Los centuriones en la Roma primitiva: ¿cómo nació el rango más popular de su ejército?
Eran los oficiales más conocidos y populares del Ejército romano, pero ¿cuáles fueron sus orígenes?
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Aunque los historiadores romanos imaginaron centuriones ya en tiempos de Rómulo, fundador de Roma, este puesto surgió de las reformas del rey Servio Tulio (siglo VI a. C.). Estas destinaron a la aristocracia a la caballería, de modo que los centuriones fueron extraídos de las clases que integraban la infantería: pequeños propietarios agrícolas. La Roma primitiva estuvo fragmentada por las disputas entre patricios y plebeyos. Los patricios eran una pequeña élite nobiliaria que reclamaba el monopolio del poder político-religioso. Los plebeyos, por su parte, suponían la población más amplia de la ciudad en busca del acceso a altos cargos y sacerdocios. El centurionazgo, como veremos, sería también origen de discordias socio-políticas.
En la Roma primitiva, los centuriones eran elegidos por la tropa durante la movilización. Todavía en el siglo II a. C. tenemos atestiguada la elección rutinaria de centuriones por los soldados durante la leva, en tanto las evidencias de centuriones elegidos «suffragio legionis» («por elección de la legión») sugieren que dicha electividad pervivió hasta época imperial, si bien de forma residual. En la Roma primitiva, el hecho de que los centuriones fueran oficiales elegidos por la tropa, en calidad de plebeyos que ostentaban un cargo público, les otorgó un prestigio que trascendió a otros aspectos de la política.
Hacia 495 a. C. los plebeyos comenzaron a elegir tribunos de la plebe y ediles. El hecho de que los centuriones pudieran ser elegidos como tribunos que el centurionazgo formaba parte intrínseca de este primer «cursus honorum» plebeyo. En 367 a. C., las leyes Licinio-Sextias abrieron finalmente el consulado a los plebeyos y un pequeño número de prósperas familias plebeyas se unieron a la alta nobleza para formar una nueva aristocracia híbrida. Estos linajes plebeyos colonizaron las magistraturas plebeyas tradicionales, que pasaron así a formar parte del «cursus honorum» aristocrático. El cargo de centurión fue incorporado también a esta nueva carrera nobiliaria, como una especie de lugartenencia para los jóvenes «nobiles», antes de acceder al tribunado militar y al «cursus» senatorial. Descontenta ante esta usurpación, en 342 a. C. la plebe forzó la aprobación de la «lex sacrata», que vetaba el acceso al tribunado militar a los centuriones, con el objetivo de mantener el centurionazgo como un puesto exclusivo para los ciudadanos romanos comunes.
La conversión del puesto de centurión en un cargo puramente militar tuvo lugar a finales del siglo IV a. C., cuando los romanos desarrollaron el despliegue en tres líneas («triplex acies») integradas por unidades más pequeñas llamadas manípulos. Las nuevas tácticas requerían que dichos manípulos operaran de forma autónoma, descansando el mando de los mismos sobre los centuriones. Además, las batallas romanas no eran combates continuos: las unidades enfrenadas tenían que separarse a medida que los soldados se agotaban, de modo que un encuentro armado de la época era una secuencia de breves, aunque brutales combates. En el lado romano, los centuriones eran las figuras clave para determinar el ritmo de este tipo de batalla: ordenar retroceder a sus manípulos exhaustos y saber detectar el momento de volver a la carga.
Ejercer la autoridad
Es poco probable que los centuriones tuvieran un papel táctico real antes del desarrollo de la legión manipular. En los contingentes clánicos que constituyeron los ejércitos romanos hasta mediados del siglo IV a. C., habituados a operar en orden abierto e irregular, los oficiales subordinados simplemente tenían que mantener sus tropas integradas dentro de la masa general. Así, los centuriones de la Roma temprana disfrutaron de una destacada preeminencia socio-política antes de tener un papel táctico verdaderamente destacado. Fue precisamente su importancia social la que permitió a los romanos experimentar de forma más agresiva con nuevas tácticas que integraron las bandas nobiliarias en verdaderos ejércitos estatales bien organizados, experimentos tácticos que no habrían tenido éxito sin oficiales subalternos facultados para ponerlos en marcha.
Todos los oficiales militares precisan de capital social para ejercer su autoridad de manera efectiva. Durante la República romana temprana, los centuriones debían, en gran medida, su capital social al hecho de ser oficiales electos y figuras clave de la institución con mayor capacidad de acción colectiva de los plebeyos –el Ejército–, así como actores políticos en el punto de partida de una naciente carrera plebeya. Si bien su estatus relativamente alto quedó incrustado en el panorama sociopolítico de la Roma temprana, este sirvió posteriormente de base para el despliegue de la legión manipular, dando al centurión un papel militar crucial que igualara la alta estima social que tradicionalmente había disfrutado en la ciudad arcaica.
Para saber más...
- La legión romana (IX), Desperta Ferro Especiales nº33, 82 páginas, 8,50 euros.