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Historia

Julio Albi: «Pocos son tan negativos con su propia historia como los españoles»

El autor de «De Pavía a Rocroi» publica «Moros», la olvidada y apasionante historia de los tres siglos que los españoles estuvieron en Filipinas y su batalla sin cuartel contra los piratas musulmanes

El historiador y diplomático Julio Albi de la Cuesta
El historiador y diplomático Julio Albi de la CuestaJesús G. FeriaLa Razon

Por conocimiento, los hechos que cuenta y su pulso narrativo, «Moros» (Desperta Ferro) es uno de los mejores libros de historia del año. Sus páginas están repletas de piratas, asaltos, cabezas cortadas, destinos infaustos y gestas heroicas. Casi una novela de Emilio Salgari. Y todo para contar tres siglos olvidados de la historia de España: los trescientos años ignorados que los españoles estuvieron en Filipinas y la lucha que mantuvieron con los habitantes de esas islas, a los que llamaron «moros» por ser musulmanes. Los combatieron en arrecifes, junglas y mares. Julio Albi de la Cuesta, historiador, embajador de España, autor del imprescindible «De Pavía a Rocroi», un clásico de nuestra historiografía y lo mejor que se ha escrito sobre los tercios españoles, nos trae ahora la lucha que España afrontó contra los piratas de esta punta del mundo entre 1574 y 1896.

¿Qué hacíamos allí?

Los españoles no conocíamos límites por entonces. Queríamos ir a otro lado, siempre más allá. En aquella época se asumía con tranquilidad hasta la posibilidad disparatada de conquistar China y que ese sueño era accesible. Se habían hecho cosas tan difíciles de creer que pensábamos que no existían límites. Lo que pone el escudo de España, Plus Ultra. Las condiciones podían ser atroces, pero eso estaba incluido en esa mentalidad y sed de aventura por querer siempre ver más.

En Filipinas no estuvo lo mejor de España.

Los españoles corrientes deseaban salir de la península para buscar un sitio mejor. Es cierto que tenían otros sitios más cómodos a los que ir. Quien deseara hacer fortuna era más lógico que acudiera a México, Perú o Bolivia. Era más sencillo ganarse ahí la vida que hacer el disparate de ir a filipinas. Allí acababa gente muy desesperada, que no tenía remedio. El viaje resultaba tan peligroso que hacía falta tener unas condiciones especiales previas para correr ese riesgo. Y teniendo en cuenta que los españoles tenían el continente americano a su disposición... Fueron pocos allí y no era la flor y nata. Muchos iban obligados.

Fue un choque de civilizaciones.

Totalmente. Eran dos culturas incompatibles. Lo secundario era el plano religioso, que ellos fueran musulmanes. Los moros, que es como los llamaron, eran una sociedad esclavista. Estaba basada en el trabajo de los esclavos. Y lo que tenían más a mano para esclavizar eran los habitantes del archipiélago filipino, que formaba parte de la monarquía hispánica. Los moros vivían para capturarlos y hacerlos trabajar para ellos. La obligación de España era protegerlos. Los dos puntos de vista se excluían mutuamente. Los moros, para desarrollarse, necesitaban asolar las costas filipinas y los españoles tenían que evitar eso. Fue una tragedia, porque la civilización mora tenía muchas cosas buenas, como una estructura preestatal sólida, código de leyes...

Una sociedad esclavista, como la de Roma.

Intento huir de la nefasta tentación que es aplicar la mirada del presente al pasado. Si se mira desde el prisma actual se deforma la visión de los hechos. Hay que estudiar, escribir y no juzgar con criterios actuales. Se trata de despejar los valores y principios personales que tenemos ahora. El punto de vista de los moros era lógico, igual que el de los romanos. A los moros no les gustaba trabajar en el campo, tampoco bucear grandes profundidades, algo que reventaba los pulmones, y necesitaban tripulaciones para sus barcos. Para ellos lo racional era la captura de hombres para sobrevivir. Considero un error enorme aplicarles la mentalidad actual y pensar que eran una pandilla de asesinos. En nuestro 2022, por supuesto, claro, no estamos de acuerdo con eso, pero es que ellos no vivían en 2022, y en la vida y la época en que vivieron eso era natural, sobre todo dentro del contexto mundial de la esclavitud. Los berberiscos hacían incursiones en España para tomar esclavos, los españoles esclavizaban, los soldados turcos igual. Era una moneda corriente y tiene poco sentido aplicar nuestros juicios actuales a ese periodo.

