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Cultura

Larramendi, el emprendedor que imaginó el futuro

La fundación MAPFRE celebra el centenario del empresario con una completa investigación sobre su figura

Después de hacerse con MAPFRE en 1955, Larramendi la salvó de la quiebra
Después de hacerse con MAPFRE en 1955, Larramendi la salvó de la quiebraLA RAZONLA RAZON

A principios de 1955, la Mutualidad de la Agrupación de Propietarios de Fincas Rústicas de España –todavía faltaban unos años para que fuera conocida por sus siglas, MAPFRE– ya era una de las empresas más importantes del tejido económico español, pero se encontraba en la quiebra técnica tras el acuerdo firmado con el Régimen y el Ministerio de Trabajo en 1943 y que acabaría transformándose en el seguro obligatorio por enfermedad, precursor de la Seguridad Social. En ese tribulado contexto, un joven Ignacio Larramendi de apenas 34 años tomó las riendas de la mutua, la salvó del pozo económico en el que se había sumergido y la transformó en el gigante que es hoy, con presencia en los cinco continentes y en más de 30 países.

El emprendedor responsable

«Cuando se hizo cargo de la empresa, sus colegas no le daban la enhorabuena, le daban el pésame. De hecho, no fueron pocos los que se negaron a aceptar la responsabilidad, alegando que MAPFRE no la hubieran querido ni regalada». Así de meridiano recordó el proceso de liderazgo Luis Hernando de Larramendi, hijo del emprendedor y presidente de la fundación que lleva su nombre, en un acto celebrado ayer en el madrileño Auditorio Abante y que sirvió como celebración del que hubiera sido el centenario del hombre que llevó a MAPFRE hacia el futuro: «Siempre tuvo claro que la empresa debía crecer, pero preocupándose también de la sociedad en la que lo hacía, sin descuidar su faceta humana. Fue un precursor y un pionero de eso que ahora llaman responsabilidad social corporativa», explicó Larramendi hijo, antes de parafrasear a Unamuno: «Hablo tanto y tan bien de él porque es el hombre grande que más a mano tuve».

El acto, al que también acudieron Antonio Huertas, presidente de MAPFRE y de Fundación MAPFRE, y José Manuel Martínez, presidente de honor de la corporación, también sirvió para presentar una completa investigación sobre la vida y obra del empresario que ha sido dirigida por Javier Morillas, catedrático de Economía Aplicada. A través de un documental, con testimonios «cercanos y actuales» sobre el «saber hacer» del emprendedor, y un libro, que lleva por título «Larramendi, el arquitecto del seguro moderno: MAPFRE (y del humanismo en la empresa y en la vida)», tanto la fundación de la mutua como la familiar quieren honrar la memoria de uno de esos visionarios que, después de la Guerra Civil, se esforzaron en reconstruir la España que se había empeñado en herirse a sí misma.

«Casi siempre que se habla de los casos de éxito empresarial y se citan los modelos que se estudian en Harvard y otras universidades de prestigio, se suelen olvidar del Sistema MAPFRE que levantó Larramendi, y este trabajo pretende reivindicarlo», explicó Morillas sobre su investigación. Y siguió: «El libro recopila sus obras completas, una extensa obra escrita sobre la variedad de temas que centraban el interés de Ignacio Larramendi, como el de la inversión en tecnología, de la que fue pionero en Europa».

Así también se entiende, más allá de lo académico, una de las frases que arropa el trabajo del catedrático y las fundaciones, ese «haciendo mucho por MAPFRE, terminé haciendo mucho por España» de Larramendi que resume la pulsión progresista de un empresario que abandonó su plaza de funcionario, que había combatido en la Guerra Civil y que, en la última década de un mandato al frente de la empresa que terminó en 1990, se encargó de constituir la Fundación MAPFRE que, actualmente, es uno de los pilares de la vida cultural y social de ciudades como Madrid. Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil en 2002 y, a título póstumo, Medalla al Mérito en el Trabajo, la vida de Ignacio Larramendi es una colección de decisiones ejemplares que ahora encuentra homenaje.

A la contienda fratricida por su hermano
En el verano de 1937, con 16 años recién cumplidos y una educación a través de su preceptor a sus espaldas que le podía asegurar un futuro bastante menos oscuro, Ignacio Larramendi decidió alistarse en las filas antirrepublicanas de la Guerra Civil. El motivo, más allá de esa «fe inquebrantable» de la que dejó constancia por escrito o lo estrictamente ideológico, pasaba por la presencia de su hermano en las filas de ese bando y su posterior desaparición, debido a un registro con nombre falso que complicó cualquier tipo de identificación. Después de encontrarse e integrarse en el Requeté Auxiliar de Fuenterrabía, ubicado en el Palacio de Miramar, Ignacio y Luis (que era menor de edad pero ya tenía experiencia bélica) formaron parte de la Segunda Compañía de Radio Requeté de Campaña, primero, y, ya en 1938, de la Compañía de Tolosa del Tercio de San Miguel. En 1941, apenas dos años después de abandonar las armas, Larramendi ya era licenciado en Derecho y preparaba sus oposiciones.