La muerte de Lee Harvey Oswald, el primer asesinato televisado en directo
El crimen fue cometido por Jack Ruby, el propietario de un club con vínculos con la mafia
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Se habían recibido muchas amenazas, demasiadas, así que el principal sospechoso del crimen del siglo, del asesinato del presidente de los Estados Unidos, debía ser trasladado a un lugar más seguro. Un día como hoy de 1963, en la sede del Departamento de Policía de Dallas se ponía en marcha todo el dispositivo por el que Lee Harvey Oswald sería llevado a la prisión federal donde podría estar a buen recaudo. A los ojos de todos era el loco solitario que dos días antes, desde una ventana del edificio del almacén de libros escolares, había realizado tres certeros disparos contra la caravana presidencial. El tirador había acabado con la vida de John F. Kennedy, además de herir de gravedad al gobernador John Connally. Pero, todavía quedaban muchas, demasiadas preguntas sin responder. ¿Cómo había podido realizar los disparos? ¿Contaba con cómplices? ¿Era el inicio de una conspiración internacional? ¿Cuánto tiempo llevaba preparando la acción?
Sin embargo, Oswald nunca pudo comparecer ante un juez. En los dos días que estuvo detenido -una de las detenciones más rápidas de la historia-, fue interrogado, aunque nunca admitió haber participado en el magnicidio. Todo fue irregular. No tuvo un abogado al lado. Para hacerlo todo más complicado, la Policía de Dallas no había sabido encontrar las huellas dactilares de Oswald en el arma que había sido localizada en el almacén: un Mannlicher Carcano, un viejo rifle de la Segunda Guerra Mundial que tenía fama de no ser muy buena y que había sido adquirida por correo por unos pocos dólares.
Los dos días en los que Oswald estuvo en la sede policial fue presentado al mundo entero en una suerte de rueda de prensa, pese a que la investigación no había hecho más que empezar. Los medios presentes pudieron preguntarle, aunque solamente lograron que el presunto culpable les dijera que “soy un cabeza de turco” y que “no, no me han acusado de eso”. “Eso” era matar a Kennedy. Uno de los que se coló en los pasillos de las instalaciones policiales fue un viejo conocido de muchos agentes porque era el propietario de un club llamado Carousel al que muchos acudían para beber y conocer chicas. El Carousel era un local de “strip-tease” en el que se mezclaban las fuerzas del orden con los bajos fondos que es de donde procedía Jack Ruby, su dueño.
Su verdadero nombre era Jacob Leon Rubenstein y siempre había estado de alguna manera relacionado con el mundo de la mafia, hasta el punto de trabajar para Carlos Marcello, el jefe del hampa en Nueva Orleans. Ruby sabía como meterse a los policías en el bolsillo y que no lo molestaran. El Carousel era perfecto para eso, aunque las chicas que trabajaron allí vieron muchas de las irregularidades que se cometían o a algunos de los extraños personajes que se sentaban en sus mesas. Unos días antes del magnicidio, según una de las trabajadoras del club, estuvo un tipo al que reconoció después por las imágenes de los periódicos. Era Lee Harvey Oswald.
El Carousel tuvo el sensible detalle de cerrar sus puertas la noche del 22 de noviembre en respeto por el presidente asesinado. Ruby empezó a merodear por las oficinas policiales de Dallas simulando ser un reportero. Dos días más tarde tenía otras ideas más terribles. Cuando supo que Oswald sería llevado a otro lado, no dudó en saltarse el ridículo control de seguridad y esperar la llegada del reo. Allí, entre periodistas y cámaras que retransmitían en directo a toda la nación lo que estaba pasando, estaba Ruby con un revólver en el bolsillo. En cuanto vio a Oswald aparecer, custodiado por dos policías de paisano, saltó entre la muchedumbre y disparó. La televisión lo emitió. El sospechoso del magnicidio fue llevado al momento al hospital Parkland donde dos días antes fue declarado muerto Kennedy. Oswald llegó con un hilo de vida, pero falleció muy poco después.
Ruby fue detenido inmediatamente. Siempre aseguró que actuó solo y que quería evitar que Jacqueline Kennedy tuviera que volver a Dallas para declarar en el juicio contra Oswald. Con el tiempo, Ruby fue variando su testimonio y viendo conspiraciones por todos lados. Murió en 1967 de un cáncer. Antes de irse de este mundo, concedió una larga entrevista a la periodista Dorothy Kilgallen, aunque esta no la publicó jamás porque murió en 1965 de manera repentina. Nunca se encontraron sus notas sobre Dallas.