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“La fotógrafa de Monte Verità”: el germen del empoderamiento

El suizo Stefan Jäger viaja a los orígenes de la fotografía en femenino
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Miles de mujeres han sentido a lo largo de la historia un injusto miedo a vivir, sea por imposición, inercia, o por desconocimiento hacia otra forma posible para su existencia. Afortunadamente, han existido muchas otras figuras que han luchado para defender que sí existen derechos y libertades para las mujeres. Hasta hoy, se ha conquistado un gran terreno en pro del feminismo, tras un largo camino que, sin embargo, aún no se ha recorrido de manera completa. Si hay un lugar donde esta libertad existió, sin prejuicios ni miedos: se trata de Monte Verità, una colina localizada en Ascona (Suiza), que ha sido sede de eventos utópicos y culturales desde comienzos del siglo XX.
«Las ideas de sus fundadores fueron muy modernas: igualdad de derechos para mujeres y hombres, vivir en armonía con la naturaleza, alimentación vegana, apertura a cualquier concepto político y social. Hoy es un lugar donde la gente puede recordar su espíritu», explica a LA RAZÓN Stefan Jäger, director de cine suizo que ha recuperado los orígenes de este paradisíaco escenario para narrar una enternecedora y desafiante historia en «La fotógrafa de Monte Verità», de estreno hoy en salas.
La protagonista es Hanna Leitner (Maresi Riegner), «un personaje casi roto, con muchos miedos», define Jäger. Es joven y madre en 1906, un contexto nada fácil para dicho rol, y se ahoga en su papel encorsetado y sus limitaciones sociales. Por ello, huye a dicha colina suiza, donde «al llegar intenta resistir el impacto de su filosofía. Pero a través de una mirada artística aprende a tomar conciencia de la fuerza y el poder que tiene la comunidad. Al hacer fotos, es capaz de sumergirse en el concepto de libertad, se recupera de su enfermedad y se convierte en una artista excepcional, que tiene el valor de tomar una decisión difícil», dice el cineasta. Y es que el excepcional retrato que personaliza Hanna es el de una mujer obligada a ser sumisa, obligada a dejar a sus hijas, a quienes más quiere en el mundo, para obtener una mínima oportunidad de respirar a pleno pulmón.
Progresos relativos
Si bien es cierto que hasta hoy se ha avanzado en positivo en términos de igualdad y derechos de las mujeres, sí opina Jäger que en otros aspectos no: «Cuando se proyectó la película en Suiza, algunos periodistas masculinos consideraban que no era posible que una mujer de esa época aprendiera a hacer fotos», recuerda, «Riegner dijo que tardó 15 minutos en entender el manejo de la cámara fotográfica antigua, más fácil que un teléfono móvil. Otros afirmaban que el marido de Hanna debería haberla llevado de vuelta a Viena». De hecho, confiesa, «siendo un ciudadano suizo de sexo masculino, tenemos que avergonzarnos de que las mujeres suizas solo puedan votar desde 1971, y todavía no tenemos una buena normativa sobre el permiso parental».
En definitiva, el pausado y a la vez potente relato de «La fotógrafa de Monte Verità» pretende «motivar a la gente a abrirse a otras opiniones. Escuchar diferentes aspectos de cualquier utopía y no olvidar nunca que la humanidad solo sobrevivirá como comunidad. No tiene sentido juzgar sin hablar ni escuchar, sin intentar comprender». Todo ello, por cierto, a través de otras dos figuras femeninas con bastante poder: Lotte (Hannah Herzsprung) e Ida (Julia Jentsch). La primera «es un personaje muy particular del que no queda ninguna foto», explica el director. En cuanto a Ida, «feminista, decidió no casarse para poder poner todo su poder en la creación de una utopía como el Monte Verità. Se convierte en la mentora intelectual de Hanna al empujarla a encontrar su propia voz al tomar fotografías. Nos centramos en este triángulos de mujeres para crear un espacio único y seguro en el que la protagonista pudiera crecer y ganar poder», concluye para despedirse.

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