vida. Me da oportunidad dejar todo lo que llevo dentro y puedo ofrecer a los demás. Ese despliegue del personaje creado por Mendoza es la esencia del espectáculo», asegura. Su contrapunto es su guitarrista, paciente y amigo fiel que la escucha, que en este caso es el cubano Walfrido Domínguez, «que ha compuesto las armonías de estas canciones, con diferentes estilos, pero directas al estómago, que pegan en lo más emocional y son una parte en sí misma de la obra. Este es un espectáculo difícil de catalogar –concluye–, ambiguo, que transita entre la comedia y la tragedia ligera, no es comedia absoluta ni drama y es todo a la vez».