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Adrien Brody: "Me identifico con esa idea de dejar algo como actor que pueda sobrevivirnos"

El actor se pone a las órdenes de Brady Corbet para ofrecer un mayúsculo ejercicio interpretativo en "The Brutalist", por el que acaba de ser nominado al Oscar 
Adrien Brody: "Me identifico con esa idea de dejar algo como actor que pueda sobrevivirnos"
Adrien Brody en "The Brutalist"Imdb
Marta Moleón
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Madrid Creada:

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Cuando a finales de la década de los setenta el estilo brutalista estaba empezando a diluirse como moda y a consolidarse como recuerdo de un tiempo preñado de heroísmo estético en el que lo rígido, lo frío, lo estructuralmente desnudo, lo feo, podía ser concebido como bello, una de sus figuras más representativas, el arquitecto Paul Rudolph, condensó involuntariamente en una sola reflexión uno de los pilares narrativos esenciales del nuevo y mastodóntico trabajo de Brady Corbet, "The Brutalist". "Toda construcción tiene dos vidas: la que imagina el que la hace y la que tiene después. Y nunca son la misma", sentenció el creador estadounidense.
Es en esa referencia a la condición de trascendencia que adquieren las obras antes de ser creadas y al momento que se produce justo después de haber sido expuestas al arbitrario criterio del mundo –único juez válido sólo por debajo del tiempo– donde László Tóth es capaz de encontrarse y habitar todas las sombras que atraviesan el arquetipo de la figura del arquitecto refugiado judeohúngaro que huye de su pasado como víctima y superviviente del Holocausto para intentar abrirse camino en un nuevo país como Estados Unidos edificado sobre la inconsistencia capitalista de códigos y normas que no conoce. 
Un fotograma de "The Brutalist"
Un fotograma de "The Brutalist"Imdb
Mientras espera el reencuentro con su esposa Erzsébet (extraordinaria Felicity Jones encarnando nuevamente el controvertido rol de "la mujer del genio" como ya hizo en "La teoría del todo" pero adquiriendo un destacado papel protagónico y complejo especialmente acentuado en la segunda parte de la cinta), una periodista atacada por la osteoporosis que se encuentra atrapada junto a su sobrina en la Europa oriental de posguerra, Tóth, interpretado por un colosal Adrien Brody que nos observa con ternura y una serenidad clara y espiritual desde el otro lado de la mesa de una de las estancias del Hotel Villamagna donde nos encontramos antes de formular la primera pregunta, encuentra tras su llegada al mundo occidental una América muy diferente a la que esperaba. 
Una América agresiva, mercantilista y ambiciosa, heredera de un pasado vaciado de historia, en donde su virtuoso marchamo profesional como hijo de la Bauhaus y su reputación como arquitecto de éxito en su Budapest natal no parecen resonar demasiado en el aristocrático entorno de Pensilvania hasta que se cruza en su incierto destino un empresario industrial. Un hombre imprevisible devenido moralmente en animal, Harrison Lee Van Buren (una de las 10 nominaciones conseguidas en los Oscar ha ido a parar precisamente a Guay Pearce por su actuación impecable), con más dinero que talento para las artes y las humanidades, pero con el grado de sensibilidad suficiente como para ser capaz de apreciarlas y haber desarrollado el capricho intrínsecamente burgués de tener que adquirirlas, que quiere que el genio extranjero acepte el encargo de construir un monumento conmemorativo a su difunta madre que albergue distintos edificios en su enorme propiedad de oligarca a cambio de que Lázlo se supedite sin saberlo a las consecuencias de su mecenazgo. 
"La belleza en este caso de las películas, 
del cine, es que permanecen, 
igual que la obra de László"
Adrien Brody
"Como actor también me identifico con la idea de querer dejar algo a través de mi trabajo que sea capaz de sobrevivir a nosotros mismos, que sea más grande que nuestra propia presencia y, de alguna forma, sirva de guía para los que vendrán detrás. Me parece que la belleza en este caso de las películas, del cine, como dices, es que permanecen, igual que la obra de László. En ese sentido, como actor, sí que siento de alguna forma una responsabilidad por un lado y un privilegio por otro a la hora de tener el potencial de ser capaz de dejar atrás un trabajo que tenga algún significado importante para alguien", nos confiesa sobre su deseo compartido con Làzló de conocer la magnitud que puede llegar a alcanzar lo creado.
Una consciencia que en "The Brutalist" se convierte en el mayor asidero de esperanza de este arquitecto imperfecto obsesionado con su propia excelencia, crudamente lastrado por la profundidad de la herida experimentada: saber que, a pesar de las muertes, de la tortura, del dolor, del abuso reiterado, de la inhumanidad, de la pena y el trauma, incluso de la vida que se abre y se entrega en forma de segunda oportunidad, de las personas, los recuerdos, el amor o el miedo, sus edificios, salidos de la genialidad de su cabeza y de sus manos, resistirán a la inclemencia de la propia extinción. 
Adrien Brody y Guy Pearce en "The Brutalist"
Adrien Brody y Guy Pearce en "The Brutalist"Imdb
Y en cierto modo, resulta paradójico, ilusionante y hermoso pensar que la propia película de Corbet, que recorre, acompasada por la instrumentalidad grave de una música experimental sublime barnizada por la oquedad sonora de una iglesia vacía o el silencio rebotado de las esquinas del infierno creada por el compositor londinense Daniel Blumberg y también nominada a una de las estatuillas hollywoodienses, los 30 años de vida de este artista imaginado que nunca existió pero cuya historia se parece mucho a los que sí lo hicieron, podría llegar a sobrevivir a su defunción en el recuerdo de los espectadores, como el hormigón, como el acero o el ladrillo, y convertirse en una obra más grande que el tiempo, de esas que ocurren poquísimas veces, tan pocas, que parecen un milagro. 
Pero "The Brutalist", cuya necesidad activa de abarcar una horquilla temporal vasta y explícitamente representativa del transcurrir dilatado de una época, de un periodo de la Historia condensado en imágenes contrapicadas, enloquecidas, invadidas de perspectiva, movimiento y penumbra, rodadas con cámaras VistaVisión, recuerda de manera automática al basamento de grandeza imperecedera de títulos como "Noveccento", "El gatopardo" o "Érase una vez en América", es además consecuente con su naturaleza retadora de coloso audiovisual sustentada en los 215 minutos de duración alterados levemente por una intermisión de 15 y coherente en su pretensión de tratado existencial sobre la dignidad humana y el discurso de clase. 
Todo ello a pesar de dibujar de alguna manera los orígenes del posterior asentamiento judío mediante la figura encarnada por Brody coincidiendo circunstancialmente (no olvidemos que Corbet ha tardado entre idas y venidas profesionales siete años en sacar adelante este proyecto en el que nadie al principio parecía creer demasiado y que cuando empezó a dibujarlo en su cabeza todavía no se había recrudecido la situación de Gaza) con un momento actual de la historia en el que Israel está perpetrando los mismos horrores sufridos, el mismo genocidio descalabrado y embrutecido por parte de los nazis, contra el pueblo palestino. 

