Isaac Rosa: «El miedo nos convierte en supervivientes»
Publica «Lugar seguro», Premio Biblioteca Breve, una novela demoledora sobre las lacras de nuestra sociedad
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Isaac Rosa corrige y precisa el matiz. A su literatura, considera, es más apropiada llamarla «política» que social. Solemos asociar «social» con los conflictos sociales. Es más tradicional. Lo que propongo, sin embargo, es una literatura que problematiza y politiza la propia escritura». El novelista publica «Lugar seguro», Premio Biblioteca Breve 2022. Una obra que es un río verbal, una voz que desgrana el monto de problemas que padece la sociedad. «Este parece un momento crítico, pero estamos así desde hace décadas. Por eso necesitamos no solo novelas, también propuestas». Y esta obra es un paso en esa dirección.
¿Es necesaria esta literatura de compromiso?
Esta novela está escrita en la pandemia y tiene mucho de encierro, de pensar el espacio doméstico de otra manera, como un lugar seguro en el que protegernos del exterior. Yo me planteaba escribir sobre la incertidumbre, la vulnerabilidad y el desconcierto. Y sobre este futuro que no era negro, sino que estaba cancelado. Ahora la guerra nos ha multiplicado las amenazas, el miedo. Lo que llevamos de siglo XXI, que arrancó con las Torres Gemelas, el terrorismo, la guerra contra el terror, la pandemia, vivimos con esta incertidumbre.
Y se nos ha estancado la democracia.
En las últimas décadas hemos ido viendo cómo se nos iban desmontando las promeses que provenían del contexto europeo de la posguerra, de la España del fin del franquismo. Esa idea de una vida mejor, de que cada generación viviría mejor que la anterior. La democracia, el bienestar, la seguridad... esto se ha venido abajo. No solo en el siglo XXI, sino ya en las últimas décadas de los 80 y 90. Con el auge del neoliberalismo se liquida buena parte de estas estructuras que nos daban esta seguridad y confianza en el futuro. En los último años esto nos ha situado, no solo en la desconfianza en el progreso, sino en una radical desilusión y eso lleva a idealizar el pasado.
¿Y qué hace el miedo?
Para el quitarnos miedo, apelamos a formas de seguridad, que no nos van a quitar el miedo, calman.... Tenemos ser capaces de reconstruir formas de seguridad colectiva que son las que hemos perdido, pero que podrían devolvernos seguridad vital porque el miedo nos convierte en supervivientes, por eso estamos ansiosos por comprar aquello que nos garantiza seguridad y protección.
Un problema.
El problema es que vivimos de manera reactiva. Solo reaccionamos al nuevo acontecimiento. Crisis económica, pandemia, la guerra, los precios... en nada tendremos un nuevo episodio al que reaccionar y que afrontar. Los problemas son de fondo. Todos estos imprevistos y acontecimientos agudizan la desigualdad, que es propia del sistema económico, social y político en el que vivimos. Esto nos hace perder de vista otras urgencias. Tenemos una urgencia climática porque nunca es el momento de abordarla porque antes hay una crisis, una epidemia, ahora la guerra. Y no es que nos vaya a estallar ese problema, es que nos está estallando.
Y entran los populismos.
Cuando estamos mal compramos respuestas y promesas políticas que nos ofrezcan seguridad. Respuestas simples a problemas complejos. A veces esas respuestas son reaccionarias y nos llevan hacia atrás, porque caen en la idealización. Y recaemos en ciertos elementos del pasado.
No hay futuro.
Nos movemos en su ausencia o en la idea de que el futuro va a ser malo. La pérdida o el miedo al futuro, la futurofobia, tiene consecuencias sobre el presente. Hace que demos por bueno y nos conformemos con el presente. Los conflictos de hoy están ahí y nos dan miedo, hace que nos repleguemos a formas de seguridad e idealicemos otros tiempos. Necesitamos un esfuerzo como sociedad para superarlos y que no sean futuros distópicos. Necesitamos imaginación política para pensar el futuro y proponer cómo queremos vivir. Pero no nos atrevemos a imaginarlo. Fui un colegio. Con niños de doce años. Le propuse que pensaran el futuro y me sorprendió su visión tan negativa sobre el futuro a esa edad. Esta situación no afecta solo a adultos o jóvenes. También a niños. Estos chavales, además, te lo razonaban, ponían nombres a esas amenazas, a este estado de ánimo. Ahora, en el momento en que todo se nos oscurece, es cuando necesitamos este ejercicio de reflexionar sobre el futuro que queremos. Dónde queremos vivir y qué hacer.
Algo para la esperanza.
Algo que solemos perder de vista, cuando existe tanto predominio de discursos catastrofistas. Estos días podemos hablar de la guerra, en la que todo, sin duda, es negativo. Podemos incidir en la destrucción, pero también podríamos ver que miles de personas se han movilizado para ayudar, que hay gente que va en caravanas para ayudar a los refugiados y apoyar a los ucranianos. También observamos eso en la pandemia. Frente a esa idea tan repetida de que los hombres nos convertimos en lobos, lo que suele ocurrir es que existen formas de cooperación y ayuda. Esto debería animarnos.