Cuando tu vida cambia “Por los pelos”
Nacho G. Velilla plantea en su nueva comedia hasta qué punto las apariencias afectan a la sociedad actual a través de uno de los grandes complejos de los hombres: la alopecia
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Cada año, un millón de hombres viajan a Turquía para realizarse un trasplante capilar. Una cantidad que equivale a un millón de historias y, en general, un millón de complejos. La alopecia suele ser uno de los grandes dolores de cabeza -valga la expresión- para los hombres, quienes se ven, algunos, desde tempranas edades, cada vez con menos cantidad de pelo. Una situación que, a ojos del director Nacho G. Velilla, se ha intensificado más en los últimos años: “Nos relacionamos en un mundo donde las apariencias lo son todo y el contenido importa mucho menos”, explica. Y, a raíz de ello, se plantea una pregunta que ha sido hilo conductor de “Por los pelos. Una historia de autoestima”, su nueva película: “¿Estamos yendo demasiado lejos? La cinta va un paso más allá de los filtros de Instagram, porque la gente ha pasado de ellos a ponérselos en su cabeza o en sus pechos. Se están creando centros para llegar a estereotipos”, explica el cineasta a este diario.
El filme narra la historia de tres hombres: Juanjo (Antonio Pagudo), un policía que obedece a cada consejo superficial de su mujer, Sebas (Carlos Librado), amigo del anterior y también policía, que se ha divorciado y lucha por recuperar el amor de sus hijas, y Rayco (Tomy Aguilera), un joven cantante de reguetón que vive el mejor momento de su carrera. Cada uno tiene su propia historia, pero todos comparten un trauma: la alopecia conlleva también a la caída de la autoestima, por lo que se embarcan en una aventura en la que descubrirán si sus verdaderos problemas están o no sobre sus cabezas.
Explica Velilla que cuando comenzó “a contactar con gente que se iba a operar o se había operado, me di cuenta de todo lo que hay tras esta realidad. No son anécdotas, sino historias de infelicidad, complejos, y eso siempre es un caldo muy bueno para hacer una comedia”. De esta manera, y con la principal premisa de que lo importante “era que el público se riese, que estuviera emocionalmente implicado”, el cineasta viajó a Estambul para dar comienzo a este proyecto, que ahora aterriza en cines. “Antes de hacer un guion intentamos entender los sentimientos que hay tras las historias. Estuve en cuatro clínicas de Estambul hablando con pacientes y cirujanos, y me di cuenta de que no había un perfil único, que la media de gente que iba era entre 22 a 35 años, mucho más joven de lo que pensaba. Y también vimos que había varios casos de gente que iba porque sus amigos o parejas se reían de ellos... cuando deberían hacerlo porque ellos mismos quieren”.
De ahí, nace otra pregunta que se ha planteado en la cinta: “¿Empieza a ser alarmante esta obsesión por las apariencias? Me acuerdo que un cirujano me contó que mucha gente llegaba con una foto de Brad Pitt, y les decía que podía conseguir ese pelo, pero que más allá no podía llegar”. En definitiva, y como Velilla viene haciendo en cada una de sus cintas, “no pretendo juzgar, sino plantear cuestiones. Preguntarnos si estamos dejando muchas veces el contenido de lado, y nos quedamos con el envase, y no solo estéticamente, pues también ocurre en el periodismo, la política y nuestra vida diaria. ¿Prescindimos de lo profundo por lo superficial?”, concluye.