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¡Arriba el telón!

Almagro comienza esta semana la XLIV edición del Festival Internacional de Teatro Clásico, el oasis del Siglo de Oro español
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La Razón

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Almagro es el pueblo manchego por excelencia, uno de los mejores lugares que ha conservado la esencia de lo que fue y perfuma con el aroma del tiempo el paso de sus calles. Almodóvar se fue a rodar allí «Volver» y «La flor de mi secreto», porque decía que era el pueblo que más le recordaba a su Calzada de niño.
Con la particularidad de que, junto a las paredes encaladas que jamás jalonan más de medio cielo, emerge un pasado señorial, de imperio, clérigos, dinero y fúcares que se extiende por su empedrado. La democracia abrió las puertas de par en par y Lope, Tirso, juglares, Cervantes, pillos y pícaros volvieron a ocupar sus asientos. Ni siquiera la pandemia pudo con él, pues el pasado año fue de los pocos festivales que salieron adelante. Ni Aviñón ni Edimburgo... Almagro, por algo será.
«Almagro es la reserva natural del Siglo de Oro español», dice Ignacio García, director del festival que este año va ya a por su cuarta edición como máximo responsable. Y quien haya estado en Almagro un mes de julio comprueba que así es. Un mes donde uno puede encontrarse a Echanove, Forqué, el Brujo o cualquier otro personaje legendario de la escena española paseando por sus calles.
«Para mí Almagro es un oasis –dice Ignacio–. Llevo veinte años viniendo aquí como actor, director y ahora como responsable del festival y puedo decir que nunca jamás he disfrutado tanto del teatro». Este año la cita recupera su formato habitual de cuatro semanas y casi cuarenta compañías en cartel. En 2020 se salió adelante como se pudo, recién levantado el confinamiento, con solo dos semanas de festival. Pero se subió el telón. Este próximo jueves lo hará de nuevo Almagro por todo lo alto con la entrega además del Premio Corral de Comedias a Julieta Serrano.
«Julieta está contentísima, ha sido toda una vida dedicada al teatro y a los clásicos, que eso no todo el mundo lo conoce», asegura Ignacio. Junto a ella, otro gran protagonista del festival será el país invitado, categoría que se recupera en este año de vuelta a la mayor normalidad posible. Será Portugal y tiene su explicación.
«Este año se cumplen cuatrocientos años de la llegada al trono de Felipe IV, rey de España y Portugal, gran mecenas del teatro de aquella época. Por entonces, eran muchas las compañías que actuaban indistintamente a un lado y a otro y vamos a recuperar algunas de las esencias del teatro portugués gracias a compañías como el Teatro Nacional de San Joao, Braga, Coimbra, Évora... Tenemos incluso algún tesoro como ‘La contienda de los labradores del Río Miño’, que se interpretará hasta en tres idiomas diferentes: portugués, gallego y español», explica Ignacio.
La programación es muy extensa y no quedan demasiadas entradas. Este año la Compañía Nacional de Teatro Clásico trae a Almagro hasta cinco espectáculos diferentes. Comienza este mismo jueves con «Antonio y Cleopatra», un trabajo de José Carlos Plaza sobre texto de Vicente Molina Foix, que cuenta con Ana Belén y Lluis Homar.
Homar precisamente es el actual responsable de la compañía, que volverá con «El príncipe constante». También obras que trae la CNTC este año a Almagro son «Castelvines» y «Monteses», la versión de Romeo y Julieta de Lope de Vega; «Comedia de maravillas», de Ramón de la Cruz y Lope sobre ruedas, dirigido al público infantil, otro apartado que se recupera en esta edición del festival.
Grandes nombres de la escena española como Eduardo Vasco y su compañía Noviembre tampoco faltarán a esta edición de Almagro, con su versión de «Peribáñez y el comendador de Ocaña». Y José Luis Gómez pondrá en escena «Mío Cid», mientras que Rafael Álvarez El Brujo, en el Palacio de los Oviedo, representará su «Luz oscura de la fe», de San Juan de la Cruz. Pícaros, místicos, juglares, clérigos, reyes, nobles, todos se dan la mano en Almagro durante este mes de julio que recupera su blanco encalado y su noche despierta. La Plaza Mayor, una de las joyas de la arquitectura urbana española que conserva el espíritu de los banqueros alemanes que financiaron a Carlos V y se instalaron en Almagro, es la estampa que mejor representa lo que la ciudad alberga. De madrugada, cuando el Hospital o el Corral echan el telón, es el gran escenario, donde público y actores se suben a sus tablas hechas piedra para conversar sobre la obra que ya fue o aquella que habrá de llegar.

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