Liz Taylor y Richard Burton: broncas, alcohol y amor eterno
En Hollywood se asegura que su romance inspiró la adaptación al cine de la obra «¿Quién teme a Virginia Woolf?»
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El gran relato de los romances habidos en el Hollywood dorado daría para un libro de la estupenda serie de Carlos Fisas, ya saben, «Historias de la Historia». Y en ese relato, en el que figurarían Humphrey Bogart y Lauren Bacall, Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, Katherine Hepburn y Spencer Tracy, el primer episodio estaría protagonizado por Elizabeth Taylor y Richard Burton. Ni siquiera en nuestros días podríamos establecer siquiera una analogía con Brad Pitt y Angelina Jolie. Definitivamente, no hay nadie a la altura de dos leyendas que se enamoraron rodando la superproducción «Cleopatra». Un cursi diría que sintieron un flechazo. Una metáfora más ajustada es que Cupido vació todo el carcaj en ellos. El libro «El amor y la furia: La verdadera historia de amor de Elisabeth Taylor y Richard Burton» (de Sam Kashner y Nancy Schoenberger) recoge aquellos días de un tórrido rodaje en el que Richard Burton interpretaba a Marco Antonio y ella, a la reina de Egipto. La llama prendió en el primer contacto, cuando él llegó al plató con una resaca bestial y ella lo ayudó a sostener su taza de café. Su primer beso profundo llevó varias tomas y cada una duraba más que la anterior. El director, Joseph Leo Mankiewicz, obligó a cortar gritando que era la hora del almuerzo. Así nacería un romance mil veces más intenso que el de sus personajes y también el escándalo. Aunque el calendario marcaba 1962, no tuvieron reparo alguno en exhibir el doble adulterio (Lizz Taylor iba ya por su cuarto matrimonio con 29 años mientras que Burton, de 36, tenía dos hijos) por las calles de Roma ante las vaticanas barbas de Juan XXIII, que hizo público su malestar. En marzo de 1964 y tras divorciarse ella de Eddie Fisher y él, de Sybill Williams, se casaron por primera vez en Montreal (Canadá).
«El amor y la furia»
Durante diez años fueron los reyes de las portadas: Hollywood los adoraba y ellos mezclaban su pasión con litros de whisky en tres continentes. Cruzaron borrachos de América a Europa y de allí a África, dejando tras de sí un rastro de titulares como no se recuerda: se gritaban en los rodajes (coincidieron hasta en once ocasiones), se recogían ebrios a la vista del conserje y destrozaban la habitación del hotel para amanecer sonrientes y desfogados al día siguiente… Gastaban dinero a espuertas en lienzos, propiedades y las mejores boutiques europeas. Richard Burton regaló a su amada la famosa Perla Peregrina y el diamante amarillo Krupp y otro, tan colosal, que pasó a conocerse como Taylor-Burton. En Hollywood se asegura que su romance inspiró la adaptación al cine de la película «¿Quién teme a Virginia Woolf?» protagonizada por ellos mismos y que supuso el segundo Oscar para Liz Taylor. Con todo, llegó un punto en el que se amaban más que se soportaban, por lo que la separación sobrevino en junio de 1974. Fue solo un descanso. Volvieron a casarse en octubre del 75 en Botsuana. Esta vez, fue sin embargo un espejismo; no duraron ni ocho meses. Richard Burton, que contrajo matrimonio otras dos veces, murió a causa de un derrame cerebral el día 5 de agosto de 1984. Tres días antes envió una carta al amor de su vida. En 2010, meses antes de morir, Elizabeth Taylor compartió con Sam Kashner, periodista de «Vanity Fair», muchas otras misivas enviadas por Burton para que el mundo supiese lo que habían vivido. De ellas nació el libro «El amor y la furia». Salvo dos pinceladas, se reservó el contenido de una de ellas, quizá la más tierna de todas. Esa última carta descansaba en su mesilla de noche cuando los únicos ojos color violeta que el mundo ha conocido se cerraron para siempre aquel fatídico 23 de marzo de 2011 tras varios meses hospitalizada por problemas cardiacos.