Sección patrocinada por sección patrocinada

Contracultura

Todo mal: los anuncios de Igualdad que abroncan a la gente corriente

El Gobierno señala a personas y colectivos concretos como machistas ante la opinión pública y arroja la sospecha permanente de culpabilidad sobre los varones

Una imagen de la campaña del Ministerio de Igualdad
Una imagen de la campaña del Ministerio de IgualdadMinisterio de Igualdad

No es necesario haber seguido demasiado la actualidad para reconocerlos sin ningún problema. Ya los medios dieron (dimos) buena cuenta de cada una de las situaciones, las polémicas y las reacciones provocadas. La última campaña del Ministerio de Igualdad, como no podía ser de otra manera si atendemos a su trayectoria, ha dado que hablar. Indisimuladamente, y dejando poco espacio para la duda, se señala desde el anuncio, al amparo del membrete de una institución estatal y financiado con dinero público, al Xokas, a Pablo Motos, a los chavales del Elías Ahúja o a la afición del Betis, aglutinando a personas y colectivos perfectamente reconocibles bajo el epígrafe de machistas y violentos. Ciudadanos normales y corrientes a los que, de manera irresponsable y desconsiderada, desde una posición privilegiada en cuanto a repercusión y notoriedad, se acusa de forma poco velada ante la opinión pública, responsabilizándoles directamente de una lacra social. Una que, admiten, no ser capaces de detener («Si no vas a hacer nada para pararlo, entonces, ¿quién?»). Por si no fuera suficiente, se insiste en la idea de que todo hombre es culpable, de una u otra manera, y toda mujer es víctima (una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida. Si ni tú ni yo hemos sido, entonces, ¿quién?).

«La cifra que ofrece el Ministerio al final del spot 1», señala Cristian Mejías, investigador interdisciplinar de género y colaborador de la Fundación para el Avance de la Libertad, «indicando que una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia machista contribuye a generar una alarma social dispuesta a legitimar tres cosas: la continua fiscalización del comportamiento de los varones como portadores de un pecado original, el tutelaje de las mujeres como víctimas por defecto de un sistema que las oprime sin contraprestación y la necesidad de seguir destinando fondos para erradicar la violencia machista. Ahora bien, lo que no se nos dice es que cuando se habla de este tipo de violencia que padecería la mitad de la población femenina en nuestro país se estarían contabilizando, entre otras, las ‘’miradas insistentes o lascivas’' o ‘’sugerencias inapropiadas para tener una cita’' (macroencuesta de violencia contra la mujer, 2019)».

Campaña del Ministerio de Igualdad
Campaña del Ministerio de IgualdadJae Tanaka

Parece preocupante, pues, esa «deliberada tendencia de mezclar churras con merinas al abordar la violencia contra las mujeres», que es algo que se repite con frecuencia en este Ministerio y cuyo objetivo, en opinión de Mejías, no sería tanto hacer justicia a mujeres verdaderamente maltratadas «como sostener un relato en el que todas, unas más y otras menos, pero todas en definitiva, se reflejen como víctimas de opresiones, sean éstas más o menos graves, reales o ficticias».

«Esa indistinción y tendencia al colectivismo», apunta Mejías, «lleva, por ejemplo, a pretender abolir la prostitución voluntaria, que no significa otra cosa que empujar a las mujeres que la ejercen a unas condiciones todavía más precarias; o a darle una importancia desmesurada a las obscenidades de un colegio mayor de las que chicos y chicas participaban consentidamente (como han aclarado algunas residentes del colegio mayor Santa Mónica). Y también por esa incapacidad para entender los matices, se han unificado figuras penales (abuso y agresión), lo que ha dado como resultado la revisión a la baja de algunas condenas por delitos sexuales. Yo no considero, personalmente, que a más años de cárcel menos delitos, pero creo que por las declaraciones que han hecho Irene Montero, Ángela Rodríguez Pam y Victoria Rosell, defendiéndose y acusando a los jueces de no aplicar correctamente la ley que ellas impulsaron y que desencadenó una serie de reducciones de condenas y excarcelaciones de condenados por violencia sexual, lo que se proponían con ella era lo contrario a lo que finalmente han obtenido. Por lo tanto, no pienso que la actividad en general ni la campaña en particular del Ministerio de Igualdad sean acertadas».

Culpa de género

Mejías sí cree, sin embargo, que es acertado poner el foco sobre los agresores en lugar de en las víctimas. «En el pasado», explica, «las campañas en materia de violencia de género estaban dirigidas a las víctimas exclusivamente, animándolas a que cortaran toda relación con el agresor o a que le denunciaran, lo que podría llevar a revictimizar a aquellas que no dieran el paso de hacer una u otra cosa. En este sentido, no puedo más que apoyar que se ponga el foco sobre los agresores. Sin embargo, la campaña del Ministerio de Igualdad hace algo muy distinto, ya que lo que hace en realidad es extender la culpa a todo el género masculino de lo que hace una minoría de hombres, perpetuando con ello los estereotipos de género que desde la prevención y sensibilización estamos intentando deconstruir, al tiempo que se rebaja el grado de responsabilidad que tiene el agresor individual sobre sus actos».

Imagen de la campaña del Ministerio de Igualdad
Imagen de la campaña del Ministerio de IgualdadMinisterio de Igualdad

«Si tuviera que valorar la labor divulgativa del Ministerio de Igualdad de Irene Montero», afirma Mejías, «hablando meramente del alcance, creo que es impecable: no hay ministerio del que se hable más que del de Igualdad, y no se debe (o al menos no únicamente) a que esté capitaneado por una mujer, como podría sostener Irene Montero, ya que hay otros cuantos ministerios dirigidos por mujeres que no dan lugar a tantos artículos ni debates». «Pero sí creo que el mensaje es contraproducente y está contribuyendo a dividir y a enfrentar más a hombres y mujeres. Aunque no nos engañemos, esta división y enfrentamiento no comienza ni termina con Irene Montero, por lo que sería un error pensar que la dimisión o cese de la ministra arreglaría las cosas. El problema es, junto al machismo de toda la vida, la existencia de un feminismo hegemónico que ha renunciado a los principios liberales de los que emergió, por lo que volver de nuevo a ellos, reconociendo que tanto hombres como mujeres pueden posicionarse como víctimas y verdugos, sería un primer paso para avanzar en el entendimiento entre los sexos y la relajación de las tensiones que conducen a la violencia. De hecho –subraya–, los estudios realizados sobre la violencia en la pareja íntima en otros países (Lysova, Dutton y Emeka, 2019) parecen apuntar que hombres y mujeres utilizan la violencia física contra la pareja del otro sexo en proporciones similares, a pesar de que las mujeres sufran daños con mayor frecuencia. Algo similar ocurriría con los suicidios: ambos lo intentarían aproximadamente igual, pero los hombres tendrían un mayor ‘’éxito’'. Por esta razón es imperativo dejar de estigmatizar a los varones y de victimizar a las mujeres, porque, además de ser injusto para la mayoría de los hombres y de infantilizar a las mujeres, es un relato falsario que solo sirve a los intereses del Poder, visibilizando a conveniencia los casos de violencia protagonizados por hombres al tiempo que se ocultan, relativizan o justifican los protagonizados por mujeres, como ocurrió en el caso de la pequeña Olivia», concluye.