Religión y cultura no fueron puentes.

Desde el principio, entre los dos mundos se estableció una guerra sin cuartel. De hecho, si los españoles apresaban a uno de ellos, los moros consideraban que estaba muerto, que había dejado de existir. Eran incompatibles una cultura con la otra. Con esa mentalidad era complejo llegar a un entendimiento. La labor evangelizadora, por otra parte, tuvo unos éxitos limitados. Fueron pocos los que abjuraron de su religión entre los moros. No lograron muchas conversiones o adeptos entre las tribus de Joló y Mindanao.

Fueron los peores enemigos contra los que ha luchado España.

De los más terribles, en efecto. Fueron tres siglos de guerra. Eso no lo hemos mantenido en ninguna parte del mundo. Posiblemente, fueron más terribles incluso que los apaches. Figuran entre los grandes enemigos de la corona hispánica. Era gente brava, dura. La prueba es que cuando Estados Unidos se arroga la soberanía sobre Filipinas, de una manera que es discutible, los combates que los americanos mantienen contra los moros fueron terribles, implacables. Hizo falta todo el desarrollo del armamento, el descubrimiento del vapor para los barcos y los fusiles de retrocarga para acabar con ellos. Era uno de los grupos humanos más belicosos.

¿Por qué conocemos tan poco esta historia?

Esto dice muy poco de la cultura que se está impartiendo a los españoles. Intervienen factores históricos, como el desastre del 98, Annual, los cuarenta años del franquismo, un periodo en el que se dio una visión discutible de la historia de España... todo esto ha provocado rechazo. Cualquier escolar normando sabe que el ejército francés luchó en Madagascar y un alumno escocés, que estuvieron en Sudán. Es el conocimiento mínimo que un pueblo debe tener sobre su pasado. En España, por esos factores, resulta que no estamos en esa situación. ¿Cómo es posible que no se conozcan estos hechos? Esto demuestra las grandes lagunas que existen sobre nuestra propia historia. Es algo desgraciadamente excepcional en el contexto en el que está situado España. Es un desconocimiento preocupante sobre nuestro pasado. Es un agujero que te deja sorprendido. Estamos hablando de lo que para mí es una parte integral de lo que es nuestro país. España no se puede entender sin Iberoamérica ni Filipinas. Es justo eso lo que nos diferencia de gran parte de nuestro entorno, de los europeos, haber tenido esta proyección tan amplia. Ignorar eso es ignorarnos a nosotros mismos y empequeñecernos. No hay que recrearse en un pasado dorado, pero tampoco que se tenga que mirar hacia atrás con ira o que no se tenga que mirar hacia atrás. El español desprecia lo que ignora.

La mayor parte de las milicias en Filipinas eran nativas. ¿Cómo se hizo para mantener su lealtad?

Siempre me ha llamado la atención este aspecto. Hay que tener en cuenta que España mantuvo América y Filipinas sin casi soldados peninsulares. No había regimientos españoles en América. Los movimientos de independencia tropiezan con una oposición americana encuadrada en unidades bajo la bandera española. En Ayacucho, el 90 por ciento del ejército estaba formado por americanos. En Filipinas sucede lo mismo. Me ha asombrado lo poco que hemos reflexionado sobre este tema. El ejército español fue capaz de crear un apéndice en el ejército de ultramar con la población local. Eran unas unidades magníficas, con una lealtad a toda prueba. Cuando hubo la sublevación de Filipinas contra España, apenas había guarnición española en Luzón. Son tropas filipinas. Es algo que no hemos entendido. De la presencia del ejército inglés en la India hay bibliotecas enteras, pero sobre el ejército español en ultramar no se ha escrito un solo libro. Y se ve como algo natural. Que filipinos y americanos sirvieran bajo la bandera de España parece que no merezca una reflexión, ni siquiera creo que el ejército español actual sea consciente de esas raíces profundas hacia ese pasado.

