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La «Motomorfosis» de Rosalía

La artista ofreció ayer el primero de sus dos conciertos en un entregado Wizink Center de Madrid, donde vuelve a actuar hoy

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De un directo de Rosalía no se espera poco. Las expectativas en torno a esta artista siempre se presentan, como ella canta, «Con altura», y es que no podía ser menos cuando, en cada proyecto, ha avanzado con paso firme y fuerte, despertando todas las emociones posibles a las que la música puede apelar. De la que revolucionó la fusión flamenca con «El mal querer» se esperan ver coreografías de las que cansan y emboban, así como la chulería propia de una «Motomami» y unos motores rugiendo a la vez que ritmos frenéticos se solapan con la calma de un piano o el solo de una guitarra. Y, por supuesto, de la cantante catalana se espera escuchar las posibilidades de su voz, tan inconfundible, capaz de llevar cualquier género o tema a su propio terreno, y gracias a la cual el fenómeno que lidera sigue funcionando.
De Rosalía se suele esperar, en fin, bastante porque, si bien ella repite de forma incansable que siempre hace lo que quiere y siente, no suele decepcionar. Y así lo demostró ayer en un Wizink Center de Madrid abarrotado, cuyo público estuvo formado por, sobre todo, jóvenes, y entre el que se vieron rostros como el de Pedro Almodóvar o Belén Esteban.
Si hubiera que definir a Rosalía con una palabra, esa sería «metamorfosis». Ya no porque no sea extraño verla con una pegatina de mariposa entre sus dientes o porque dichos insectos aparezcan en sus letras o en las camisetas y caras pintadas de su público, sino porque cada proyecto que presenta es sinónimo de evolución. De hecho, después de cultivar sus conocimientos dentro de ese hipotético caparazón y reproducirlos en «El mal querer», parece que «Motomami» fue el álbum que le hizo ver la luz y volar estilísticamente. Que le permitió gozar de esa libertad artística de la que suele presumir, deshaciéndose de cualquier prototipo o hilo conductor y dando forma al que definió como el proyecto de su vida. Una evolución basada en toda una sinergia de sonidos que cuando se trasladan a lo visual forman lo que ella ha llamado «Motomami World Tour». Y así lo explicó ayer desde el escenario: «Siempre que vuelvo a Madrid me hacéis muy feliz. “Motomami” es distinto a “El mal querer”, y siento que tengo los mejores fans del mundo, porque haga la música que haga, sea el estilo que sea, me respaldáis como artista. Y para mí no hay nada más grande que esta bendición de sentir que me apoyáis».

«Saoko, papi, saoko»

La cantante, que arrancó el concierto en la capital con «Saoko», fue de la bachata de «La fama» al zapateo flamenco de «Bulerías», pasando por la desnudez de su voz en «G3 N15» o el pegajoso ritmo de «La combi Versace», así como tampoco faltó «Despechá», la canción que aún no ha publicado de manera oficial pero que se ha hecho viral a raíz de los directos. Todo ello, a través de un vaivén de energías que provocó al público saltar hacia lo más alto o emocionarse de la manera más profunda, para más tarde romper con «Malamente», «Delirio de grandeza» o «Con altura».
Si algo se ha comprobado en el panorama artístico actual y «post pandémico» es que un directo ya no se trata de ver a un artista enfrentándose a su nuevo proyecto, sino que también conlleva todas las connotaciones propias de la palabra «espectáculo». La producción de la gira, que comenzó en Almería el 6 de julio y que hoy repite en el mismo espacio madrileño, no se ha permitido el lujo de dejar ningún detalle. Con cuatro grandes pantallas y las posibilidades de la tecnología, Rosalía se une a esa lista de artistas que prometen que el alto precio de la entrada merecerá la pena. Que saldrán del recinto a sabiendas de que acaban de vivir momentos que creerán irrepetibles.
Y esta ambición no se limita a España: una vez complete este doblete y el resto de la gira por España, el tour continuará por Latinoamérica, EE UU, Canadá y varios escenarios de Europa. Ahora sí, «la Rosalía» ha abierto de par en par sus alas y no parece haber obstáculo que las repliegue.

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