Estrés postraumático

Por su parte, Corbet admite su querencia por "el tema de la posguerra y el síndrome del estrés postraumático después de las catástrofes humanas y los conflictos bélicos en general" y en cuanto al porqué de la arquitectura como elemento vertebrador de la conmoción colectiva admite que "centrarme en el estilo brutalista de los 50 era lo más adecuado por diferentes motivos". Entre ellos, por el hecho de que "puede ser austero, pero también monumental; crea extraños objetos de amor y desprecio a partes iguales y tarda un tiempo en desplegarse en el imaginario colectivo porque la gente no es capaz de asimilarlos en el momento. Esto, para mí, es un reflejo de la experiencia inmigrante, y el Brutalismo, un estilo arquitectónico principalmente creado por inmigrantes. Tanto en alcance como en escala, los edificios brutalistas piden visibilidad, pero a quienes los diseñan o construyen les toca luchar por su derecho a existir".
"La suerte es que Trump es una persona poco eficiente, así que su incompetencia no está a la altura de su ego"Brady Corbet
Hay también en la desbordada configuración del drama individual proyectado con eco colectivo que propone Corbet un retrato de los padecimientos racistas del migrante que encuentra conexión directa con el estremecedor porvenir de la sociedad americana contemporánea. "Ya conocimos un primer mandato de Trump y no podemos decir que fuera fantástico, y ahora veremos qué pasa con este segundo. La suerte es que es una persona poco eficiente, así que su incompetencia no está a la altura de su ego. No tengo una bola de cristal para saber lo que pasará durante los próximos dos años, pero, probablemente, como en todas las administraciones post Reagan, volverá a ser un sistema que funcione únicamente para un 1% del país. Por eso me parece más importante que nunca contar historias para ese 99% restante", asegura el director convencido de que, sin duda ,"The Brutalist", es una de ellas.
Subraya Adrien Brody, familiarizado con la magnitud de una nominación como la obtenida gracias a su temprano reconocimiento por "El pianista" con tan solo 29 años, que siempre busca "algo más que entretenimiento en mis interpretaciones a pesar de que debo reconocer que esta película me parece muy entretenida. De niño mi padre me llevaba a ver películas interesantes de artes marciales, de la Nouvelle Vague, de Scorsese o "Tiburón", que me traumatizó de por vida. Siempre busco buenos personajes, los matices en las historias, algo que parezca real y al mismo tiempo sea complejo y sirva de ventana para entrar en las vidas de los demás". Buenas noticias: hemos atravesado la que nos llevaba a László Tóth y probablemente sea para siempre.