Las enfermedades fueron terribles.

Cito unidades enteras cuyos hombres pasaron por los hospitales en un solo año. Era una vida durísima, pero no solo por eso, sino también desde el plano psicológico porque, en muchos casos, en los destacamentos o buques solo había un oficial español. La marinería era indígena, y ese español se pasaba meses ahí solo. Como mucho podía hablar con un subordinado que hablaba español. Las condiciones eran tremendas, sabiendo, además, que en estos puestos destacados si se caía enfermo, las posibilidades de llegar al hospital eran nulas. Los moros eran unos enemigos feroces, pero mucho peor fueron las enfermedades.

¿Qué le esperaba a un español si caía en manos de los moros?

Podían darse varias situaciones. Si lo cogían por el camino y se cruzaban con un barco español, era probable que lo tiraran al mar y podía morir ahogado. La otra posibilidad es que directamente lo mataran. Pero en muchos casos, los retenían como prisioneros y los vendían a las autoridades o las órdenes religiosas. Los moros sabían que las órdenes pagaban para rescatar estos hombres que habían caído prisioneros. Desde ese punto de vista, era mucho mejor ser español que un nativo.

Tenemos una relación dura con nuestro pasado.

Tenemos un pasado más que digno, aunque hay que mirarlo sin grandilocuencias, sin patrioterismos, sin triunfalismos, aunque también sin dramatismos exagerados. Teñimos todo de negro. Somos especialistas en eso. Pocos son tan negativos sobre nuestra historia como nosotros mismos y, lo siento, eso es algo que nos empequeñece. Por lo menos, tenemos que conocerla. Luego se critica. Pero hay que estudiarla antes seriamente, sin demagogias, de un extremo y de otro, y asumir con naturalidad una trayectoria que no es peor que la de cualquier otro país. No hay nada que justifique este rechazo. Rechazamos nuestra historia y la olvidamos. ¿Por qué no hacer algo más natural como es asumirla? Ningún país se puede explicar a sí mismo sin conocer su pasado. Sin que se haga eso, no existe una percepción del nuestro país.

Usted escribió un libro esencial sobre los tercios españoles. ¿Está de acuerdo con la apropiación política de ellos?

Antes insinuaba que no había que mirar el pasado con excesos. Ni en un sentido ni en otro. Me refería a esto. Los tercios eran unas unidades militares magníficas. Y punto. Estaban al servicio del rey y no hay ninguna carga ideológica que buscar en ellos. Los tercios se devalúan si se incluye en su concepto una carga ideológica que jamás tuvieron. El capitán Contreras, por ejemplo, servía a su señor, iba al lugar que le mandaban y no iba más allá. Considerar que se puede hacer de ellos la bandera de algo específico me parece un error. No se puede atribuir a los tercios aspectos ideológicos que nunca tuvieron.

Como embajador, ¿cómo observa la situación en Ucrania?

Lo veo con horror. Me parece inconcebible que en siglo XXI asistamos a una acción como ésta, que desde hace decenios considerábamos irrepetible. No entiendo esta agresión injustificada y cómo se ha violado el derecho internacional y, en el fondo, también el mundo que entre todos hemos creado después de la Segunda Guerra Mundial. Eso es lo que se pone en cuestión. Es algo que no concibo. No entiendo cómo Putin ha hecho lo que ha hecho. Y no veo una salida con claridad. En el Kremlin se han instalado en la irracionalidad. Solo desde ahí se puede comprender. Conservo el optimismo de que habrá suficiente inteligencia y sangre fría para llegar a una solución. Pero es una situación peligrosa. La peor, de lejos, que hemos pasado desde 1945. Nunca hemos vivido en Europa, ni siquiera en plena Guerra Fría, una situación tan compleja.