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Crítica de “El teléfono del viento”: un futuro posible ★★★★☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Nobuhiro Suwa. Guion: Kyôko Inukai y Nobuhiro Suwa. Intérpretes: Shoko Ikezu, Tomokazu Miura, Serena Motola. Japón, 2020. Duración: 139 minutos. Drama.
En 2002, por iniciativa del Festival de Jeonju, Nobuhiro Suwa dirigió un mediometraje, “Una carta desde Hiroshima”, en el que aprovechaba una visita al museo en homenaje a las víctimas de la bomba atómica -aquel cuyas imágenes también incluyó Resnais en el legendario arranque de “Hiroshima, mon amour”, la obra maestra que Suwa revisitó en “H Story”- para reflexionar, desde el diálogo con la actriz coreana Kim Ho-jung, sobre la herida aún abierta del Holocausto nuclear. Ese diálogo se multiplica en “El teléfono del viento” a la luz de otra catástrofe, esta vez natural, el tsunami que afectó a la costa de Honsu -y a la central de Fukushima- dejando a su paso casi 16.000 muertos y 2.000 desaparecidos, con una adolescente que sufrió la experiencia en primera persona -perdió a sus padres y a su hermano pequeño- y que, ocho años después del desastre, con su tía enferma y un profundo sentimiento de desarraigo y orfandad, inicia un viaje de regreso a un hogar que ha desaparecido.
La película, pues, es la crónica de un duelo en forma de ‘road movie’, en la que los sucesivos encuentros de Haru desplazan el luto individual hacia lo colectivo, definido por la confesión de una cadena de traumas -otra vez Hiroshima; el exilio kurdo; un accidente de coche; el tsunami- que Suwa filma con una cámara impresionista, a veces casi documental, que abre las heridas del tiempo al testimonio de lo que parece una verdad inmediata, improvisada. Haru funciona a la vez como guía espiritual y como víctima silenciosa, que encontrará en el plano secuencia final, en el lugar que da título al filme, el momento crucial para hablar con lo invisible y redimir su culpa por sobrevivir a los que más quería. Con delicadeza y sensibilidad, Suwa cura lo incurable para que no nos importen las cicatrices que deja la Historia, y la película queda iluminada por el sol y las nubes de un día cualquiera, una posibilidad de futuro.

Lo mejor

El “episodio” de la embarazada y su hermano, y la secuencia final.

Lo peor

Los ataques de dolor de Haru, la protagonista, son demasiado explícitos, y alguno de sus encuentros podría recortarse en beneficio de la fluidez narrativa.