La literatura es, para Jorge Garbajosa, una compañera imprescindible. El ex jugador y actual presidente de la Federación Española de Baloncesto se desenvuelve en la lectura con tanta soltura y conocimiento como lo hacía en la cancha. Resopla de buena manera para añadir que «elegir un libro preferido es casi como decir tu canción favorita, no es fácil». Pero, si se tiene que quedar con uno, es con «La conjura de los necios», de John Kennedy Toole.
–¿Cómo lo descubrió?
–De casualidad. En mi casa siempre había muchos libros y, buscando algo que leer, lo empecé. Me atrapó desde el principio. Me enganchó el personaje, la historia, el ir entendiendo lo que te dice por debajo de la capa de humor que está en la superficie, la crítica social que existe en el trasfondo de la historia.
–¿Qué aprendió de él?
–Trata de un aparente inadaptado que rompe con una serie de hábitos adquiridos o de costumbre que tenemos en la sociedad interiorizados. Cuando el personaje lo toma todo desde un punto de vista absolutamente diferente, choca contra el mundo, aunque probablemente sea el mundo el que está equivocado y no tanto él. Por eso hay que tener siempre mucho cuidado y no dar por sentadas cosas que igual no se están haciendo bien.
–¿Qué debe tener un libro para que llame su atención?
–Me gusta todo. Desde la novela más banal hasta otras más intensas. De títulos como «Lo mejor que le puede pasar a un cruasán», de Pablo Tusset, que son de broma, hasta «La metamorfosis», de Kafka. A mí lo que me importa es que me atrape. En contadísimas excepciones he dejado un libro a medias, aunque haya alguno que se te hace un poco bola. Cuando uno te gusta desde el principio es una sensación alucinante.
–¿Quiénes deberían leer «La conjura de los necios»?
–Todos. Primero, porque es un libro simpatiquísimo. El personaje me parece fantástico, uno de los mejores que he «conocido» nunca. Como sociedad, nos vendría muy bien leerlo en cuanto a términos de tolerancia o de posturas extremas.
–¿Qué destaca de Kennedy Toole?
–Su apasionante historia. Nadie le publicaba ni le tomaba en cuenta y, precisamente, al fallecer es cuando su madre consigue que lo publiquen y recibe el Pulitzer. El autor es un perfecto Ignatius, porque fue un incomprendido y, al final, se descubrió que era un genio. Por desgracia, lo disfrutamos muy poco.
–¿La literatura y el deporte deberían estar ligados?
–La literatura debería estar unida a todo. Es maravillosa, te hace divertirte, aprender, vivir, y más para un deportista, que siempre nos hemos quejado del mucho tiempo que ocupamos con los viajes. La mejor compañía, al menos para mí, siempre ha sido un libro.
–El deporte en general y el baloncesto en particular gozan de gran cantidad de aficionados, ¿cómo ve el escenario en el área literaria?
–Mejorando. No sé si es por los meses tan duros que estamos viviendo. Después de unos años en que la literatura debe competir contra otros modelos de ocio, como las series o las redes sociales, la gente está volviendo a leer. Es una muy buena noticia.
–¿Deberíamos leer más?
–La respuesta siempre ha de ser que sí. A pesar de la cantidad de libros que he leído y leeré, no es nada comparado con lo que nunca seré capaz de llegar a leer en mi vida.