Historia

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Los locos años 20

Fueron algo más que un estado de ánimo, eufórico y dislocado. a serie de personalidades que prosiguen con sus inventos, creaciones y dislocada vida social el devenir del sangriento siglo XX

Josephine Baker fue una de esas estrellas femeninas que escandalizaron en los años 20
Josephine Baker fue una de esas estrellas femeninas que escandalizaron en los años 20 larazon La Razón

Hace un siglo, los años 20 fueron algo más que un estado de ánimo, eufórico y dislocado. Representaron la consolidación de la modernidad. Una década que comienza cuando termina la IGM y finaliza con el Crack de la Bolsa de Nueva York y la Gran Depresión que conduciría a la IIGM. En lo alto del podio hay una serie de personalidades que prosiguen con sus inventos, creaciones y dislocada vida social el devenir del sangriento siglo XX. Como avanzadilla de las tendencias que se irán consolidando, aparece la figura de la modista Coco Chanel. Ella cambió con sus figurines el concepto de la nueva mujer libre, deportiva y elegante. La evolución femenina en el siglo XX comienza con la «flapper»: joven, dinámica e independiente, con el pelo cortado a lo chico, faldicorta y una petaca de whisky en la liga. Una mujer trabajadora que controla su propio destino, epítome de la chica moderna que representaron las actrices Clara Bow y Joan Crawford y la escritora Anita Loos, responsable de la creación de la norteamericana libre y desprejuiciada en el cine. La «flapper» surgió con la posguerra: jóvenes que encontraron trabajo durante la guerra y por la carencia de hombres tras la masacre de la IGM. Anita Loos fue una de las figuras centrales del Hollywood mudo, creadora de la gran estrella del «star system» naciente, Douglas Fairbanks, que seguía la cadena de montaje de los coches de la Ford. Y de Lorelei Lee, protagonista de la novela «Los caballeros las prefieren rubias» (1925), retrato de la «gold-digger», joven sexualmente libre que cree en el «American Way of Life», los diamantes y los hombres ricos, los mejores amigos de las chicas materia-listas. Lorelei es la caricatura de la vamp, de las mujeres fatales representadas por Theda Bara y Greta Garbo.

Hedonistas y calaveras

Mientras el «star system» se imponía en los estudios de Hollywood, dos figura quedaban inmortalizadas en aquellos años: la divina Greta Garbo y el «latin lover» Rodolfo Valentino, cuya muerte causó un terremoto entre sus millones de fans femeninas, nuevo fenómeno de masas. Dos acontecimientos típicamente norteamericanos de los «roaring twenties» quedaron enredados en los flecos de las faldas de las «flapper»: los gánsteres, surgidos con la Ley seca, y el jazz, que irrumpió en todo el mundo con los más enloquecidos bailes modernos: charlestón, «jitteburg», «shimmy» y el blues, que los jóvenes bailaban como posesos. Una generación de hedonistas y calaveras dispuestos a resarcirse de horrores de la Gran Guerra y cuya plasmación más acabada fue F. Scott Fitzgerald, creador de Jay Gatsby, protagonista de la gran novela americana de Scott Fitzgerald en 1925. En ella se presentan, encarnados en su propia vida disoluta los excesos de los locos años 20 y un idealizado Al Capone, enamorado de la elegante millonaria Daisy, imagen de la fascinación por el decadente «Art Déco», que se desvaneció al finalizar abruptamente la fiesta inacabable que fueron los años 20: «Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros...». Otra de las estrellas femeninas que escandalizaron los años 20 fue la mulata Josephine Baker. Su aparición desnuda, con un taparrabos de plátanos en la «Revue nègre» fue el acontecimiento de 1925. Impuso el charlestón con su desinhibida y sexual forma de bailar, bautizada como «danza salvaje»: se agitaba de forma furiosa, su cuerpo se dislocaba arrebatada por el ritmo y gateaba por el suelo, dejando al público sobrecogido. Era inevitable que la intelectualidad parisina hiciera de Josephine Baker el mito de la negritud que unía el jazz con el arte africano que Picasso descubría para el cubismo, además de uno de los referentes del dadaísmo.

