50 años sin dormir
RTVE lanza una edición por primera vez completa de “Historias para no dormir”, la serie más terrorífica de Chicho Ibáñez Serrador, que cumple ahora medio siglo desde la primera edición
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RTVE lanza una edición por primera vez completa de “Historias para no dormir”, la serie más terrorífica de Chicho Ibáñez Serrador, que cumple ahora medio siglo
El 4 de febrero de 1966, viernes por más señas, los espectadores de la primera y única cadena de Televisión Española "avistaron", rodeado de libros viejos, telas de araña y calaveras, en lo que parecía ser una vieja cripta, a un tipo con chaqueta de espiguilla, gafas de pasta y acento ligeramente suramericano, que les proponía una experiencia inédita en aquella cadena: "Maupassant, Gaston Leroux, Henry James, Edgar Allan Poe, Stevenson... Todos ellos escribieron relatos inmortales, historias donde se mezclan el horror, la locura, el pánico, historias que muchas veces robaban el sueño de aquellos que las leían". Con este discurso y la voluntad de "interesarlos e inquietarlos", se presentaba a la audencia un genio.
Sí, la frase está soberanamente manida, pero tratándose de quien se trata no nos resistimos a formularla de nuevo: ¿Qué no hubieran hecho los franceses, los ingleses, ¡los americanos!, con un Chicho en sus filas?
Narciso Ibáñez Serrador (Montevideo, 1935) es una "rara avis", uno entre un millón. Y siempre le gustó trabajar rodeado de seres extraños, de autores fronterizos. A todos ellos recurrió, como buen taumaturgo o ladrón de cadáveres (por decirlo a la Stevenson), en una de sus creaciones más excéntrica, más geniales y más entrañables desde la perspectiva de estos 50 años que han pasado: las "Historias para no dormir".
RTVE y 39 Escalones Films lanzan ahora, por vez primera, la serie completa en DVD de aquella bendita excentricidad que arrancó en febrero del 66 y culminó con una tercera temporada en octubre del 82 tras 30 capítulos que inquietaban desde su propia (e incónica) cabecera: una pantalla a oscuras en la que se abría una pequeña puerta y, sobre la luz blanca que dejaba pasar, aparecía recortada la siguiente leyenda: "Narciso Ibáñez Serrador... presenta... Historias para no dormir".
Cada programa, de entre media hora y una hora de duración, y con una intervención previa de Chicho al más puro estilo “Alfred Hitchcock presenta” (una influencia más que evidente y reconocida), ofrecía una historia de miedo, terror más o menos explícito -Chicho apostaba por un efecto psicológico- o ciencia ficción. El propio Ibáñez Serrador, bajo el pseudónimo de Luis Peñafiel, adaptó para la pequeña pantalla a autores tan atractivos como Poe, Maupassant o Ray Bradbury.
"Dentro de la serie -explica el especialista en cine y novelista Ángel Gómez Rivero-, y considerando lacensura de aquellos tiempos, abundan capítulos de corte psicológico y parapsicológico, tan del gusto del realizador uruguayo de ascendencia española. Jamás se sintió atraído por los mitos clásicos del terror. Y si recurrió a ellos -el vampiro transilvano, por ejemplo- en el capítulo "La pesadilla", fue para ofrecer un punto de vista novedoso, una vuelta de tuerca deliciosa destinada a dejar clavados en el asiento a los espectadores incluso más avispados".
A Chicho, como quedaría luego patente en dos obras mestras del "fantaterror"español ("La residencia"y, especialmente, "¿Quién puede matar a un niño?"), le interesaba un miedo más soterrado, atávico, silente que efectista; cosa que, además, corría a favor de una época timorata en la que las osadías se pagaban caro y unos presupuestos que no daban para mucho. Prosigue Gómez Rivero: "La mayor parte de su producción se centró en experimentar argumentalmente con el lado oscuro de la mente, del alma humana. Son relatos llenos de sugerencias, que evitan mostrar las truculencias".
Con "Historias para no dormir", el realizador entroncaba de alguna manera con el teatro en pantalla de "Estudio 1", que se rodaba en el mismo emplazamiento del Paseo de la Habana. La puesta en escena es teatral y el montaje del mismo da fe de la genialidad improvisadora del director, que a menudo tenía que realizar a medida que se emitían los capítulos las mezclas de imágenes. Con estas narraciones retomaba la veta abierta con "Mañana puede ser verdad", serie de relatos de ciencia ficción que se emitieron en el año 62. Chicho volvió a poner en juego su ingenio, mostrando que con los modestos medios de la TVE de entonces podía inocular el miedo en las venas de toda una generación de españoles, a los que además invitó a entrar en la órbita de escritores poco conocidos como Frederic Brown o W. W. Jacobs. No obstante, son sus adaptaciones de clásicos de Poe -como “El último reloj”, vuelta de tuerca a “El corazón delator”- las más recordadas.
Esta serie fue también un importante punto encuentro y hasta cantera para numerosos actores nacionales. Carlos Larrañaga y Concha Cuestos, por ejemplo, protagonizaron la sexta entrega, “La oferta”, una historia de gángsteres totalmente original de puño y letra de Ibáñez Serrador. Manuel Galiana, Luis Prendes, Teresa Hurtado, Irene Gutiérrez Caba y Lola Herrera también protagonizaron capítulos. Numerosas entregas las encabezó el propio padre del director, Narciso Ibáñez Menta, un intérprete que también tuvo en el terror su campo más fértil.
El éxito de "Historias para no dormir"consagró a Ibáñez Serrador como uno de los grandes prestidigitadores de la aún adolescente Televisión Española. En el 72, con un registro totalmente distinto, acrecentaría esa fama hasta límites insospechados gracias a “Un, dos, tres...responda otra vez”. Chicho cambió los truculentos relatos de aparecidos y emparedados por las archiconocidas calabazas y aquellas azafatas que lanzó a la popularidad. Pero aunque muchos lo recuerdan indisolublemente asociado a este concurso nada oscuro, él siempre sería (y aún sigue siéndolo) aquel niño que “a los diez años ya consumía a Poe” acurrucado en las sábanas.
A pesar de que España no era más que una ínsula apartada, desgajada casi de la industria mundial del cine, especialmente en lo tocante a los géneros de terror, fantasía o ciencia ficción, Narciso Ibáñez Serrador logró entroncar con las corrientes más vanguardistas de la época y hacerse un hueco en aquel engranaje. En resumen, su cine se convirtió en objeto de culto y hasta de inspiración para otros. Buen ejemplo de ello sería “¿Quién puede matar a un niño?” (1976), película cuyas similitudes con la posterior producción americana “Los chicos del maíz” (1984), basado en una novela también posterior de Stephen King, han sido puestas de manifiesto varias veces. “La residencia” (1969), que entroncaba con un tipo de suspense muy propio del Hitchcock de “Psicosis”, influyó asimismo en obras posteriores como la maravillosa “Picnic en Hanging Rock” (1975) o en la mucho más gore “Suspiria” (1977) de Darío Argento.