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Juan Margallo, el joven “pesado” que se hizo mayor sobre los escenarios

Empezó a trabajar sobre las tablas por su insistencia, y hasta cambió de acento para dedicarse a eso que más le gustaba, actuar. Una profesión que a sus 81 años sigue honrando en La Mirador con sus propias memorias, “Hasta que el Alzheimer me devore”
La Razón

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Juan Margallo (1940) y Petra Martínez (1944) son un mismo ente. Dice el primero que no concibe nada sin ella después de “50 y tantos” años juntos. “No creo que pueda volver a trabajar si no está Petra conmigo. Me da pereza si no es así”. Normalmente, la dupla se ha entendido al revés. Él dirigía y ella actuaba, pero en su último trabajo conjunto, “Hasta que el Alzheimer me devore” (en La Mirador), se han cambiado los papeles. “Nos conocemos tanto que hacen falta pocas palabras, con un par ya sabemos lo que quiere el otro”.
Un montaje que bebe directamente de las memorias de Margallo, “Vivir del aire: memoria del teatro independiente de un hilo” (Esstudio Ediciones), “la historia de mi vida desde mis años mozos a la actualidad”, asegura. Del joven de Montánchez (Cáceres) al anciano de Madrid. Retazos del pasado en los que mezcla “historias, chascarrillos, anécdotas y vicisitudes que hemos experimentado a lo largo y ancho de estos años”. Un tiempo en el que les ha pasado “de todo”: desde actuar en una cárcel, a que nos pongan una bomba en un teatro; desde ser cantante en Londres, a luchar contra la guerra de Irak “y lo que nos queda”, anticipa el artista.
Ese mismo trayecto es el que repasa ahora en la sala de Lavapiés, aunque con el nombre que de verdad le gustaba al protagonista (y no el del libro): “Lo que pasa es que, cuando la gente se enteró del nombre, se pensaban que estaba enfermo”. ¿Y no es así? “Por supuesto que no, tengo una memoria prodigiosa”, como demuestra sobre el escenario y repitiendo cada día en casa su papel de hace seis décadas en “Calígula” (1971).
Entonces era un chaval que venía a comerse el mundo y que quería ser actor a cualquier precio. Explica que empezó a trabajar “por pesado”, dice. Pidieron a alguien que tocara el acordeón y él que se presentó, aunque solo supiera tocar la guitarra. No lo cogieron, “es que es un barrio de París”, justificaron. Luego, un malabarista, y ahí que fue Margallo, pero solo sabía hacer juegos de manos con cartas. Tampoco le cogieron... Pero sí sonó la flauta a la tercera. “Solo necesitaban a alguien de figuración y me aceptaron. Me dieron dos frases y, ya luego, aprendí los juegos de malabares”, comenta.
Así, “Hasta que el Alzheimer me devore” se divide en dos partes: la vida entre Montánchez y Cáceres capital y su posterior llegada a Madrid con su “no ingreso” en la Escuela de Arte Dramático. “Tenía tanto acento y hablaba tan rápido que doña Amparo Reyes, que formaba parte del tribunal me dijo que no me habían querido calificar para no suspenderme y que me pudiera presentar en septiembre. ‘No es que hayas estado mal, es que no te hemos entendido’, me dijo”, confiesa años después Margallo entre risas y, ya sí, con acento capitalino.
  • Dónde: Sala Mirador, Madrid. Cuándo: hasta el domingo. Cuándo: 14 euros.