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Clinton Heylin: «La acusación de abusos sexuales contra Dylan es ridícula»

Tras cuatro décadas escribiendo sobre el cantante, el escritor y periodista ahora publica una monumental biografía: «La denuncia no es creíble en absoluto»
Bob Dylan celebra el 25 aniversario de "Time Out Of Mind", una obra maestra que nadie esperaba
WILLIAM CLAXTONEFE

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Que Clinton Heylin ha escrito muchos de los mejores libros sobre Bob Dylan lo sabe cualquier aficionado al monstruo de Duluth. Autor de una biografía monumental, «Behind the shades», que en su tercera encarnación, la del veinte aniversario y publicada en 2011, llegó a tener 898 páginas, Heylin también ha escrito obras como «Day by day: A life in stolen moments», «From the Velvets to the Voidoids (A history of american punk)», «The great white wonders» o «Despite the system: Orson Welles versus the Hollywood Studios». Ahora, lejos de actualizar «Behind the shades», ha optado por escribir, desde cero, una nueva biografía dylanita, «The Double Life of Bob Dylan: Volume I: 1941–1966 A Restless, Hungry Feeling». Es la primera y fascinante entrega de una obra que en su continuación llegará hasta hoy mismo. De momento, toca hablar con Heylin del Bob Dylan que llega a Nueva York hambriento de fama, blues y sexo, capaz de aglutinar y condensar el movimiento folk, ponerlo patas arriba con sus viajes surreales, y luego, en año y medio fulgurante, noquear al mundo con tres discos eléctricos nunca igualados.
–Después de ocho libros sobre Dylan, ¿por qué vuelve a él y por qué lo hace desde el principio, de cero?
–Con suerte, la respuesta será evidente tras leer el libro. Hay muchísima información nueva. Obviamente, Tulsa (la Universidad a la que el cantante vendió sus archivos, base del The Bob Dylan Center) ha revolucionado todo. He tenido un acceso fantástico a esos materiales. Además, han pasado muchos años desde que revisité «Behind the shades». Hace veinte podías estar una semana comprobando un dato, mientras que ahora puedes estar a un click de distancia. Y, bueno, mi relación con la oficina de Dylan es mucho mejor ahora que entonces. El segundo volumen, en el que ya trabajo, tendrá la misma extensión que la última edición de «Behind the shades». Nadie quería recoger el guante, así que supongo que me tocaba a mí.
–Quizá porque las aguas dylanitas son amenazantes, hay demasiada información, demasiada grandeza y demasiada mitomanía, y haya que separar la leyenda de la realidad, y bueno, no es un trabajo sencillo.
–No envidio a quien anhele empezar desde el principio y convertirse en una autoridad en Dylan en 2021. Obviamente, tengo la suerte de haber trabajado en este campo desde hace mucho. De hecho, fundamos «Wanted man» (fanzine sobre Bob Dylan) hace casi cuarenta años. He hecho otras cosas, pero nunca abandoné el planeta Dylan. Si alguien, ahora mismo, quisiera dedicarle una biografía a Dylan, y emplear, no sé, tres años, no sé cómo podría.
–El nuevo libro está lleno de caramelos. Por ejemplo, ha tenido acceso a las conversaciones de Dylan con sus músicos y productores mientras grababa sus discos clásicos de los sesenta.
–Aunque no sale de Tulsa, el primer volumen rebosa información nueva. Escuché, por ejemplo, las cintas de Tony Glover, que nunca habían circulado, donde Dylan habla de sí mismo con apenas 21 años, sin la coraza que luego desarrolla, antes de ser una megaestrella. Para protegerse tuvo que construir muros, crear el personaje, y lo hizo en apenas 12 meses, pero aquí habla un Dylan que ya no escucharemos nunca más.
–Asombra constatar la velocidad a la que crece. Disponemos de los discos, cualquiera puede ver las increíbles metamorfosis que van de 1961 a 1966, del cantante de folk primerizo al rey del movimiento y de ahí al trovador imbuido por Rimbaud y al ruidoso poeta eléctrico y visionario de «Like a Rolling Stone» o «I want you». Pero al leer sobre ello, con ese detalle, te quedas pasmado.
–Los dos volúmenes serán, de alguna forma, noche y día, o, mejor, día o noche. Porque los años hasta 1966 son los de unos cambios vertiginosos, y lo que logra… si hubiera muerto en el avión que lo traía de vuelta del Albert Hall en el 66, sería suficiente para que hablásemos de uno de los más grandes. La velocidad a la que esto sucede, y cómo logra manejarlo, es ya historia. El segundo volumen arrancará con el accidente de motocicleta…
–Cuando se supone que baja el pistón, aunque por ejemplo entre 1967 y 1968 disfruta de uno de sus ciclos como compositor más increíbles, con las «Basement tapes» y «John Wesley Harding», pero claro, las primeras quedaron ocultas durante años y el segundo es Nashville, muy lejos de la psicodelia, y ya no estaba en la onda.
