Kiko Veneno: «Si algo he hecho yo es fracasar»
El cantante recuerda sus orígenes, sus deudas, la eclosión de la Movida y arremete contra el recorte de libertades y la necesidad de crear plataformas donde expresarnos con mayor tolerancia
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Cuarenta y cinco años hace ya de aquel insustituible «Veneno» con los hermanos Amador y que le acompañaría ya a modo de apellido. Y hasta ahora y sigue, sin que le pese el pasado por todo lo conseguido, como si no le pudiese esperar por ese brillo ya nada nuevo y mejor mañana o pasado. «A mí el pasado no me pesa, al revés», explica. «Me da mucha alegría. Es una fuente permanente, como el coñac para el Rey Emérito, de orgullo y satisfacción. El pasado que yo tengo es una maravilla. Yo estoy en la música gracias a “Veneno”, a “La leyenda del tiempo”, a “Échate un cantecito” y a “Está muy bien eso del cariño”. Y gracias a esos discos estoy yo en la memoria de la gente. No pienso que ya no me quede nada por hacer, no pienso mucho en términos teóricos, al revés. Siempre he pensado en lo práctico, en lo que se podía hacer. Luego sí le doy una teoría a lo que hago, intento ver el porqué. Yo seguiré intentando hacer cosas en la medida que pueda y no me pesa el pasado, al contrario. Mientras tenga voluntad, ganas y sensibilidad, intentaré seguir haciéndolo lo mejor que pueda». De «Veneno», precisamente, aún hay algo que le pesa: «Me duele que se grabara como se grabó, en tres días y como se pudo. A mí me hubiese gustado que se grabara en un mes y entonces habría sonado perfecto. Y a día de hoy todavía sonarían perfectamente las dos guitarras juntas y la batería». Hablamos, de todos modos, de uno de los grandes discos de las últimas cinco décadas, uno de los más importantes de nuestra música, sin duda. «Cuando estábamos haciendo “Veneno”», recuerda el artista, «yo ya me daba cuenta de que aquello era precioso, que era una mezcla que no se había hecho antes. Veía a Raimundo, que cuando yo tocaba y cantaba salía punteando de una manera muy natural, puro instinto. Y después de cuarenta años si uno se pregunta “¿Con quién ha roto esquemas Raimundo Amador?”, se contesta “con Kiko”. ¿Con alguien más? Pues no. Pero en aquel tiempo yo no me proponía eso, eso se ve ahora. No había entonces una intencionalidad. Raimundo, con 17 años, era un gitano muy rompedor, totalmente fuera de los moldes, de las tendencias gitanas. Ya de por sí el era muy diferente. Con una cosa salvaje, de experimentar y de hacer que le dio una vigencia que estalló primero conmigo y luego con Pata Negra». Y luego llegaría la Movida, que «fue maravillosa. Cuando empiezo a venir a Madrid yo no tenía nada que perder y veía toda aquella vitalidad, lo que se hacía, y me parecía muy interesante. Todo fueron cosas buenas. Al principio, yo tenía prejuicios, porque venía de la música de los gitanos y del flamenco y me encontraba un poco desasistido. Echaba de menos el alimento que yo tenía en la música de Veneno. Pero no por eso me dejaba de dar cuenta de todo el talento que había», recuerda.
Entre Zappa y Sabina
Para Kiko Veneno, sin embargo, no se sitúa allí el despertar del rock español: «Yo soy muy antiguo, para mí el rock español no empieza ahí. Para mí son Los Estudiantes, son Micky y los Tonys y las primeras versiones que hace Miguel Rios con “Popotitos”, de Enrique Guzmán. Para mí, el rock que se hace en la Movida es un rock no muy original, deudor de lo anglosajón. Mientras que el rock de Los Brincos o de Micky y los Tonys era más arriesgado. Y luego está Radio futura, que fueron los únicos realmente renovadores del rock. Yo es que soy de otra época, yo soy de Frank Zappa. Al grupo que nunca pensé que le faltara nada es a Leño. Rosendo hace un rock internacional al que da un casticismo en sus letras, la afinación, la entereza, la coordinación… para mí era lo máximo del rock español, eso es incontestable. Y Sabina, que en mi opinión es un escritor buenísimo pero que musicalmente es una copia de los patrones extranjeros, me parece muy interesante en “19 días y 500 noches”, que para mí es el último disco bueno que ha hecho, cuando se mete en la base flamenca. Hasta entonces, aun dentro de esas limitaciones que yo le veía, esa poca personalidad española, hay canciones suyas que me han encantado siempre». Habiendo vivido toda aquella libertad no es de extrañar que a Kiko Veneno le parezca que en estos momentos vivimos «en un mundo al límite de las libertades en el que la tecnología se pretende que sea ya únicamente de los sabios minoritarios, la ley es del Tribunal Constitucional y las “fake news” de cualquiera que quiera decir cualquier cosa para epatar y engañar. Y esos son los tres pilares de la vida actual. Y desde ese punto de vista no se nos deja salida. Hay que intentar crear plataformas para expresarnos libremente, para que esto que está pasando no acabe definitivamente con la humanidad. Tomar decisiones personales e individuales para darnos cuenta del peligro de una tecnología que nos domine, una ley que nos domine (más importante que la voluntad popular) y una información que nos domine con la verdad embrutecida». Y tiene clara su postura ante el ruido en las redes y la conversación pública: «No podemos aceptar el veredicto de internet porque eso nos limita y, además, es mentira. El debate público no es el que nos quieren hacer creer en internet. Eso sólo conduce a perder el tiempo. Yo puedo perderlo, lo puedo perder un montón si quiero, pero según mi criterio. Lo que no puedo aceptar es perderlo por sistema. No lo voy a perder discutiendo con cualquiera de cualquier tema. No me verás nunca discutiendo con alguien que lo primero que saca es el odio ante lo que no entiende. Criticar al adversario y mantener mi posición para mí no es importante en la vida. Para mí lo importante es vivir algo juntos y que podamos corregirnos y ayudarnos unos a otros. Hablo de la hormiga, de construir un insecto social con un poquito de bonhomía y de humanidad».
Admite que a sus setenta se ha ganado el derecho a decir lo que le dé la gana y sabe del privilegio de poder hacerlo «sin miedo a que me despidan por ello. Pero eso no tiene mucho valor más allá del titular. Si yo hago una declaración y en redes quinientas o mil personas me ponen a parir no son más que eso. No voy a tomarme el debate superfluo, ignorante, embustero, zafio y mentiroso de internet como la realidad de la filosofía actual». Y añade: «Si algo he hecho yo es fracasar en muchas cosas. Me he propuesto muchas cosas que no he conseguido, en otras me he quedado a medias. Yo lo que he hecho es lo que he podido».