“Siempre contigo”: el sacrificio insatisfecho de la paternidad
En su nueva película, el también escritor Nir Bergman regresa con una historia sobre el autismo y cómo es ser padre en Israel
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En las escuetas y exclusivas palabras -teniendo en cuenta su naturaleza de cinta muda- que se pueden leer en los primeros minutos de metraje de la célebre película de Chaplin, “El chico”, el director británico preludia la ambigüedad tragicómica de la excepcional historia de infancias castigadas por la pegajosa escasez londinense de los años 20 y vínculos familiares involuntarios entre un vagabundo y un niño abandonado en un contenedor de basura. “Una imagen con una sonrisa y tal vez, con una lágrima”, reza la mencionada introito que bien podría servir para sintetizar si no el contenido, al menos el continente de “Siempre contigo”, el nuevo trabajo de uno de los cineastas actuales más reconocidos de Israel: Nir Bergman. La capacidad de Bergman para sortear los lugares comunes del autismo, enfermedad que acusa el hijo del protagonista de la cinta, y no perderse con facilidad en ambages sensibloides de pellizco facilón, confieren al filme una base argumental de honestidad disfrutable y realista que encuentra en lo cotidiano, su poder más imbatible.
“Creo que el tema principal de la película es un tema realmente universal. Como padres, haríamos cualquier cosa para proteger a nuestros hijos, para darles la mejor vida posible. Es algo absolutamente innato, queremos guardarles, impedir que les ocurra algo. Pero tienen que vivir su vida, eso está claro. Su vulnerabilidad determinará su sufrimiento y eso es algo que no podemos evitar”, reconoce Bergman. Pese a que Aharon ha dedicado la totalidad de su tiempo a criar a su hijo Uri, el autismo de este último, quien ya es lo suficientemente adulto como para residir en un hogar especializado, pero no tanto como para prescindir del amor de su padre, marca de forma determinante los devenires de ambos cuando, de camino a la institución para personas con necesidades especiales, Aharon se escapa con su hijo sin la aprobación de su mujer y emprende un viaje de autodescubrimiento.
El hombre se sacrifica
Señala el cineasta, que revertir la jerarquía de cuidados ha sido uno de los elementos más innovadores: “En Israel habría sido la madre la que se sacrificara, habría olvidado su carrera y se habría quedado en casa para cuidar de su hijo, entre otras cosas porque suele ocurrir así, siempre es la mujer la que se sacrifica. Sin embargo, en el caso de Dana (la guionista en cuya experiencia real está inspirada la historia), como fue su padre el que se ocupó de su hermano, lo plasmó de igual manera en el guion y eso nos hizo ganar muchas cosas”. Padre de tres hijos, Nir Bergman confiesa para rematar sentirse progenitor antes que individuo: “Cuando mi primer hijo nació pensé que era la cosa más frágil que jamás había visto en mi vida y dije tengo que protegerle de todo lo malo, duro y horrible de este mundo. Tan solo cinco minutos más tarde apareció su hermana gemela y cuando la vi pensé justamente lo contrario: pero qué personita tan fuerte, dispuesta y lista para conquistar el mundo. Ahora tienen 18 años y en Israel ya tendrían que haberse metido en el ejército. Por suerte, no lucharán. Sigo identificándome con ellos, exactamente igual que al principio. También tengo otro hijo de doce años y todo lo que le ocurre, sea la escuela, jugando al fútbol, lo que sea…Creo que lo paso peor que él. Eso es ser padre. Preocuparte por ellos desde que nacen hasta el momento exacto en el que tú dejas de estar”.