–Conviene recordar que en Tulsa apenas tienen manuscritos previos a 1966. Ahora bien, del 67 en adelante, ay, amigo, es tremendo; por supuesto, el material de «John Wesley Harding», y después todas las letras que luego aparecen en «Lost on the river», etcétera. Así que con el segundo volumen hablamos de unas magnitudes de información, entre manuscritos y grabaciones, gigantescas, y llega hasta «Tempest». Sí, hay huecos, pero lo que tienen, uf, sobre «Blood on the tracks», «Street legal», el periodo cristiano, «Infidels», «Oh, Mercy»...
–¿Seguimos sin entender a Bob Dylan?
–Sigue siendo una figura misteriosa, y hay cuestiones relacionadas con su creatividad que todavía no hemos logrado descifrar, si es que eso es posible.
–¿Puede el halo de misterio explicar la reacción de los medios ante la sorprendente acusación de abusos sexuales de hace unas semanas?
–Pero por favor, ¿cómo alguien puede creerse esa acusación ridícula? Es simplemente inconcebible, no solo porque sabemos dónde estaba esos días casi al milímetro, sino también psicológicamente impensable. Dado todo lo que conocemos de sus relaciones con las mujeres, que están increíblemente documentadas, estas acusaciones no son creíbles en absoluto. Tengo que añadir que me ha decepcionado mucho la reacción de la Prensa. No necesitas haber estudiado demasiado para descartar la acusación por absurda. Y aunque todavía pasemos muchos años dedicados a bucear en su obra y su vida, disponemos de suficiente información, fuentes de todo tipo, como para que los medios de comunicación hubieran reaccionado de otra forma, concluyendo que es un disparate sin ningún sentido.
–Volviendo al libro, fascina escuchar las conversaciones entre el joven Dylan y su descubridor y primer productor, nada menos que John Hammond, que venía de descubrir a Billie Holiday, por ejemplo, y que también haría lo propio con gigantes como Aretha Franklin, Leonard Cohen, Bruce Springsteen…
–Dylan tenía... ¿cuántos años, 19, cuando graba ese primer disco? Carecía de experiencia, pero tiene muy claro lo que está haciendo. Cuando Hammond trata de encerrarlo y acotarlo, de llevarlo a su terreno, Bob sabe cómo librarse. Dylan detectó pronto que debía de emanciparse. Su suerte fue que aterrizó con Tom Wilson, el que posiblemente haya sido su productor más cómplice, el que mejor comprendió quién era y supo cuándo debía presionar y cuándo no.
–Wilson es un tipo fascinante por varias razones.
–Fue de los primeros que entendió que no era necesario venderse a los designios de la discográfica. En 1966 abandonó la todopoderosa Columbia porque no quería transigir más. Hay correspondencia que prueba que Wilson ya estaba en contacto con la Velvet Underground en 1965, y que les está diciendo que no firmen con nadie, que piensa firmarlo en dos meses, y está haciendo lo mismo, al mismo tiempo, con los Mothers Of Invention, de Frank Zappa, en la Costa Oeste. Wilson inventa el sonido del folk rock, básicamente, y luego lo recicla en los discos con Simon & Garfunkel. Lamentablemente su estilo de vida contribuyó a su triste y prematuro final.
–Dylan, en los años que trata este libro, estaba tocado por los dioses.
–Todo lo que hacía funcionaba. Intentaba algo, y funcionaba. Ensaya apenas dos días con The Band, en Toronto, y luego se va de gira seis meses por Estados Unidos. ¡No te vas de gira durante seis meses con dos días de ensayo, es una locura, y menos con gente con tan poca experiencia! ¡Pero le funciona! No debería, pero sí. Cuando intentó algo igual de loco, en 1984, ya no. Eso sí, una constante en su carrera es el momento en que trabaja con nuevos músicos en el estudio. A menudo son los mejores instrumentistas disponibles con muchísima experiencia. Algunos de ellos, al principio, lo toman por un payaso. Hasta que de repente comprenden que no. Que ese tipo sabía exactamente lo que buscaba y cómo encontrarlo, y que les sacaba mucha ventaja. No olvidemos que es alguien capaz de grabar un disco tan extraordinario y devastador como «Blood on the tracks» (1974) en tres días.