En esos años París se convirtió en el centro mundial del «glamour», Berlín en la ciudad del vicio y Londres etiquetó a esa juventud hedonista como la «Bright Young People»: enloquecida por el «hot jazz» y las bacanales. Fiestas amenizadas por auténticas «jazzbands» traídas del Harlem neoyorquino, en donde los «jóvenes brillantes» se mezclaban con bohemios, aristócratas y gentuza de los bajos fondos. A mediados de los años 2, Europa se convirtió en el centro del despertar juvenil. La cultura de masas norteamericana se impuso en las capitales mientras se cuarteaban las barreras de clase a un ritmo tan acelerado como la música de jazz. A Europa peregrinaban numerosos escritores, músicos y artistas estadounidenses que hicieron de París una fiesta. En el Berlín más cosmopolita, se inauguraron clubes de vicio, pero ninguno como el Haus Vaterland, «el palacio del placer», un complejo con café, restaurante, cine, y el club Picadilly, al que podían concurrir 6.000 clientes por hora. Fue durante esos años la capital sexual del mundo. Berlín estaba repleto de antros de lesbianas y homosexuales, salones de travestis y burdeles y por las calles, numerosos chaperos adolescentes, los «Dolls Boys», eran el imán de homosexuales británicos y norteamericanos que acudían como moscas a «este loco carrusel» que fue Berlín durante la República de Weimar.

Núcleo irradiador del diseño

En 1919, Walter Gropius abría la escuela de arquitectura Bauhaus, núcleo irradiador del diseño, que dominaría el siglo XX con la diáspora de sus alumnos al cerrarla el Partido Nazi en 1933. El totalitarismo se consolida en Europa con el triunfo de la revolución bolchevique en 1917 y Lenin en el primer genocida de masas, seguido por Stalin, Mao, Fidel Castro y Pol Po, causantes de 100 millones de muertos, en una cadena de montaje sangrienta. A su lado, Hitler empalidece. Fruto de la ideología marxista-leninista se incubaron los huevos de la serpiente del nazismo en Alemania y del fascismo en Italia. Ambos nacidos del Partido Socialista al fusionarse con el nacionalismo. Íntimamente asociado a los totalitarismos, hay que vincular las vanguardias clásicas: búsqueda angustiada de la novedad y el rechazo a la tradición, expresado en manifiestos de protesta contra el orden democrático, que es donde les permitían rebelarse. El futurismo de Marinetti y su oda a la ciudad, el automóvil y la velocidad nació en 1909 en Bolonia como un movimiento entre el eslogan publicitario, la propaganda política y una concepción del mundo totalizadora. En 1924 el mismo artista estableció la relación entre futurismo y fascismo. El mismo año que Breton publicó el manifiesto surrealista, cuyo antecedente es el dadaísmo, surgido en Suiza, en 1916, en el café Voltaire, frecuentado por Lenin. La mayoría de los movimientos juveniles que dieron lugar a los fenómenos sociales posteriores a la IIGM se iniciaron entonces. La nueva masculinidad juvenil comienza con la obra de Noël Coward, en la que define a un joven neurótico, consumidor de drogas y de novedades excitantes y placeres oscuros. Estos jóvenes indolentes británicos, atrapados en la fantasía de Peter Pan, son coetáneos de «Los niños terribles», de Jean Cocteau, representantes de una eterna juventud autodestructiva. Escribe John Savage en «Teenage» (2018) que «la violencia de la guerra total precipitó una revolución social y moral» y abocó a la juventud a la drogadicción, el placer del momento y «una arrolladora sexualidad». Frente a esta juventud decadente, traumatizada por la Gran Guerra, aparecieron grupos juveniles como los «wandervogel», que rechazaban la industrialización y escapaban a los bosques para vivir una forma nueva de panteísmo ecologista. Alguno de sus ideólogos, huidos tras la IIGM a EEUU, iniciaron el movimiento hippie.

El tango de Valentino y Mickey Mouse

Dos de los personajes esenciales fueron Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, y Albert Einstein, por sus aportaciones a la Física, que compitieron con Carlos Gardel, el más reconocido de los representantes del tango. Rodolfo Valentino bailaba uno «arrastrao» en «Los cuatro jinetes del Apocalipsis» (1921) y popularizó «La cumparsita» y el tango en todo el mundo. El segundo es Mickey Mouse, creado por el dibujante Ub Iwerks, que también danzó imitando a Valentino en «The Gallopin’ Gaucho» (1929). En ella conoce a Minnie en una «cantina argentina» y se enamoran bailando un tango arrabalero.