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Arte

Banksy: doce millones por la cárcel de Oscar Wilde

El grafitero, para impedir que unos promotores inmobiliarios derriben el edificio, uno de los símbolos para el colectivo LGTBI de la represión contra la identidad sexual, ha decidido comprar la prisión para convertirla en un centro artístico

Mural de Banksy en la pared exterior de la prisión de Reading
Mural de Banksy en la pared exterior de la prisión de ReadingMatthew ChildsREUTERS

Banksy es un cazador de paradojas. Su arte se sostiene en el delicado equilibrio de conceptos contrarios: una playa en un muro de cemento; una paloma, símbolo de la libertad, en una frontera; una mujer que levanta una pared para esconder la basura... Esto lo ha llevado ahora a un nuevo maximalismo en una oferta que nadie sabe con certeza qué tiene de sinceridad, juego propagandístico, artificio o noble ejercicio de principios. En 1895, Oscar Wilde ingresó en la cárcel de Reading. Las acusaciones que le condujeron a tan sombría estancia fue su relación con un joven aristócrata, Alfred Douglas, que más adelante recibiría el título de lord sin que su damnificado prestigio supusiera mella alguna. El muchacho, con la sumisa reverencia que solo poseen los fans y los seguidores más entregados, admiraba la obra del genial escritor, que en aquel momento disfrutaba de las mieles y la fama que le había reportado la publicación de su célebre libro «El retrato de Dorian Gray». Pero este chaval con el que el autor de «La importancia de llamarse Ernesto» mantuvo una sonora y polémica relación en esa sociedad anclada en viejos códigos, tenía una figura paterna con las que más valía mantener ninguna discusión ni desencuentro: el marqués de Queensberry, el hombre que impulsó las reglas del boxeo moderno y que gozaba de merecido prestigio de no andarse con demasiadas zarabandas. Éste, en leal correspondencia a ese crédito, mantuvo todo un duelo con el novelista en los tribunales que fue digno del mejor encuentro pugilístico. Como suele ser habitual cuando la inteligencia y la fuerza chocan en semejantes tesituras, el prestigio intelectual salió mal parado y perdiendo. El dramaturgo fue condenado por su homosexualidad y su funesto paradero fue aquella prisión húmeda y oscura, donde iba la peor escoria de la sociedad y, también, las personas censuradas por su identidad sexual. Oscar Wilde salió de su infierno un par de años después, en 1897, con la salud quebrada y el ánimo hecho polvo. Lo que dejaron en libertad era un pálido espectro de la persona que había entrado. El edificio, con mala reputación incluso entre la fauna de la peor caterva, continuó en funcionamiento hasta 2013, cuando el Ministerio de Justicia británico decretó al final su cierre. Para entonces, ya se había convertido en todo un símbolo para el colectivo LGTBI, porque en la historia, lo que muchas veces representa lo ominoso y lo terrorífico, acaba convirtiéndose en emblema de una o varias causas. La redención se alcanza a través de los propios emblemas de tortura. Haciendo gala de estas derivas, la cárcel de Reading, detestaba y odiaba por cientos de presos a lo largo de su historia, ahora se ha convertido en un monumento tiznado de enorme significado para muchos. Por eso, cuando las garras de voraces promotores inmobiliarios anhelan quedarse con aquel terreno para edificar, Banksy ha salido en su defensa. Desde pequeño, siempre soñó con dejar huella de su genio artístico en uno de sus muros, en concreto uno de quinientos metros de largo. De mayor lo consiguió y dejó la estampa de un fugitivo que escapaba gracias a las páginas enhebradas que salían de una máquina de escribir. El artista, al enterarse de que desean convertir la celda donde Oscar Wilde penó por dos largos inviernos en apartamentos, ha decidido comprar la prisión y ha puesto sobre la mesa doce millones de euros para quedársela. Según ha manifestado su propósito es elevar ese foso de condenas en un centro artístico. Un lugar que pueda albergar exposiciones y, posiblemente, que puedan recubrirse sus paredes con grafitis y pinturas y que se convierta en una metáfora de la lucha por la libertad de expresión.