Premios Princesa de Asturias: duende, saludos y gaitas
La entrega de los galardones arranca en Oviedo con la recepción de los invitados y premiados por la Familia Real
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Asturias esperaba esta semana a los Reyes y la lluvia. Los dos llegaron el mismo día. Una meteorología social y atmosférica que, por la mañana, convirtió el hall del Hotel Reconquista en una sucesión de audiencias, americanas con las hombreras húmedas y señoras con el pelo mojado. Eduardo Matos Moctezuma, el galardonado de Ciencias Sociales, lo expresó de manera inequívoca: «Todo esto es muy intenso». Él estaba encargado de uno de los discursos de la ceremonia, pero hizo con su contenido lo mismo que la arqueología con los objetos antiguos: envolverlo de misterio. «No voy adelantar nada». El historiador sí expresó en cambio un temor fatal: «Lo leeré, si puedo, porque me está empezando a doler la garganta».
La posterior recepción de autoridades y premiados por parte de la Familia Real derivó en un lío imprevisto. ¿A quién había que saludar primero? ¿Cuál era el orden? ¿El Rey, la Reina, la Princesa Leonor y la infanta Sofía? ¿O es el Rey, la princesa Leonor, la Reina y la infanta Sofía? O, quizá, ¿la princesa Leonor, el Rey, la Reina y la infanta Sofía? Los invitados empezaban por uno y seguían por otro de una manera protocolariamente indistinta. Lo único en lo que parecían coincidir todos es que la infanta Sofía era la última. Entre medias, la genuflexión se acabó perdiendo y la fila de invitados, que avanzaba por en medio del salón, acabó tan a la izquierda que casi termina codeándose con los reporteros gráficos.
Arte flamenco
Mientras cada uno se desenvolvía como podía en esta tesitura, los periodistas comentaban que Letizia había recuperado el vestido puntillista que ya lució en su cita con Isabel II; que la heredera llevaba un modelo negro con botones dorados y puntos blancos, y la infanta, un diseño blanco y rayas negras. Del traje del Rey nadie apuntaba nada y sin que se sepa tampoco el motivo. Poco antes, entre un fondo musical de gaitas y obturadores de cámaras fotográficas, Carmen Linares aseguraba que «por supuesto que existe el duende. El duende es cuando logras transmitir al público lo que estás sintiendo. El duende viene y tú puedes estar en un teatro o en una reunión privada. El duende es llegar al corazón de las personas que te están escuchando y que digan: lo he sentido». María Pagés, a su lado, iba más allá: «El duende necesita un testigo, que es cuando se consuma el acto. El duende lo buscamos y lo sentimos. Nosotras queremos que exista, porque nuestra misión es emocionar a la gente. Por eso siempre lo llamamos. A veces no viene, pero cuando viene...». Linares insistía: «El calor del público es fundamental. Si no está, nunca se produce la emoción compartida».
Carmen Linares y María Pagés, o María Pagés y Carmen Linares, actuaron el día previo en un espectáculo que las reunió por primera vez después de 25 años. ¿Qué les dijo la Familia Real? «Estaban todos encantados, muy contentos», aclaraba Carmen; «vinieron juntos, también Leonor, que, la verdad, hizo unos comentarios que nos dejaron asombradas de cómo reconoció y disfrutó y..., bueno, Doña Letizia, igual», proseguía María Pagés. Luego, Carmen Linares, gracia, talento y simpatía por delante, igual que su compañera, comentaba con salero: «Eso sí, no sabíamos a quién saludar primero...».